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De la misma manada
Oaxaca, Oax., 02 de agosto del 2011(Quadratín).- Salí a navegar un lunes de agosto por los mares de una ciudad acomplejada.
Entre ritos paganos de una sociedad resquebrajada, pude caminar, entre navegantes de formas inmaculadas, que se ganan la vida, celebrando aquellas nimiedades que los grandes capitanes ni siquiera consideran.
Esos navegantes que entre plumas y colores de una raza, encuentran un sello para refrendar sus sueño, una almohada para una cabeza atormentada y un mar con suficiente espacio para disfrutar de las letras diarias que ofrecen las calles y edificios murmurantes.
Entre esa multitud descubrí los rincones que tienen rostros deformados por tanta corrosión, por dejarse llevar por las mantas y telares de sueños cortos, de manos de una mujer de la vida galante, de ojos de un amante del oro, de unos estúpidos que ven en un cerro cobijado, la esperanza para sobrevivir paupérrimamente de los pocos frutos que pueda dar.
Entre cada ola de ese mar suburbano, llegan a mi cabeza, miles de gaviotas parlantes, de personajes sacados de algún cuento de Poe o de un filme de Hitchock, que picoteaban mi piel, dando forma a tatuajes que no puedo explicar pero que todavía me lastiman el alma.
Así llegué a la calle de Alcalá, navegué por ese andador y di vueltas en un zócalo que representa bosquejos de una representación bíblica, entre vendedores, sudores y seres vendiendo el culo por menos de lo que unos animales de gobierno nunca les darán, una pena, tristeza y baratijas de tercer mundo.
Cuando quise entregarme a la refrescante brisa de una mujer helada, descubrí que los pesares son tantos que los pilares de una esencia de sangre y llanto no serán suficientes, que el producto de suspiros asmáticos, son el presagio de una guerra por venir.
Cuando ves caminar a hombres y mujeres encima de una bestia de metal, cuando ves llorar a niños y niñas por un pedazo de lodo, cuando te atreves a sentarte en un parque por pretender hacer escuchar tu voz, son símbolos, son advertencias de una guerra por venir.
Cuando una plegaria se ha convertido en el grito de libertad, cuando caminas entre decapitados, cuando los hombres y mujeres mundanos están hasta la madre de esas pláticas de café, de las soluciones televisadas, de las fotos y flashes de paparazzos de tercer mundo, es cuando quizá te sorprenda que las revoluciones pueden nacer de un mar, de esas aguas que con llanto y sangre se vuelven cada vez más saladas.
Cuando dejé esa mujer amarga, y fui en busca de un café, me puse a ver el rostro de este mar, de este pueblo, de esta gente, de esos marinos, de esos estúpidos capitanes, de esos barcos sin forma, de aquellos que siguen buscando entre los residuos de libertad, mayor opresión, de esas sonrisas de infantes que lo único seguro que tienen es la inseguridad y me fui en busca de un resguardo ante esta guerra inminente.
De ese mar de revoluciones, de aquellas olas impacientes que buscan cobijo en mentes frescas, de brisas que te bañan de felicidad intermitente, mientras preparas el fusil para derramar sangre que sentarán las bases de una historia marcada por el olor a muerte y llanto.
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@argelrios
Foto:Archivo Quadratín