Respuesta a la violencia e inseguridad
Oaxaca, Oax. 15 de junio de 2010 (Quadratín).- El establecimiento de cuotas de género en la reforma electoral del 2002 permitió que se incrementara el número de mujeres en el Congreso de la Unión; sin embargo la representación de las mujeres por las mujeres no implicó necesariamente un quehacer legislativo que redundara en leyes de igualdad que hoy ocho años después nos siguen debiendo.
Posteriormente, la reforma del 2008 que aumentó los porcentajes de cuotas de 30-70 a 40-60 por ciento me parece que nos hubiera puesto en el camino de la equidad, de no ser porque en una evidente interpretación misógina, los partidos asumen que el 40 por ciento es un techo para las mujeres y no un piso para cualquiera de los dos sexos.
A lo anterior hay que agregar que la reforma mantiene como excepción a las disposiciones de cuotas, las candidaturas de mayoría relativa que sean resultado de un proceso de elección democrático conforme a los estatutos de cada partido.
La asignación de candidaturas para el próximo proceso electoral oaxaqueño es un claro ejemplo de cómo los partidos políticos utilizan todas las argucias legales posibles para continuar limitando la participación de las mujeres en los procesos democráticos, ellas auspiciando su imaginación, bajo el lema de la unión hace la fuerza, se reunieron tanto de las izquierdas como de la derecha, debatieron y se convencieron de sus derechos, marcharon a las sedes de los partidos a exigir sus cuotas que de pronto se desdibujaron cuando al frente hicieron vértice las del PRI, PAN y PRD, vinieron los jaloneos, descalificaciones y la imposibilidad de diferenciar colores e ideas derrumbando tan artífices ilusiones electorales.
Al revisar las listas de candidatos al Congreso local de todos los partidos, comprobé que el porcentaje de mujeres que contenderán en esta elección por la vía uninominal es del 22 por ciento. Al ser cuestionados los partidos argumentan cínicamente que son los resultados obtenidos de un proceso democrático de selección interna de acuerdo a la ley.
A pesar de que los medios de comunicación dieron puntual seguimiento de la guerra intestina que se libró al interior de cada organismo político, donde sus integrantes se pegaron hasta con la cubeta para poder hacerse de una candidatura y en cuya rebatinga hubo de todo menos democracia, la designación unilateral y autoritaria determinó a los hoy candidatos. En tanto que en el caso de las muy pocas candidatas son cuestionables las imposiciones verdadera y literalmente patriarcales.
Así nos queda claro que en la designación que no es lo mismo que selección- de candidatos por esta vía, la equidad de género brilló por su ausencia.
Ahora bien, la reforma en comento mejoró el sistema de ubicación de candidaturas por sexo en las listas de representación proporcional, aumentando los segmentos de 3 a 5 candidaturas, de las cuales dos deben ser de sexo diferente.
Ante esta disposición electoral los partidos han encontrado un mecanismo para evadir nuevamente la ley, registrando fórmulas de candidatos en donde la propietaria es mujer y el suplente hombre, para que después de la toma de protesta las diputadas soliciten licencia y los ocupen sus suplentes hombres, el tan conocido caso de las juanitas.
El caso de las ocho diputadas federales que presentaron su solicitud de licencia a solo cinco días de haber asumido la curul puso en relieve esta situación que no es nueva, se da desde tiempo atrás y cuya exposición a la opinión pública no importó en lo absoluto a los institutos políticos que continúan con esta práctica.
De 140 mujeres que rindieron protesta al inicio de la actual diputación federal en septiembre pasado, sólo 129 continuarían en funciones hasta marzo, es decir, el porcentaje de legisladoras se redujo en un 2.3 por ciento.
Respecto al Congreso local, de 42 curules que existen nueve están ocupadas por mujeres, lo cual representa el 21.4 por ciento, situación que quizá no varíe mucho para la próxima legislatura, tomando en cuenta que de los cien candidatos en campaña únicamente 23 son mujeres.
Los anteriores datos nos demuestran que la paridad es un discurso que los partidos políticos encuentran redituable para sus fines, pero que dista mucho de ser parte de sus programas de acción y mucho menos de su visión política, pues no puede interpretarse de otra manera el hecho de que se promuevan reformas legales en este tema mientras que en la práctica las violentan una y otra vez.
La poca estatura política de los partidos se muestra de cuerpo entero cuando ni siquiera son capaces de respetar los derechos de sus mismas compañeras de lucha, de aquellas con quienes dicen comparten proyectos ideológicos que enarbolan la libertad, la igualdad y la justicia.
Qué clase de transformación social pueden ofrecer aquellos que no aceptan que en la democracia todas y todos contamos y contamos por igual.
A reserva de que al interior de los partidos políticos se analicen de manera seria y responsable los mecanismos para impulsar los liderazgos de mujeres y se garantice el ejercicio pleno de sus derechos políticos no como una concesión sino como el reconocimiento irrestricto a los principios de igualdad y justicia, la democracia sin las mujeres- seguirá siendo una falacia y la prometida sociedad progresista una quimera.
* Regidora de Equidad y Género del Municipio de Oaxaca de Juárez