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Con Trump: no es campañita; entre la CIA y Boinas Verdes
Me gustaría que Dios estuviera vivo para ver esto H.S
Oaxaca, Oax., 08 de agosto del 2011(Quadratín).- No he podido conciliar el sueño en por lo menos
unas tres ojeras y veinticinco mil bostezos.
He tratado de comerme al mundo surrealista que me rodea por las noches, he robado esperanzas de algún capítulo de Extreme Makeover, Home Edition e incluso he tratado de perderme en la filosofía de vida de un tal Homero Simpson, sin embargo sigo sin poder dormir.
Cierro los ojos, apago la luz y busco perderme entre las cobijas de unos brazos sin rostro y no puedo dormir.
He caído en la mayor estupidez
culpar al mundo de mi falta de capacidad para cerrar los ojos y soñar, pero ni su luz, ni energía, ni sus aguas contaminadas o el aire que me hace toser peor que unos Marlboros piratas, me dejan dormir.
No es el mundo, me dice la almohada que se deforma mientras mi cabeza intenta reposar en ella.
Eres tú, es ella, es él, somos todos, son ustedes, esos que respiran y aseguran que piensan, los que siguen buscando la vida en las discusiones, los que sangran por el placer de sentir dolor, los que venden a sus muertos, los que desayunan filete, los que caminan sobre pieles de quince mil pesos, los que huelen a rosas y se desviven en un viaje en metro para vender su sonrisa.
Alrededor del mundo, existen seres, pocos, míticos que buscan iluminar, otros que entre besos y abrazos te recitan poemas, unos más que buscan en las letras su revolución, pero siempre queda la ironía de una gran mayoría que muestran en la realidad como el ser humano está lejos de ser eso.
Entre esas vueltas en un colchón viejo, sigo pensando, trato de dormir para soñar, pero el ruido de una sirena me desconcierta, por fuera, gritan los perros, ladran los hombres y mujeres, le aúllan al farol de una calle llena de putas, de drogas, de sangre, de politiquería, de víboras de traje y corbata.
Me levanto y siento sobre esa cama, quiero ir por un vaso con agua, pero mis pies no se atreven a tocar el piso de la madrugada.
Enciendo la televisión, escucho batallas, zonas de guerra, gritos. Veo sangre, llanto, dolor, trato de ser inmune, pero si ya perdí la capacidad de dormir, ahora qué viene.
Madrugadas y hay noticias, más sangre, pérdidas del hogar, la tierra, más llanto, sangre y dolor y discusiones por toda la orbe, de esas sin sentido, sin frases, sin palabras, sin construir.
Un poeta recorre las calles, pide dinero, quiere cambiar al país y admiro su estoicismo, pues a pesar de la futilidad de esos diálogos con seres imberbes, cuyas canas únicamente son testigos de los excesos de esos sodomitas, sigue luchando, hablando, soñando, llorando.
Fijamos nuestras esperanzas en esos personajes, que hacen algo por mejorar, por devolvernos la capacidad de dormir, de soñar, de vivir.
Quiero creer y me esfuerzo por hacerlo, pero mis ojos pocas veces encuentran refugio en la poesía de un día, o en una sonrisa o en los labios e ideas de esa mujer que tanto amo, he perdido esa capacidad y lo sigo lamentando, he perdido el sueño y sigo despierto.
@argelrios