
Almuzara Libros México, presente en la FIL de Palacio de Minería
OAXACA, Oax. 15 de septiembre de 2015.- Unos mueren de un disparo, otros por un golpe en la cabeza o una o varias puñaladas certeras. Pero el arma favorita que empleaba la escritora británica Agatha Christie para matar en sus novelas era el veneno. De las cerca de 300 víctimas que aparecen en sus más de 70 novelas, la mayoría parte hacia el más allá por obra y arte de alguna sustancia tóxica.
Para los amantes de las novelas de la llamada «reina del crimen» esto no es ningún misterio. Pero lo que quizás no todos sepan es que a la hora de usar veneno para matar, Christie no recurría a la ficción sino a la realidad.
«Christie usaba el veneno con una precisión asombrosa», le dice a BBC Mundo Kathryn Harkup, química y autora del libro «A, de arsénico: los venenos de Agatha Christie», publicado recientemente para coincidir con el 125º aniversario del nacimiento de la escritora.
Los detalles del veneno elegido eran fieles, así como los síntomas que provocaba una sobredosis, la facilidad para conseguirlos en el mercado, la dificultad para ser detectados y la eficacia de los antídotos.
Tal era su pericia, «que durante un caso de envenenamiento en Reino Unido, (el del envenenador Graham Young en los años 70) a falta de literatura científica estandarizada sobre el tema, los patólogos consultaron una de sus novelas», explica Harkup.
Voluntaria en la I Guerra Mundial
El conocimiento de Christie en esta área comenzó a forjarse durante la I Guerra Mundial.
Christie se presentó como voluntaria para trabajar de enfermera en un hospital de Torquay, en el suroeste de Inglaterra, pero fue seleccionada para trabajar en la farmacia.
Allí aprendió los rudimentos de la química.
En esa época, los remedios que se les suministraban a los pacientes no venían empaquetados en cápsulas como ahora, sino que cada píldora, poción o tónico debía ser elaborado a mano, cuenta Harkup.
«Había que saber qué sustancias se podían mezclar y cuáles eran las dosis adecuadas».
Muchas medicinas están hechas a base de plantas, con lo cual la escritora debió aprender también a identificar las especies con usos medicinales y a extraer los compuestos para elaborar los fármacos que le solicitaban.
Christie complementó estos conocimientos prácticos con una serie de estudios teóricos y se sometió a exámenes para obtener la calificación de asistente de farmacia.
Durante la II Guerra Mundial, volvió a trabajar como voluntaria en la farmacia, esta vez en el University College Hospital en Londres, y continuó avanzando con su entrenamiento.
Lo que aprendió a lo largo de su experiencia lo fue desgranando poco a poco en la piel de sus personajes y en la trama de sus novelas, guiadas por el desarrollo de los efectos reales de las sustancias tóxicas en el cuerpo humano.
Reseñada por científicos
Aunque su dominio de la química pudo -y puede- haber pasado desapercibido para la mayoría de los lectores, no lo fue para la ciencia.
Además del hecho de que una de sus historias se convirtió en manual de consulta para los patólogos del caso policial que mencionamos antes, otra de sus novelas fue reseñada por Pharmaceutical Journal, una de las publicaciones científicas de la época.
Puede seguir leyendo la información aquí: http://bbc.in/1KLyX5L