Economía en sentido contrario: Banamex
No hay suficiente estimación ni sensación de autoidentidad
OAXACA, Oax. 18 de julio de 2015.- ¡Oh!, dijo Rafa, al encontrar el cuaderno de Cruz, la niña que hace dos meses se integró a su grupo de cuarto año. A pesar del retraso, sus calificaciones de medio año, son muy buenas.
Curioso lo ha ojeado y al final del mismo ha encontrado unos dibujos tan raros, personas con cabezas de animales, bebés que en lugar de orejas, tienen cuernos de venado, o personas totalmente sombreadas, como la oscuridad misma.
Su papá siempre la va a dejar. Tiene el cabello largo hasta la cintura y sus ojos color avellana parecen tan tristes, su uniforme siempre tan presentable y ella aliñada al cien.
Y juega tan bien al ajedrez, no hay quien le gane en el salón; ahora la ha estado observando, es el recreo y la lonchera con su comida, está intacta; no come, tampoco juega con nadie, y él percibe esa mirada suspicaz y de miedo, en sus ojos tristes.
Deja el cuaderno a su lado y se sienta junto a ella, lo abre justo en donde está el motivo de su asombro; ella los ve, los mira y dice…los veo así, pero luego desaparecen, ya no quisiera verlos, porque me provocan tanto miedo…
Cuando la dinámica familiar trastoca tan profundamente el alma y la mente de un niño, y se desliza perturbadoramente su personalidad hacia un vacío profundo, es un camino difícil de retornar.
Cruz ha andado ese camino, ha ido cayendo en ese pozo oscuro y profundo, a pesar de que las espinas hieren a cada paso su planta, a pesar de que mami no la quiere, que maldice el momento en el que esa criatura, contra todo pronóstico y propósito, se posicionó en su útero y creció y nació.
Cruz desde el día que nació, ha sentido como su madre la arregla como una verdadera muñequita, de tan linda; para después reprocharle todo el tiempo que pierde en ella, para gritarle, castigarla, encerrarla y obligarla a escuchar su infortunio, que como eco taladra en su mente “¡no te quiero!”, “¡siento que te odio!”, ¡tú me has hecho perder mi libertad y el amor de tu padre!
Cuando Margarita de la Cruz (mamá de Cruz), vio la luz y respiró el aire, causó una alteración en la armonía de la palabra belleza en sus padres; se le esperaba, blanca, delgada, exquisita, como su madre.
Aunque es la madre quien contribuye principalmente a producir las condiciones que hemos descrito, ambos padres han frustrado a la niña, eh aquí la combinación más corriente:
Madre dominante, regañona, hostil, que no da a la niña la ocasión para asegurarse a sí misma, casada con un hombre dependiente, inseguro, demasiado débil para ayudar a la niña.
A Margarita de la Cruz, le funcionó tener dos personalidades, una era la que sufría, se deprimía, se enojaba, a la que le había dolido tanto que le dijeran “fea” sus padres, porque no lo era, solo que no llenaba el formulario de perfección de ellos. La otra parte de sí misma, era la que trabajaba, estudiaba, se enamoró, y quiso tener a su hija, a la cual cuida y arregla con esmero, la alimenta y la quiere. Pero es tan breve ese tiempo, porque la otra es la que da órdenes y ella sumisamente obedece, es tan solo un huésped en ese cuerpo.
Cruz ha descendido hasta donde la parte malograda ha querido, ha sentido el sinsentido de la vida, le ha convidado de su odio, y ha sentido el rechazo de su madre así como ella a su vez también lo sintió.
Ahora están en terapia y Margarita de la Cruz, ha permitido que el huésped, su huésped, se sienta como en casa, porque le deja más tiempo de acción, le permite frecuentemente tener el control, quizá, en un tiempo considerable, pueda quedarse con una sola personalidad, esa que ha hecho a Cruz, encerrar en una cajita de madera los dibujos de sus alucinaciones, ya no verlos más y se sienta con más animo de iniciar los nuevos días.
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