Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
MÉXICO, DF, 6 de enero de 2015.- Este lunes, al presidente de la república, antes de viajar a su encuentro con Obama en Washington, D. C., se le vio muy seguro de sí mismo -como que sólo sus chicharrones seguirán tronando- y sin decirlo dio a entender que no hará ninguno de los cambios anunciados por los amantes del rumor.
Espero haberlo interpretado correctamente: no habrá relevos pese a que el señor de Los Pinos tendría que haber dado ya un golpe de timón y despedido a quienes le han causado tanta animadversión entre el respetable, sobre todo a partir de que la economía nacional es un desgarriate, no hay circulante suficiente para reactivar la producción, y nada se ha dicho ya de las miles de desapariciones forzadas que hicieron explosión en Iguala, el 26 de septiembre del año pasado, con el secuestro colectivo, perpetrado quién sabe por quiénes, de los estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa.
En un análisis de semanas anteriores, se advertía en este espacio que, para resolver lo que se perfilaba como la más desgraciada crisis política mexicana, que afectó, aparte de la tranquilidad emocional de millones de mexicanos, la imagen presidencial en el exterior y le mermó horriblemente sus altos índices de popularidad iniciales en el interior:
Peña Nieto tenía que despedir a dos personas que son las responsables de los condenables agravios contra los mexicanos.
La primera es el procurador general de la república que, a propia confesión pública, está ya cansado. Además, caso que presenta ante la justicia es rechazado por los jueces por falta de pruebas, como el del presidente municipal de Cocula. Y chance también le tumben el caso de José Luis Abarca y su mujer, quienes presuntamente están metidos hasta las manitas con una banda del narcotráfico. Y están acusados de dar la orden de desaparecer a los normalistas.
La otra personalidad es el secretario de Hacienda y Crédito Público y su banda de jovencitos opusdeístas, que mantienen postrada a la economía nacional e insisten en sus políticas de largo aliento, cuando las mayorías están viviendo en la inanición, lo que exige ya la puesta en práctica de una política de choque como los choques que los médicos le dan al corazón de un infartado para revivirlo.
Fíjense que el gobierno requiere de gastar más para reactivar la economía y recuperar la confianza de los mercados internacionales, y de la población en general, después de que el Mexican Momentum fue hecho trizas por todas las causas que ha conocemos.
Economistas independientes advierten que de nada serviría una baja inflación, en caso de que el dólar estadounidense no la afecte fuertemente, si no hay mayor gasto, mayor inversión pública en acciones que demuestren que realmente habrá cambios de fondo en temas como la corrupción y el poder del narcotráfico en la vida diaria de la población.
Si no hay confianza de la población, no habrá incremento en el consumo y no será posible crecer al 3 por ciento por lo menos, pese a que no se den incrementos en los impuestos, y la gasolina y el gas doméstico sólo suban 1.9 por ciento.
Como vamos, ni un aumento del salario mínimo, ni el gasto en las campañas político electorales serán suficientes para la reactivación económica. Si no se recupera la confianza de la población, todo se irá al carajo. Y el malestar social continuará profundizándose. Con enterrar la cabeza en la arena y no ver la realidad sólo habrá más enojo social.
Pero diremos mejor ahora que el presidente retorne de su viaje a la capital del imperio. A ver qué novedades trae.
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