Mantiene Oaxaca éxito rotundo en el Festival Internacional Cervantino
OAXACA, Oax. 6 de noviembre de 2014.- Érase una vez cuatro chamacos defeños-mexiquenses que decidieron crear una orquesta a partir de la basura. Érase que llegaron a Oaxaca y armaron su reventón en grande.
El escenario: el foro de la Feria Internacional del Libro, en la Alameda de León; la audiencia: chiquillos preescolares; los instrumentos: pedazos de taza de sanitario, cacerolas, botes, tubos de cartón, mangueras, rines de llantas y hasta un casco de electricista.
Óscar, Flavio, Bryan y Fores hicieron las delicias de pequeños de varios centros preescolares de la capital, que acudieron la mañana de este jueves a disfrutar de la audición y también a aprender acerca del reciclaje.
«Orquesta Basura», el nombre de la banda, que lo mismo tocó música mexicana, que rock pesado, cumbias y pop.
Embelesados, los espectadores se emocionaron cuando apareció «Mamarracho», un músico-luchador que brincó entre las sillas de los pequeños, instrumento en mano.
“Orquesta Basura» nació en diciembre de 2008 en la delegación Gustavo A. Madero de la capital del país, inspirados en «Les Luthiers», grupo argentino.
Profesionales de la música, son egresados de varias instituciones, entre ellas de la UNAM, aunque no lo aparenten. Visten de manera irreverente, pantalones cortos, playeras, tenis, y hacen relajo cual adolescentes.
Los escolares, fascinados con la tocada, bailaron y hasta intentaron hacer la señal roquera con la mano alzada.
El sonido del «Manguerete» (clarinete), el «Trompecabeza» (trompeta), el «Banjo trastedemas», el «Lirodoro», la «Bombeta» y la «Botería», entre otros, crean música profesional, con artefactos de la calle.
Clarinete de manguera, pedazos de trompeta unidos a un casco, un Banjo con cacerolas, una guitarra con un rin de auto, una lira con la tapa de un inodoro, la batería con botes, son parte del instrumento de basura, que arranca notas orquestales que mueven a los pequeños.
Son más de 40 aparatos los que tienen, todos reciclados.
Una hora de sonidos alegres, únicos, mientras los pequeños comenzaban con su refrigerio. Y al final la clásica «¡otra!, ¡otra!, ¡otra!, ¡otra!», con la que cerró la banda su relajo.