Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Juchitán, Oax. 24 de mayo de 2009 (Quadratín).- Si alguien dentro de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI), tenía dudas sobre la fragmentación que sufre esa organización surgida en 1974, el actual proceso electoral del distrito juchiteco seguramente ya se las despejó.
Dos de los candidatos propietarios a diputados federales van envueltos en las descoloridas banderas rojinegras que en algún tiempo no muy lejano ondeaban victoriosas en la plaza juchiteca anegada de ilusos creyentes del discurso antigubernamental de sus líderes.
La COCEI, que se ahogó en la corrupción, la antidemocracia y en el juego cortesano del poder, da lástima. Historia y banderas son pisoteadas. Mientras la sangre de sus mártires ha sido ha sido ignorada y la memoria de sus desaparecidos pasó al olvido.
Dos de las principales corrientes, encabezadas por el otrora legendario Leopoldo De Gyves de la Cruz y la incansable Gloria Sánchez, caminan de la mano con la candidatura de Héctor Sánchez López, en las filas del Partido Socialdemócrata (PSD).
Otras dos corrientes, encabezadas por los ex munícipes juchitecos, Alberto Reyna Figueroa y Roberto López Rosado, anunciaron que votarán por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), aunque dejaron en claro que no es de su afinidad el candidato Rubén López Villatoro, quien no desaprovechó la oportunidad política para saltar al ruedo político en busca de su propio espacio.
La quinta corriente, encabezada por el actual alcalde juchiteco, Mariano Santana, lleva de la mano a Arturo García Felipe, un gris personaje que quiere sacar más raja del transporte público.
COCEI/UCO, COCEI/PSD y COCEI/PRD juegan a la política de la fragmentación, mientras enfrente, sin esforzarse en absoluto, el candidato del PRI, Emilio Mendoza Kaplan marcha victorioso hacia un escaño en San Lázaro.
La historia que hoy escriben los que se escudan en las desgastadas banderas rojinegras, seguramente será severamente juzgada por las nuevas generaciones de políticos, si es que surgen pronto porque hasta en eso, no hay avances. Son los mismos rostros, las mismas prácticas y el mismo discurso de la salvación como si se tratase de un naciente jinete antiapocalíptico.
Y lo más grave es que frente a esa historia se levanta la triste, penosa y dramática realidad de los pueblos del Istmo, donde al igual que en Juchitán, predominan las inequidades, se acentúan las carencias, se gobierna para los amigos y se condena a la sociedad al olvido, a la pobreza y a la marginación.
La simulación
Curiosamente, en medio de esas truculentas divisiones que surgieron al calor de la lucha por el poder y sus privilegios y salpicadas de anecdóticos romances, el llamado Presidente legítimo arribó a Juchitán la noche del jueves 14 de mayo.
Engañó y trató de engañar, pero también lo engañaron o trataron de engañarlo. El juego de la simulación en todo su esplendor, frente a una gran manta que exhibía tres diminutos logos de la COCEI, el PT y la UCO.
AMLO dijo que venía a informar al pueblo juchiteco sobre el estado que guarda el país y habló del crecimiento de la pobreza, el desempleo, la inseguridad y la violencia. Los juchitecos, golpeados por igual por la crisis, no necesitan que se la vengan a informar. La viven diariamente. AMLO vino hacer campaña por la presidencia de la república, la que en broma, dicen, perdió en el 2006 por el bien de todos.
En respuesta, a AMLO le dijeron que frente a él, reunidos en la plaza, se hallaban más de 23 mil almas. Todo un esfuerzo para ocultar la falta de convocatoria y para evitar que el legítimo se percatara de la división coceísta.
Sin embargo, todas las demás expresiones coceístas, (los de Gyves, los Sánchez, los Rosado, los Reyna), simplemente ignoraron al legítimo, quien vino, incongruentemente, a alzarle la mano al candidato del PT, el partido que en las elecciones locales de 2004 se alió con el PRI.
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