Cortinas de humo
MÉXICO, DF. 16 de marzo de 2014 (Quadratín).- Los derechos más básicos de los niños se vulneran durante los conflictos armados; se interrumpe su educación o se les obliga a cambiar juguetes por armas. Las escenas que presencian se convierten en traumas difíciles de resolver y se merma su capacidad de relación con el entorno que les rodea. Las ONG’s denuncian estas situaciones y los Estados las contemplan impasibles en muchas ocasiones.
“El niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales”, reza la Declaración de los Derechos del Niño. “Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad”, continúa. La realidad es que son líneas débiles que ignoran u omiten quienes protagonizan los conflictos bélicos. Son frases reducidas a escombros como muchas escuelas… años de educación que se pierden entre las balas o vejaciones que contrastan con las necesidades de los menores. Los escenarios cambian pero las situaciones se repiten.
Kafa, una niña de 13 años, vive desde hace año y medio en un campo de refugiados en Jordania. Ella y su familia tuvieron que dejar la ciudad de Deraa, en Siria, cuando empezó a ser peligroso permanecer más tiempo. “Si alguien me dice que esta es una buena vida, le diré que venga a vivir aquí”, comenta. Se queja también de que los días en el campo son monótonos, de que es como “una cárcel”, en donde las rutinas marcan su tedio. Kafa ha perdido un año de la escuela, y como ella, alrededor de 60.000 niños jordanos y sirios tampoco pueden continuar con sus estudios como denuncia Unicef. Su suerte depende de la ayuda externa y de la resolución de una guerra que les ha sorprendido en plena infancia.
En Filipinas, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reportó numerosos casos de abusos sexuales, asesinatos y mutilaciones a niños durante los conflictos armados en el país. En el mismo informe, la organización también denunció la encarcelación de los menores como medida por su involuntaria participación en los conflictos. Esta práctica resulta habitual por parte de los Estados que ven en los menores una “amenaza” para la seguridad o tachan a los niños de “presuntos” miembros de las organizaciones armadas. En consecuencia, pasan largos periodos privados de su libertad, de alimento, en condiciones insalubres y sin nadie que vele por ellos.
¿Qué risa cabe entre barrotes? ¿Qué futuro les espera cuando puedan decidir? ¿Qué traumas no les perseguirán a lo largo de su vida? Varios expertos de la Fundación “The children and war” trataron a finales de los años 90 de dar respuesta a algunas de estas preguntas y buscar soluciones para los menores y los padres.
Con este objetivo crearon el manual “Teaching Recovery Techniques”. En él, se proponen distintos ejercicios para que los niños sepan controlar sus emociones, convivir con sus recuerdos y afrontar sus miedos. El insomnio, la dificultad para relajarse o concentrarse, las pesadillas y la inseguridad son algunos de los problemas que también aborda el TRT, por sus siglas en inglés. La idea no es curar estos síntomas pero si tratar de mejorarlos.
“Es como una caja de herramientas de habilidades para la vida”, afirma el director de la fundación, Atle Dyregov. El manual se ha utilizado en Grecia y en Turquía tras los efectos de los grandes terremotos de 1999. Pero también en las guerras de la antigua Yugoslavia, los conflictos armados de Sri Lanka, en el terremoto de China en 2008 y en otros escenarios.
La ayuda es útil, pero no la única vía para cambiar el futuro de los menores que padecen las consecuencias de las guerras y los conflictos. “Las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales tienen que unir sus fuerzas porque una de las mejores inversiones es ayudar a los niños que hoy enfrentan la guerra”, asegura Dyregov. Ellos son el futuro, la sociedad de mañana y el reflejo de los adultos. “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”, decía Pitágoras.
Ainhoa Mugüerza Osborne
Periodista
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