Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de marzo de 2016.- “La adicción a las nuevas tecnologías resta importancia al ocio, charlar o salir con los amigos”. Obesidad, disminución del rendimiento académico, aumento de los conflictos sociales y familiares o abandono de las responsabilidades. Estas son algunas de las consecuencias que tienen el uso incontrolado de las nuevas tecnologías, a las que puede sumarse el insomnio, la tristeza o la irritabilidad, que en los casos más extremos ponen en riesgo la salud de una persona y sus relaciones.
Abusar del teléfono móvil, de internet, de los videojuegos e incluso de las redes sociales puede diagnosticarse como adicción si se cumplen cuatro importantes factores: la necesidad de utilizar cada vez más los dispositivos tecnológicos; el síndrome de abstinencia (que cuando se prohíbe el uso se produzca una relación psicológica contraria); una pérdida de control elevado, intentando reducir el tiempo en el que se está conectado y que no se pueda; y, por último, la pérdida de interés por realizar otras actividades de ocio.
El psicólogo José Álvarez explica: “Si no hay tolerancia ni síndrome de abstinencia no sería adicción sino un uso abusivo, un paso previo. Si al levantarse lo primero que hace es conectarse a su teléfono móvil o a internet, si tiene muchos cambios de humor o genera conflictos la regulación del tiempo que puede estar conectado a internet”, son algunas de las señales que nos advierten de que algo está pasando. En los casos más extremos, hay personas para las que el “resto de cosas deja de tener importancia. Prefieren las nuevas tecnologías a salir al parque o quedar con los amigos. Normalmente la adicción escode algún tipo de carencia, que fomenta el momento en el que nos encontramos, con tanto desarrollo tecnológico”, explica.
Abrir los ojos y mirar el móvil es el despertar de millones de personas, especialmente los más jóvenes. La utilización de distintas tecnologías a la vez hace que la atención se disperse y disminuya el rendimiento. Según la encuesta de Equipamiento y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación en los hogares de 2015, el 66,7 % de los adolescentes entre 10 y 15 años tienen su teléfono móvil propio, y una de las cosas más preocupantes es que esta cifra no deja de aumentar.