Diferencias entre un estúpido y un idiota
Oaxaca, Oax. 16 de julio de 2009 (Quadratín).- Creo, y no por exceso de vanidad, que pocas personas ignoran que el 21 de junio del año en curso, el Estadio Azteca, en la capital de la República, se vio colmado, y aun rebasado en su capacidad total (quizá por primera vez en su historia), por más de 100 mil antorchistas de todo el país que se dieron cita ahí para celebrar, con poesía, música, danza y canto de muy buena calidad, los 35 años de una lucha tenaz y abnegada del Movimiento Antorchista Nacional en favor de los que menos tienen. Al evento fueron invitadas diversas personalidades que, por razón de su función pública, han tenido relaciones respetuosas, y a veces comprensivas, con esta lucha de los antorchistas, entre ellas varios ex gobernadores y gobernadores en funciones. No hubo distingos partidistas o de afinidad política, aunque, obviamente, invitamos con particular atención a la dirigencia nacional del PRI, partido con el que nos identificamos en todo lo esencial.
Honestamente, debo decir que fue una ínfima minoría la que aceptó la invitación. A pesar de nuestros esfuerzos por contar con personajes como doña Amalia García Medina (PRD), gobernadora de Zacatecas, o como el contador Marcelo de los Santos Fraga (PAN), de San Luis Potosí, que además del trato justo al antorchismo de sus estados son bien vistos y apreciados por la gente, no fue posible y lo lamentamos. Pero es necesario hacer estas precisiones para mostrar que nuestro evento no fue planeado para servir de pedestal a ningún candidato, presente o futuro; que no fue un acto político-partidario y que no buscábamos con él, obtener prebendas ni posiciones para nadie. La invitación fue responsabilidad nuestra; la aceptación o rechazo fue decisión del invitado. Quienes asistieron al evento, lo mismo que quienes faltaron, hicieron uso de su irrestricta libertad para obrar como mejor convenga a sus intereses legítimos. No hubo pactos secretos con nadie; no pedimos, ni nadie nos ofreció tampoco, favores de ninguna clase. Los efectos político-electorales del evento son, como ocurre siempre en casos parecidos, una resultante automática, inevitable del mismo; y nosotros no tenemos ninguna responsabilidad en ello, como no la tiene el agua al mojar a quien se meta en una alberca.
En esta lógica, no hay complejo de culpa por la presencia de personalidades como la senadora María de los Ángeles Moreno, el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, o el gobernador de Oaxaca Ulises Ruiz Ortiz. Muy lejos de ello, aprovecho la oportunidad para hacer público nuestro reconocimiento a su deferencia; con ella le dieron calor y relevancia a nuestro acto a pesar de que sabían de antemano la embestida mediática que se les vendría encima. Y así ha ocurrido. Los ataques se han cebado en el gobernador Peña Nieto y, por supuesto, en Antorcha y en quien esto escribe. Lo menos que se ha dicho es que el licenciado Peña Nieto compró un espacio a los antorchistas para balconearse, con vistas a la elección presidencial de 2012; y de nosotros, que hicimos el negocio de nuestra vida chantajeándolo por su apremiante necesidad de publicidad. ¿Pruebas? En la mayoría de los medios informativos relevantes del país, nadie sabe con qué se come eso.
Un ejemplo. En la página web de la revista Proceso (Proceso.com), se publicó lo que sigue: La alianza roja de Peña Nieto. Cuenta Manuel Bartlett, ex senador y ex secretario de gobernación, que en alguna ocasión tuvo un encuentro desagradable, en sus oficinas del gobierno de Puebla, con un grupo encabezado por Aquiles Córdova Morán, dirigente histórico de Antorcha Campesina. Córdova Morán le exigió una cuota de alcaldes y de posiciones para su movimiento en varios municipios de Puebla. Para afianzar su reclamo, Córdova le presumió uno de sus padrinazgos: el de Raúl Salinas de Gortari, el hermano incómodo del ex presidente Salinas. Bartlett se negó a darle las cuotas de poder que los antorchistas pedían. Y así le fue. Bloquearon carreteras, reclamaron prebendas, en especial licencias para taxis y una serie de privilegios, todo a nombre de la lucha de clases y de eliminar la desigualdad social. Con estos antecedentes, no es de extrañar que el pasado domingo el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto fuera el invitado estelar a una magna concentración organizada por los antorchistas en el estadio Azteca de la Ciudad de México, para celebrar el 35 aniversario de este grupo que se fundó en 1974 y que ha degenerado en una de las redes clientelares más chantajistas y antidemocráticas del país. Hasta aquí Proceso.com.
Lo primero que tengo que decir es que lo que se le atribuye al licenciado Bartlett no contiene ni un átomo de verdad; se trata de un invento total desde la primera hasta la última sílaba. Conozco, creo que más o menos bien, al licenciado Bartlett; conozco de cerca su ideario político y su formación intelectual y, con base en ello, dudo mucho que sea el autor de esta patraña, aborto infame de una mente sucia, intelectualmente deshonesta, que no parece ser la del distinguido político poblano. No por eso dejaré de decir lo que debo: en el supuesto de que la fuente del ataque sea realmente el licenciado Bartlett, su formación de abogado y su conciencia de hombre probo lo deben acuciar a cumplir un deber elemental: el que acusa tiene la obligación de probar; de no hacerlo, su acusación queda patentizada como una simple calumnia. Pero, en el caso de que todo sea creación del redactor de la nota, nada tengo que exigirle porque no es razonable esperar nada de un sujeto semejante. Para rectificar, para reconocer un error o confesar que ha sido uno sorprendido en su buena fe, hace falta una gran dosis de honestidad; de respeto por la integridad ajena y un elevado sentido moral que, evidentemente, no pueden hallarse en quien ha salido a agredir, con toda alevosía y con armas tan sucias y envilecedoras como la calumnia y la difamación, a gente que, en rigor, nada le ha hecho y nada le debe. Con su pan se lo coma.