Día 22. Palacio perdió dominio de la agenda de la crisis
OAXACA, Oax. 26 de septiembre de 2015.- Cuando conocí a Pamela tenía 7 años, y hacia responsable a su mamá de dibujarle todos los días en el rostro una sonrisa, y es que la mamá trabaja todo el día en la casa, pero le da prioridad a las actividades de sus hijos.
Pamela es la mayor de sus hermanos, pero al platicar con ella, uno se sorprende gratamente de escuchar a una niña tan vivaz e inteligente, y al interactuar se da uno cuenta, como convida sus dulces, sus colores, acepta sus derrotas, no hace trampa en los juegos, es tan cumplida con sus trabajos y tan sociable.
Vierte todo lo que ha introvertido. Esa interiorización es lo que primeramente aprendió del exterior.
Ariete S. dice: el niño precisa amor, amparo y aprobación en el sentido de sentir seguridad. El niño que es amado se da cuenta de que está necesitado, de que sus padres le cuiden, no porque deban, sino porque así desean hacerlo.
Quizá alguna vez has notado en los pequeños que no toman importancia a lo que sienten, por ejemplo una vez que a María su papá le encargó unos refrescos de la tienda, al cruzar la calle, una bicicleta la arrolló, de tal manera que sus entrepiernas quedaron severamente lastimadas, sangrantes.
Se levantó y llegó con los refrescos a su casa como si nada hubiese pasado. Tan solo cuando pudo estar sola, se revisó se curó y lloró.
Porque cuando un niño reconoce la necesidad de sentirse amado, adquiere esa fuerza y esa seguridad que te da ese reconocimiento, te das cuenta de que si regresas a casa, sangrando, lastimada: te curarán, se preocuparán, te consentirán.
Pero si sabes que ese accidente implicará un regaño más, el oír decir “una sola cosa no haces bien”, ¿rompiste los envases? ¡Cómo que no trajiste los refrescos!, hace que se pierda seguridad; pierde su propia estima, y entra en cuadros de gran ansiedad.
El ser humano adulto, requiere de la aceptación y la aprobación de los demás; por ejemplo la mayoría de las fotos que se suben al face, whatsapp, etc., tienen la intención que los demás vean, admiren y aprueben lo que estas muestran; cuando se tiene una cita amorosa ese día, al menos la mujer se probará medio closet y el caballero tratara de ir lo más presentable posible; y no se diga si se trata de una cita de trabajo, generalmente la persona candidata se presentará impecable, porque es parte del alimento emocional de las personas.
Un niño, que apenas está conformando su estructura psíquica, necesita saber que lo que hace tiene aceptación para los demás.
Pero cuando esta atmosfera que debería ser de amor, comprensión, aprobación; vierte reproches constantes, discriminaciones, criticas sarcásticas…su seguridad se siente minimizada.
Así como Pamela exterioriza las cosas positivas que sus padres le han inculcado, si estos son hostiles, groseros, criticones, envidiosos, rencorosos, justamente será lo que el niño va a verter en su camino por la vida.
Tampoco se trata de que los niños no tengan desaprobaciones, claro que debe haberlas, pero si estas son del diario, constantes, que nulifican, reprueban, rechazan; el camino de los niños se torna violento, gris, escabroso, y caminarlo lo llenará de ansiedad.
De ahí en adelante pensará que nada de lo que hace, está bien, que es malo, para hacer las cosas y malo de maldad, porque no cubre las expectativas de sus padres.
Cuando tu hijo te muestra sus primeros trabajos, reconoce el esfuerzo, el desempeño para hacerlo, ten la capacidad de confiar en él, no lo menosprecies, ni mucho menos hagas los trabajos escolares por él.
Es un trabajo que el niño hace para otros niños y si tú lo ayudas es un trabajo que haces para otro adulto. Tú ya viviste tu vida, deja que tu hijo viva la suya.
Elenita había hecho sus muñecos, que le habían pedido en la escuela, con unos calcetines viejos que encontró, como pudo les puso ojos, nariz y boca.
Por la noche cuando su madre llegó y los vio, “los compuso” lo mejor que pudo. Al otro día Elenita vio con gran desilusión, que todo su esfuerzo, su trabajo, su tiempo, su imaginación y creatividad, habían quedado desplazadas por el trabajo hecho por su madre.
Si tus hijos compiten en alguna actividad deportiva o intelectual, por ese simple hecho ya debes sentirte satisfecho y complacido; porque hay padres que con toda la proyección posible, reprenden a sus hijos delante de los demás ya que no metieron ese gol, o no corrieron el Sprint más rápido, o no contestaron debido a los nervios, a las preguntas de los jueces; ¡Que estúpido! ¡Qué tonto! ¡Nunca vas a dar más!
Si el niño siente que las expectativas de sus padres sobrepasan sus habilidades, son padres generadores de ansiedad, son personas inadaptadas, incapaces de dar y de reflexionar un momento sobre su propia vida, sus logros y sus fracasos pero sobre todo su capacidad de ser felices. Porque en el fondo no es que realmente deseen el desarrollo de sus hijos; es el tratar de vivir en ellos una vida que ya se fue, y que intentan recuperar a través de estos, por eso están en todos los detalles de todas las actividades que sus hijos realizan, exigiendo algo que ellos mismos nunca lograron, provocándoles una gran ansiedad que evoluciona hacia otros trastornos de la personalidad.
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