
Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Oaxaca, Oax., 28 de noviembre de 2011 (Quadratín).- Este fin de semana estuve pensando en qué escribir en este espacio de columna, primero, mientras hacía el recorrido de Oaxaca al pueblo de mis raíces, allá en la llamada tierra del Totopo, camarón y queso seco, que dicho sea de paso, si no han tenido la oportunidad de probar alguno de esos manjares, no pueden decir que han estado, ni mucho menos que conocen el Istmo de Tehuantepec.
Así fue como en una camioneta suburban, de esas que te llevan de un lugar a otro con ritmos de salsa, cumbias y bandas, haciendo un cóctel musical del trayecto, estuve pensando en qué podría escribir para esta columna.
Cuando recientemente había tenido algunas experiencias con la marcha anual de los integrantes de la mafia magisterial, quienes mientras piden más apoyo, se roban carritos de supermercado, quienes exigen más respeto y rebautizan monumentos históricos a su conveniencia, quienes emiten sendos discursos a nombre del pueblo, mientras éste lo repudia y señala. Pero bueno, no sería lo mejor dedicarles a ellos esta columna, porque pues honestamente no seré uno de los beneficiados de aquel conflicto que llenó de humo y polvo de aquellas llantas viejas mi pulmón, porque pues pa que si no más que la verdá, ellos sufrieron más, porque pasaron frío, mientras le daban baje a quienes se atrevían a cruzar esas fronteras barriales o coloniales. Debían pagar su cuota, una especie de visa temporal, que te servía, por lo menos, para dormir en casa.
Pensé también en dedicarle este espacio a los legisladores, pero ante tanta rebatinga que siempre existe en la sede del Congreso local, me quedé dormido recordando los acalorados debates que se registran en este espacio de política local.
Y cuando quería seguir pensando, ya estaba yo en casa. Me habían dicho, lleva tu abrigo, porque dicen que hace mucho frío, a lo que hice caso, pero al poner un pie en suelo istmeño, un calor insoportable me pedía a gritos saciarlo con algún elixir etílico o de plano un sorbo de agua.
En casa, el recibimiento fue estupendo, como siempre, el abuelo se quedó despierto a la espera que mi arribo, y la plática nocturna, las risas, los abrazos, el hay café, un poco de estofado (el estofado es una comida típica del Istmo, que se sirve lo mismo en las bodas como en los velorios).
Pero el tema de mi columna me lo dio, precisamente mi viaje a casa, ya que a la mañana siguiente, al salir a comprar el boleto de regreso a la vida rutinaria, pasé a una de aquellas casas a comprar el queso seco, luego a una farmacia por unas pastillas para la inflamación de la garganta, una botella de agua y me detengo en la parada de autobuses a la espera de un taxi que me lleve de regreso a casa.
Asunción Ixtaltepec, así se llama el pueblo del abuelo, ahí crecí, ahí supe de la familia, y ahí fue donde el director de la policía municipal, se detuvo en seco, para bajar con toda prepotencia que identifica a por lo menos el 95 por ciento de los elementos de seguridad del país.
Serio y viéndome con unos ojos de ya te cargó, se bajó de esa camioneta donde sólo viaja El Jefe, y me pregunta, dónde vas, y yo viendo rara la pregunta respondo con un aquí a la sexta (la sección donde se ubica la casa del abuelo), de dónde vienes, fue la otra pregunta, de Oaxaca mi respuesta.
A la tercera pregunta ya me estaba riendo, traes una identificación.
Y mi respuesta, fue mejor en zapoteco y para decirle que era más istmeño que él, me reí y le dije dónde vivo y entonces me tomo la libertad de preguntar.
Ahora, por qué me quieres investigar, hice algo raro, estoy robando o en alguna falta administrativa, o porque parezco migrante, con una bolsa de plástico en la mano y mi cabello enmarañado con la barba.
No hubo respuesta, salvo un no te estaba reconociendo.
A lo que le dije, ¿reconociendo?, pero si ni me conoces. Quizá a mi abuelo, que vive aquí, pero a ¿mí?, yo vengo muy poco.
Cómo pudo, se despidió y subió a esa camioneta de los Jefes.
Llega el taxi, lo abordo y le platico mi caso, pero solo para que en ese medio de transporte iniciara una letanía que no me esperaba.
¡Uy!, esos son bien tranzas, tienen muy mala fama.
Ya cerca de casa, me dicen que los policías si le hacen honor a su mala fama, que son asaltantes, que se desquitan con los migrantes, que son aquello del cual sigue sufriendo nuestro México y que el presidente municipal, no actúa, ni ha dado una respuesta ante tantas irregularidades e ilegalidades que se viven en este pueblo.
Qué triste, fue el enterarme así, en un viaje corto a casa, de los males que lastiman a este pueblo, que ni bien celebra su primera tienda de esas que permanecen abiertas durante la madrugada, su gente sufre de la mano de aquellos que en la idea del deber ser, deberían ofrecer seguridad.
Fui víctima de los estereotipos, pero lo que es peor, me entero que mi abuelo sufre porque su voto no sirvió de mucho, cuando las autoridades electas permiten tantas irregularidades en aquellas tierras donde todavía existen quienes caminan en la búsqueda de un futuro para sus familias.
Cuando estaba en la terminal, a la espera de ese autobús que viaja a las 00:14 horas, entre las ondas de un aire frío (porque para la noche ya hacía mucho frío) y unas malas noticias de viajes retrasados, observé cómo sigue sufriendo este país, por su gente y seguimos culpando a los de armas largas, a los de cinturón piteado, a los de corbatas elegantes, a los chaparros de lentes, a los copete chistoso, pero no asumimos que nuestro voto y acciones son las que nos dejan así, desamparados.
Me quedé esperando, horas, para poder viajar. El regreso fue hasta las 3:00 am. El golpe fue de inmediato, ¡malditas esperanzas! Sólo por ti, votaré.
Ahora a dormir, que nos toca rodar en caminos conocidos, pero igual de peligrosos. Luego regresamos a la tierra del totopo, camarón y queso seco.
@argelrios