
Vacía Soapa tanque de Infonavit El Rosario para lavarlo y sustituir agua
No hay futuro. Hazlo tú mismo
Oaxaca, Oax., 26 de septiembre de 2011 (Quadratín).- Entre la sangre que recrudece y pinta el pavimento de nuestros pasos, se van mezclando los pedazos de carteles, esas piezas de papel con rostros de quienes quieren una oficina más grande, quienes buscan una secretaria en minifalda mientras siguen regalando los granos de maíz a una tierra muerta y sin agua.
En esa ruta que cada día va quedando con la sangre seca, con esas costras de una enfermedad que la humanidad no alcanza a comprender, y cuya respuesta está frente el espejo que cada mañana nos despierta.
Aquí dónde los hipsters definen lo que conviene pensar y hacer. Donde lo mismo pasa con aquellos de traje y corbata, o con esos de huarache en oficina y bisteces en la casa.
Este es mi pueblo y el de ustedes, aquí donde la revolución no nace de ideas, ni palabras, son letras, sueltas, perdidas, con una sintaxis ortodoxa, que se pierden al momento de acariciar la boca y lengua a la salida.
Es en este pueblo donde el hambre nos sigue golpeando, donde hemos encontrado que la mejor forma de ganar es crear guerras ficticias, con una bandera roja y los gritos inn, queremos cambios, queremos revoluciones, y nos quedamos callados con tres pesos en la bolsa.
Nuestra gente,–esa que está comiendo unas tortillas y frijoles, con agua de la montaña, con alma de guerrera–, sobrevive porque está en su esencia la resistencia, porque su piel morena es un escudo, de llagas, sol y lágrimas de sal.
Somos aquellos que en estos tiempos seremos mercancía, valores de un mercado político, votos. Y nos inundarán de colores, rojos, verdes, amarillos, azules, en una caja negra, en una voz del campo, en un poste de luz extraviado.
Se viene la ola de mensajes que darán aquellos hombres y aquellas mujeres que ostentan el poder que les da un poco de maquillaje y cuentan sus ficciones a una realidad aparte.
Como telenovela, veremos cómo nos presentan a su villano y a su héroe, como epopeya barata y que nos sume en un tercer mundo, que está cada día más lejos.
Y nos exigirán vestirnos de colores, sentarnos en la mesa del aguante, donde nuestra conciencia se guarda, para poder aplaudir a intentos de cantantes en domingo o para soñar con ser protagonistas de historias de lunes a viernes en horario estelar.
Habrá voces que nos gritarán, nos pedirán despertar, nos dirán que la revolución está en la cultura, y tienen toda la razón, la mejor guerra es aquella donde no se derrama sangre y no existe un héroe, porque surgió del pueblo.
Se vienen tiempos crudos, duros, encrucijadas de violencia, de política, de diálogos, de discursos en una tierra donde el concepto de guerra es más importante que la revolución. Con palabras, con acciones, con libros, con miradas, con propuestas, y esas serán nuestras armas.
Por cada discurso de políticos, nosotros diremos dos. Por cada acto de campaña, nosotros pensamos en grupo, por cada voto, nosotros daremos un país.
El cambio de las estructuras, de esos conceptos que llevaron a muchos a las cúpulas de poder, son nada sin cultura; son fantasmas, sin creyentes; son voces mudas, si no existe quién las escuche; son nada, si no hay quién las transforme.
Hoy por lo pronto, sobre ese pavimento sangriento de un país del tercer mundo, armemos nuestra revolución desde el libro, desde la voz, desde la acción.
@argelrios
Foto:Archivo