Obispos de México: Un nuevo horizonte
Pleito de lavaderos
MÉXICO, DF, 24 de marzo de 2015.-El caso MVS Radio – Aristegui – Casa Blanca – MéxicoLeaks me está resultando patético desde donde se le vea. Desde el poder gubernamental, desde el empresarial, desde el sentir de la locutora, o desde la visión del periodismo empresarial acrítico y crítico, y más desde el periodismo sesgado, por llamarle de alguna forma, pero que en realidad es sólo propaganda del color que sea.
Continúa vivo, y más vivo aún, el asunto en las páginas de los periódicos impresos y en las llamadas redes “sociales”. Y me recuerda más bien un pleito de lavaderos; dimes y diretes sin ton ni son, que no ayudan en nada a nadie. Ni a la empresa radiofónica, ni a la señora Aristegui, ni mucho menos al gobierno del presidente Peña Nieto, y ni mucho menos a los millones (¿) de radioescuchas.
Como va la discusión, si es que así se puede llamar ese pleito que a veces ralla en pleito de comisaría, o de comadres, entre la empresa y la señora, ninguno abona nada, absolutamente nada a clarificar la situación. Muchos de los millones de oyentes del programa radial suspendido – justo es decir que a la mayoría le tiene sin cuidado como ocurre en todos los asuntos públicos – andan confundidos. Y es que sólo han sido sujetos de manipulación por las partes enfrentadas. Se ha impuesto el hígado y los jugos gástricos.
Muchos de los fanáticos de la señora Aristegui están convencidos de que ella fue corrida de MVS por capricho y orden del recién nombrado coordinador de comunicación social de la presidencia de la república, don Eduardo Sánchez Hernández, quien le habría vendido esta idea perversa por dia-bólica a don Enrique Peña Nieto. Don Eduardo está ligado emocionalmente a la familia Vargas.
Puede que no sea así, pero la afectada y las circunstancias de un periodismo consuetudinariamente a modo del poder, así lo indicarían. La señora, acostumbrada a golpear a los políticos, llegó al extremo de condenar al presidente de la República con una denuncia de corrupción y conflicto de intereses no probada. La señora Aristegui revivió un asunto que ya estaba en los medios y lo hizo con bombo y platillo, aprovechándose de sus cercanías con medios como la revista Proceso y el diario La jornada.
Y aquí, de acuerdo con los abusos y costumbres del poder, el que la hace la paga, como diría mi colega y amigo Juan Chávez Rebollar, que de ello tiene harta experiencia.
Pero formalmente pareciera que la causal del despido del grupo Aristegui no habría sido la denuncia de la tan traída y llevada Casa Blanca, sino el uso de la marca MVS para un asunto meramente personal y de grupo. Nadie de sus jefes le autorizó a la señora Aristegui, ni ella pidió permiso, a adherirse a una organización de periodistas-activistas (no entiendo cómo puede conjuntarse este binomio, que para mí es perverso y dia-bólico, más o menos del estilo del periodismo cómodo pero en sentido contrario) con la camiseta de MVS. Esto fue lo que habría hecho enojar a los Vargas. (Si no fue una llamada de Lalo). Y lo que reventó la liga o rebalsó el vaso fue la actitud asumida por la locutora pretendiendo confrontarse con sus patronos, y emplazándolos. Eso nadie lo soporta desde el poder. Ahí el que paga manda.
Todo lo demás es anécdota. Lo que cuenta es que el periodismo y el periodista siempre tendrán que estar al servicio de la verdad, porque un periodismo basado en la mentira sólo conduce a la dictadura de uno u otro sensu. Y yo no me llevo con las dictaduras, ni la del PRI y “la mafia del poder”, ni la de López Obrador o de su peón Ladrón de Guevara. Ser voz verdadera de los que verdaderamente no tienen voz. Es muy fácil constituirse en líder, casi religioso, casi místico, casi goebeliano, no macluhiano, con un espléndido salario mensual de $1.200,000 pesos (Un millón 200 mil). Pa que no quede duda. Y, o se es periodista (reportero, digo yo, porque periodista puede ser cualquiera), o se es activista, propagandista, palero, o comprometido con las causas populares, casi líder.