Cortinas de humo
OAXACA, Oax. 30 de septiembre de 2015.- Rafa recuerda que cuando iba a la primaria le regaló a su amigo Jesús un hermoso perrito, era un criollito, a la madre su familia la había recogido en la calle y la llamaron Bengy.
Tuvo 8 hermosos cachorritos y ahí se dieron cuenta de lo importante que era esterilizar, ya que fue difícil buscarles buenos hogares. “Uno de esos buenos hogares” fue el de su amigo, quien encantado pidió permiso a sus padres y se llevaron al perrito.
Algunos meses después Rafa le contó a su mamá que estaba muy triste porque el papá de su amigo Jesús, había abandonado al perrito en la carretera del Fortín. Quizá algún carro, en su rápida carrera lo atropelló y lo mató, quizá alguien lo recogió, quizá murió de hambre, frio y miedo.
Porque un perrito que ha sido acogido en el seno de una familia, que ha sido mimado, arropado, se le ha dado de comer, y sobre todo se le ha dado cariño, y es violentamente arrebatado de esa esfera familiar arrojándolo a la calle como si fuera una cosa, muere de miedo y desconcierto.
Lo tiran porque ya ha pasado su infancia y ha perdido la gracia de cachorro, ahora es el momento de desecharlo.
Días después, a la entrada de un centro comercial, vimos a Jesús con su perro nuevo, uno de raza.
¿Cuál será la lección? Han pasado los años, y sabemos que está enfermo de alcoholismo, a raíz de que nunca pudo concretar una relación estable con ninguna de sus parejas.
Nunca pudo establecer una relación duradera, todo era desechable cuando ya no funcionaba bien, había que tirarlo.
No quiero exponer que el motivo de haber abandonado al perro lo haya inducido al alcoholismo, pero sí las enseñanzas que les damos a los hijos, repercuten directamente en su forma de ser.
No hay mejor enseñanza, como lo he dicho anteriormente, que el ejemplo.
Juan y Rafa son vecinos, han estado en ese fraccionamiento desde que nacieron, ahora tienen 8 años y los dos van a la misma escuela: están sentados sobre las bancas de piedra que hay en su vecindario, cabizbajos, con los semblantes tristes y sus perros a sus lados como entendiendo que no es el momento de brincar y jugar con ellos, ni de buscar pelotas o correr tras los palos para recogerlos.
Pingo y Tango son los nombres de las mascotas de Juan y Rafa y los cuatro forman un equipo maravilloso desde hace varios años atrás.
Sin embargo Juan va a cambiarse de domicilio, a su papá que es maestro le han dado otra plaza en un lugar diferente, y tiene que irse.
Rafa se ha levantado, no es muy tarde y es domingo pero Tango no ha parado de ladrar, desde su casita, le quita la cadena y Tango sale disparado a la casa de Juan y con sus patitas rasca desesperado la puerta.
Rafa le ha seguido y abre con la llave debajo de la maceta, la casa ya está vacía, él lo sabe, porque estuvo ayudando en la mudanza a su amigo, solo faltaban dos o tres cosas más, y a Pingo cuyo traslado retrasaron, porque el papá de Juan dijo que hasta el último mientras le acomodaban un espacio en la nueva y amplia casa.
Tango entró hasta el patio de servicio, ahí estaba pingo, con la boca abierta y espuma alrededor de ella, sus ojos fijos hacia la nada; había llegado tarde, en su desesperación lo movía con el hocico, hasta que se convenció que no reaccionaria.
Se echó a su lado con la cara hasta el piso y en su mirada la pregunta: ¿porque? Éramos equipo. Rafa supo que el papá de Juan, nunca pensó en llevar a Pingo a la casa nueva.
Un chevy azul como muchos, ha dejado a media carretera a un perro negro de unos 10 meses, delgado, alto y con la piel brillosa.
Se arranca, el perro al principio desconcertado, empieza una carrera, desesperada, loca, siguiendo al carro de su amo, de aquel que lo crió y cuidó por 10 meses, se va.
El perro corre en sentido contrario a los autos, en la vía de doble carril, siguiendo el auto que “involuntariamente” lo ha olvidado. El carro acelera, todos voltean a ver esa carrera en donde gana el carro, porque las fuerzas ya no le dan al animal que ha corrido por su vida. Al fin se detiene y el miedo y la incertidumbre se han apoderado de su cara…
Los niños ven como desplazas a la mascota al techo, donde llueve, hay sol, se les olvida llevarles de comer, bañarlos, decirles que los aman y que agradecen tanta fidelidad.
Los niños ven cómo te los llevas por la Sierra Norte, por las presas, por Atzompa y los abandonas.
Los niños ven que adquieres a las mascotas como negocio, compras un par de perros de raza, para que tengan todo el tiempo cachorros y obtengas una ganancia, vendiéndolos a personas que no los cuidan.
Los niños ven como los tienes encadenados o encerrados todo el tiempo.
Los niños ven como los golpeas, los torturas, los lastimas.
El peor regalo que puedes hacer es regalar una mascota. No puedes disponer del tiempo y del espacio de las personas.
Y recuerda que ellos jamás dudarían en dar su vida por la tuya.
Adopta; ya te comentaré los beneficios a los niños de tener una mascota.
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