Diferencias entre un estúpido y un idiota
MÉXICO, DF, 18 de junio de 2015.- Ingenuidad es lo menos que muestran los funcionarios venidos de Toluca cuando exaltan sus “logros” en materia de política económica. No quisiera pensar que son mentirosos aunque lo parecen. Dicen que no hay que hacer juicios de valor.
Pero lo que declaran, lo que dicen, lo que comentan generalmente va en contra de la realidad. Sus declaraciones no tienen sustento más que en la fantasía y en el wishful thinking. No estoy muy seguro, pero esta expresión querría decir que las cosas son como yo deseo que sean aunque no correspondan con la realidad. ¿Así imaginaría la vida el gran Platón? Si alguno de ustedes tiene una versión más exacta de esta expresión anglosajona, que me la diga o calle para siempre.
Además, los genios de Malinalco ni siquiera se avergüenzan y lanzan sus aberraciones con toda ligereza e impunidad. Creen que nadie los oye, que nadie se fija en sus boletines de prensa o en sus huecos discursos de medio pelo, tan celebrados por auditorios complacientes.
Y es una cantaleta de todos los días. La economía de México crece. Se han logrado cambios que parecían impensables. Son reformas profundas que proyectan a México hacia una nueva realidad. Hoy, México se está transformando.
¡Pamplinas! Puras expresiones huecas. Sin sentido, sin sustento, mentirosas (sí, mendaces), engañifas, como las que repite como loro el encargado de la política hacendaria y crediticia. Qué es esto: “Durante los dos primeros años de la administración del presidente Enrique Peña Nieto se lograron cambios que parecían impensables como las reformas estructurales… ¡Jolín!
Cuánto diera yo porque el hombre fuera la pura verdad. Pero lo lamento. No le creo nada porque no veo los tales cambios impensables. La economía va de mal en peor. El mercado interno no puede estar más deprimido. La pobreza y el hambre no pueden ser más agudas. La inseguridad… Ah, la inseguridad, está tan floreciente como cuando la alimentaba con gasolina y fuego el Felipe Calderón. Nomás que ahora se ocultan las cifras del muertómetro.
No dudo que las reformas a las que se refiere Videgaray sean profundas. Lo que si exagera sin sentido es en eso de que “proyectan a México hacia una nueva realidad, hacia una mejor expectativa de crecimiento, de creación de empleos y de desarrollo”…Qué le parece, amigo lector (amiga lectora). Exageradito don Luis. Las tales reformas, si proyectan algo, proyectan a los poderosos, a los magnates, a los ricos, a los dueños. ¿A los trabajadores? Y a quién le importan los trabajadores, su pobreza, su hambre…
Qué fuerte: Don Luis –y qué querían que dijera– dice que “hoy el presidente Enrique Peña Nieto encabeza una generación que también se ha atrevido a cambiar”. Pero dónde, don Luis. Dónde ve usted los primeros resultados, “muy alentadores” de la aplicación de las reformas y “vamos por la dirección correcta”. Qué bárbaro, don Luis. No se mide usted en las mentirotas que profiere. Ni usted se las cree.
A veces creo que no vale la pena decir las cosas verdaderas. Ustedes no las escuchan. No les importan. Lo único verdadero es lo que su mente enloquecida y su imaginación calenturienta les dicen que digan, que proclamen a los cuatro vientos. Y hay una legión de lirones, de corifeos, que dicen que les creen.
En qué país vivimos, querido maestro Cicerón. Ubinam gentium summus, Catilina!? Un país en el que la verdad no es la realidad, sino el discurso que brota de la boca de los políticos venidos de Toluca.
Y no hay otra verdad más que la que brota de la boca de los que tienen voz en los medios de propaganda. Qué lamentable. Y más lamentable por esa tantísima gente que no tiene ni presente ni futuro y que va por la vida sin brújula, sin sentido, con la mirada perdida. Y son legiones. Mejor que mueran.
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