Diferencias entre un estúpido y un idiota
MÉXICO, DF, 6 de febrero de 2015.- De qué se escandalizan, de qué se asombran. El conflicto de intereses no existe. Por qué. Porque, en la praxis moralina, en el contexto ético de la política, los intereses sacrosantos de la nación coinciden con los sacratísimos intereses personales, individualistas y de grupo (mafia, cártel) de los miembros de la clase política.
Recuerden los que recuerdan y aprendan los que no lo vivieron: La moral. Qué es eso. ¿Acaso es un árbol de moras? Así la definió el cacique potosino, apodado El Alazán Tostao, el gobernador Gonzalo N. Santos, por el único partido poderoso, madre de todas las madres, el trasmutado en PRI, el Partido Nacional Revolucionario.
Dónde está el engaño. En ninguna conciencia de la clase política. Esa es la moral de la clase priista. Si te acusan de corrupto, de caer en conflicto de intereses, tú los tiras a loco. Tu, poderoso miembro de la clase revolucionaria, o de la clase neoliberalista. No entiendes a tus acusadores. Quienes están equivocados son los críticos, que no entienden nadita de nada de la teología moral del sistema político-religioso de este lado del Bravo, digo del Bravo porque el Usumacinta y el Suchiate importan un comino. Pura indiada.
No lo hay, no hay engaño, a pesar de que los puros, los maestros de la ley, los fariseos, los saduceos de la teología del agandalle, de la hermenéutica oposicionista–panista o seudo izquierdista, más priísta que el doctor Camacho, se desgarren las vestiduras ante la moral del reino del tardío Huitzilopochtli, o de la Malinche.
Nadie puede concebir que los políticos busquen y practiquen lo político por amor a la política. Por amor a la patria. Nada de eso. Para ellos la patria es la plata, que de plata están rebosantes los veneros de la rusticatio mexicana, para bien de los políticos.
La política, amigos, es un negocio, una empresa, emprendimiento -¿así se dice ahora?– tan atractivo como la compra venta de teléfonos celulares, de expectativas, de luz y sonido, o de drogas que son delito porque están prohibidas. Y los políticos son unos simples, triunfadores, empresarios, tan empresarios como un miembro de la Canaco, de la Coparmex o de la Canacintra, o del club de banqueros.
En este contexto, no tengo idea de dónde sacan los panistas la propuesta de un Sistema Nacional Anticorrupción. A nadie le interesa, ni a los panistas mismos. Es un capricho de su líder, Ricardo Anaya. Para los políticos de cepa es mejor hablar de integralidad, como lo defiende Don Beltrone. Pero si el sistema anticorrupción o de integralidad no se aprueba nunca, mejor. Aunque si se aprobase, sabemos que la ley aquí, en esta tierra de volcanes y nopales, es letra muerta, y que sólo se aplica para defender los intereses de los poderosos.
Así que, amigos, amigas, no se desgañiten acusando de corruptos a los políticos. No, no son corruptos. Son simples empresarios. Además no entenderían por qué los acusan de corruptos, o de meterse en conflictos de interés. Lo que ellos hacen es negocio. Recuerden que sus intereses personales, familiares, de partido, o de mafia son los intereses de la patria. Así de claro.
Tan negocio es venderle a los mexicanos celulares, internet, aplicaciones, medios de comunicación, como venderles marihuana, cocaína, heroína, drogas sintéticas, o cuerpos humanos, o esperanzas, la mercancía con que comercian los políticos.
Además, hay algo en que las mayorías están de acuerdo y bien que lo practica: el que no transa no avanza. Así es, diría el sabio desadaptado, la desvergüenza, el cinismo, la desfachatez etc. Pero estas palabras tampoco están en la lexicografía de los adaptados al sistema de la transa.
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