La Constitución de 1854 y la crisis de México
Oaxaca, Oax., 09 de agosto del 2011(Quadratín).- La discusión en los últimos días del proyecto de Ley de Seguridad Nacional y su eventual aprobación puede convertirse en la ruta directa del desprestigio del Ejército Mexicano.
La educación cívica fue siempre de la mano de la imagen y el prestigio de los miembros del Ejército Mexicano, más allá de conductas personales que, como en la iglesia o en cualquier otra institución, lesionen su prestigio.
Desde 1968 el Ejército ha sufrido un persistente bombardeo a su imagen, a partir de su participación en el combate a los estudiantes y maestros que manifestaban en las calles su inconformidad.
Como todo hecho histórico hubo las versiones de uno y otro actor. La leyenda estudiantil dice que los soldados reprimieron, mientras la parte oficial afirma que se recuperó el orden, la armonía y la paz social y que el Ejército actuó patrióticamente.
Ahora, sin embargo, esa institución y todos sus integrantes (tropa, jefes y oficiales) corren el que quizá sea uno de los mayores riesgos de su historia, más nocivo quizás que las invasiones estadounidenses y francesas del Siglo XIX, la Revolución del 17 o su intervención frente a movimientos populares de finales del siglo XX.
Aunque oficialmente, como institución, no tenga derecho de réplica ante las órdenes superiores, el que el Ejército adquiera responsabilidades correspondientes al fuero común, implica la inminencia de su acelerada descomposición y deterioro.
No se trata, como se pretende convertir, en un problema de imagen que no se resuelve con espotazos, sino de la actividad del Ejército en su conjunto.
Es superficial creer que con spots de radio y televisión se mejorará el prestigio de esa institución. Más bien es creciente la opinión de que, al adquirir funciones policiacas, los soldados adquirirán, con toda justicia, el desprestigio que tienen los policías.
Los propios cuerpos de seguridad (policías) federales, estatales y municipales no se cansan, ya en la actualidad, de cuestionar y censurar el papel del Ejército en las tareas policiacas.
Pero como bien se sabe, un error nunca va solo. La guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado que muchos cuestionan, pretende ahora institucionalizar la participación de instituto armado en tareas que competen a las distintas corporaciones policiacas.
Los ataques al Ejército crecen en intensidad y volumen. Su actuación prevista en la Constitución General de la República debiera preservarse y evitar el riesgo de convertirlo o degradarlo a cuico.
El problema es de fondo y de largo alcance. Si se cree que convirtiendo a los soldados en policías se resuelven los problemas de seguridad nacional es muy posible haya un error de origen.
Lo que sí es un hecho es que tanto la Marina como el Ejército deben empezar a aumentar sus presupuestos para publicidad, en el entendido de que no habrá recursos que alcancen.
Ya el hecho mismo de que se haya creado un Juancho, o sea una botarga que caiga bien a los niños (seguro incluye a los ciudadanos) advierte que las cosas no van bien, tampoco al interior del Ejército.
Foto:Archivo