Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
MÉXICO, DF, 9 de enero de 2015.- Muy poca gente lo sabe, inclusive no lo saben muchos inversionistas del mercado de valores, porque nadie les enseña cultura financiera. Pero resulta que la bolsa de valores es el termómetro de cualquier economía, de su aparato productivo.
Si la bolsa va bien, no hay duda de que la economía va viento en popa, pero si ese mercado se deprime resulta que los sectores económicos andan en la calle. Los vaivenes de los precios de las acciones son un indicador del comportamiento de las ramas de la economía, de las actividades primarias, de la minería y el petróleo y por supuesto de la distribución, del comercio, de los servicios, etcétera.
Y en el mercado de valores es en donde los analistas de las instancias gubernamentales, encargadas de impulsar los procesos productivos mediante una política económica, tendrían que enfocar los ojos para construir escenarios creíbles del comportamiento de la economía nacional.
En este tenor, la conducta de la Bolsa Mexicana de Valores, en los primeros dos años del sexenio del señor Peña Nieto, ha dejado mucho qué desear y ha llenado de preocupación a miembros de la clase empresarial.
Simplemente, si la bolsa de valores no funciona para el financiamiento, si se seca, es porque la actividad económica está estancada, o crece de manera sólo testimonial, en rubros específicos que no impactan de manera significativa el total del producto interno bruto.
Y la Bolsa Mexicana de Valores ha sobrevivido a dos años perdidos, como lo han reportado los economistas de Tendencias Económicas. Y prevén que 2015 será un año muy volátil en el mercado de valores por lo que los inversionistas tendrán que ser sumamente cuidadosos con el dinero que piensen invertir, ya que lo pueden perder en un abrir y cerrar de ojos, o sólo con un dedazo en el teclado de la compu.
Sin contar la caída superior a los 1,000 puntos, que registró el Índice de Precios y Cotizaciones (IPYC) en su primer día, el pasado viernes 2 de enero, la Bolsa perdió -1.28 por ciento en los últimos dos años, a pesar de que en ambos la economía aparentemente experimentó algunos comportamientos positivos, impulsada casi exclusivamente por la producción y comercialización de vehículos de la industria automotriz.
La Bolsa iniciaba 2013 en 43,705.83 puntos, apenas un mes después de haber tomado posesión Peña Nieto y de haberse firmado el Pacto por México, que abrió la posibilidad de cristalizar las reformas estructurales. Con todo, los cambios en las reglas que traerían afectaron a las principales emisoras del mercado y la bolsa concluyó aquel año, el primero de la administración priísta, en números rojos y, aunque en buena parte del 2014 mostró crecimientos, en el segundo semestre los temores ante el comportamiento de los petroprecios y la devaluación de la moneda produjeron un año con ganancias sólo marginales de 0.98% para cerrar en 43,145.66 unidades.
En el 2014, según las cifras de la BMV reportadas por Tendencias, el mayor crecimiento se registró en el Subíndice de Fibras, que avanzó 15.98%, así como en el sector industrial liderado por las exportadoras automotrices, que subieron 12.01%, mientras que las telecomunicaciones recuperaron parte de lo perdido en 2013 y avanzaron 9.83 y los servicios financieros subieron 8.88%.
Diciembre fue el mes de mayor volatilidad por el dólar y el petróleo. La mayor alza del año se registró el día 18 al avanzar 3.59%, después de sufrir sus dos mayores caídas: la del día 15, que fue de -3.31, y la del día 10, cuando bajó -2.28 por ciento.
La llave mágica para espantar los fantasmas de la depresión financiera y económica es muy sencilla. Se llama confianza. Peña Nieto tiene que ser creíble. No lo es por múltiples razones. Ayotzinapa y la corrupción son factores que pesan toneladas. Y no es apostándole al olvido y a los distractores mediáticos como va a recuperarse la fe en las instituciones. La economía pareciera que no tiene vida propia. Pero es terriblemente exigente, como una mujer enamorada.
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