Diferencias entre un estúpido y un idiota
MÉXICO, DF, 19 de mayo de 2015.- A 19 jornadas de que se celebren las elecciones intermedias, nadie ha escuchado una promesa de campaña que valga la pena, que pueda lograrse, que no sepa ni huela a demagogia de campaña. Que no haga ver al candidato como un vil mentiroso. Como otra especie de empresario.
En primer lugar, los que “compiten” o pujan por puestos de elección no son ni magos, ni milagreros, ni repartidores de bendiciones divinas. Todos, los aspirantes a gobernadores, a presidentes municipales y a delegados políticos tendrían que hablar con la verdad. Las promesas de campaña sólo son muletillas para que la gente se fije en ellos. Pero la gestión pública tendría que llevarse en consulta con los electores, el tiempo que dure.
Los candidatos a diputados son engañadores; mentirosos, pues. Le prometen a la gente las perlas de la virgen, cuando sólo serán legisladores; su trabajo será hacer leyes. Es mentira que puedan hacer obra pública, o que puedan darle su terrenito a las mujeres que votarán por ellos. Y desgraciadamente a esto, a la gestoría, se dedica la mayoría de legisladores, pero sólo para beneficiar a sus amigos y compadres.
Los candidatos a góbers, a munícipes, a jefes delegacionales mejor que no abrieran la boca, porque sus promesas se deshacen una vez que están en el poder y todo, entonces, deviene en puras vergüenzas.
Lo que hemos venido escuchando desde que se iniciaron las campañas es eso: pura demagogia, puras mentiras, para que la gente vaya a votar por el mentiroso. Bueno. Todos los candidatos son mendaces.
Suena dramático. ¡Hasta dónde hemos llegado!: a ser una sociedad marcada por la inseguridad, la violencia, el crimen de estado -tortura, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, encarcelamientos injustos, justicia parcial, culpabilidades a priori, cientos o tal vez miles de presuntos culpables; harta pero hartísima corrupción y plena impunidad-, el crimen organizado y el narco, levantones, secuestros, violación sexual, asesinatos, feminicidio, también la tortura y lo que la imaginación de las mentes criminales cree.
Y ya no hablemos de la situación económica de las ciudades, pueblos y comunidades del país. Una triste realidad que nadie aborda. Bueno. No la aborda el presidente de la república, imagine si la tocarán los candidatos.
No se ha escuchado de la boca de los cientos de candidatos ninguna propuesta verdadera real, que plantee una solución a toda la problemática descrita. A nadie le interesa. Decíamos en entrega anterior que a los candidatos de partido lo único que les interesa, una vez en el poder, es el manejo discrecional de los presupuestos. Para ellos la política es un negocio como la trata de personas, o las redes de prostitución, o los giros negros.
Aunque así ha sido en la historia de los mexicanos. Los buenos gobernantes, los buenos gobernadores, los buenos senadores y diputados sólo han sido perlas en un mar de mediocridad, corrupción e impunidad. Buenos ejemplos hay de lo contrario. De presidentes, de gobernadores y de alcaldes irresponsables, asesinos, ladrones, corruptos pues a quienes no toca la justicia.
¿Tendrán los mexicanos que aguantar esta situación toda la eternidad? Cuando van por el voto, prometen de todo. Hasta ponerle alas al tigre o chichis a la culebra. A la hora de la verdad las promesas se convierten en vergüenzas. Los electores siempre quedan burlados.
Si yo fuera diputado iniciaría una ley que dijera que la política es un negocio, un simple emprendimiento, una empresa, la oportunidad para enriquecerse en seis o tres años para los consentidos de la patria. A la política le llamaría emprendurismo. Y a los políticos: emprendedores, empresarios. Como decía aquel prócer de la revolución, creo que mi tocayo Villa, de los curas: son simples empresarios como el resto. Para qué seguir engañando a la gente. La política es trapacería, los político son depredadores.
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