Todos ustedes
-La crisis del 2012, en elecciones
-Candidatos eluden respuestas
Oaxaca, Oax., 2 de octubre de 2011 (Quadratín).- Los gobernantes de los países de alto desarrollo capitalista están jugando con fuego: en lugar de aplicar programas de ajuste y al mismo tiempo de regulación de las grandes corporaciones y bolsas, se están recargando sobre movimientos sociales de protesta callejera para eludir lo inevitable de la estabilidad macroeconómica.
Lo mismo José Luis Rodríguez Zapatero en España, que Papandreu en Grecia. Y hasta Barack Obama, cuyo programa de rescate aumento el desempleo, salvó a las grandes corporaciones, disparó el déficit presupuestal a dos dígitos y superendeudó a los EU está politizando y polarizando la crisis económica, pero sin resultados concretos porque de todos modos la recesión votará en su contra en noviembre del 2012.
A pesar de los primeros efectos internos de la crisis internacional en la baja en el índice de la Bolsa de Valores y el aumento en la especulación con el dólar con el correlativo encarecimiento de la divisa estadunidense, en los medios y en el ánimo nacional no parece haber conciencia de la dimensión de la recesión. Por lo pronto, el Fondo Monetario Internacional bajó en un punto porcentual su tendencia del crecimiento económico internacional, aunque con efectos diversos en los países afectados.
Por lo pronto, los datos revelan que las economías-locomotora, como los Estados Unidos y la Eurozona, van a registrar inevitablemente una fase de estancamiento económico con indicios de recesión. De acuerdo con las percepciones de observadores, una recesión supone dos trimestres con baja en el producto nacional. México se encuentra blindado a efectos negativos graves y drásticos, aunque de todos modos también existe ya una baja en las expectativas de crecimiento económico con impactos inmediatos en el desempleo. Los principales socios comerciales de México –los EU y Canadá– crecerán en el 2011 y el 2012 a una tasa debajo de la línea de flotación sicológica de 2 por ciento. Para México, los EU y Canadá son demanda que estimula la producción mexicana.
La crisis de los EU tampoco ha sido matizada en México; aquí sigue el enfoque político de un problema de gobernabilidad económica. Los mexicanos ven a Barack Obama todavía como un hecho histórico por el color de su piel y lo asumen como víctima de los sectores dominantes. El asunto es menor romántico: Obama fue electo no para reformar el capitalismo en función de los intereses sociales, sino para salvarlo; por ello es que los billones de dólares que destinó a la reactivación de la economía en el 2009 se usaron primero para fortalecer a las corporaciones, con la ingenua esperanza de que ahí se multiplicara el empleo; pero las corporaciones salvaron a sus acciones y los ejecutivos usaron parte del rescate para mantener el flujo de sus bonos y premios.
La reacción de la economía estadunidense a la estrategia de Obama fue negativa: el desempleo llegó a 10 %, el PIB cayó -3.5% en 2009, subió a 2.7% en 2010 y se prevé un promedio anual de 1.5% en 2011 y 2012, además de que el déficit presupuestal de 12% del PIB provocó un colapso político cuando el congreso, dominado por los republicanos, decidió esperar hasta el límite para la aprobación de un nuevo techo de endeudamiento, a cambio de un programa de recorte de gasto que afectará los programas sociales.
En Europa la crisis de la zona euro ha colapsado inclusive la viabilidad de la Unión Europea: la crisis de endeudamiento de Portugal, España y Grecia tiene a los bancos deudores al borde de la quiebra, además de que los paquetes de salvamento de los países en quiebra técnica exigen una media de 200 mil millones de euros que ningún país los tiene para apoyar. El camino de Europa no es más que el de programas de ajuste financiero basado en disminución del crecimiento, recortes presupuestales y de empleo público y alzas de impuestos, medidas que sólo indican una baja aún más pronunciada del crecimiento económico para el próximo lustro.
El efecto en México será en el crecimiento económico, sobre todo porque los gobiernos de los últimos sexenios carecen de habilidad para operar programas contracíclicos. Los criterios generales de política económica para el 2012 suponen una baja en la expectativa de crecimiento de medio punto porcentual, pasando del 4% estimado para 2011 a 3.5% para el 2012. Sin embargo, esta baja de medio punto estaba sustentada en una lenta reactivación de la economía de los Estados Unidos; sin embargo, los problemas de Obama y la prioridad de disminuir el déficit y la deuda pública supondrán una baja en el PNB estadunidense de 3.0% de 2010 a apenas 1.5 en el 2012.
El debate político mexicano no ha incluido la crisis económica internacional en sus variables de estudio y menos se han estimado los efectos negativos de esos signos internacionales en las expectativas de crecimiento económico mexicano. Por lo pronto, la tasa de desempleo de agosto volvió a repuntar y a fijar una nueva marca negativa, con lo que se estarían dando las primeras señales de la recesión internacional en México. Lo grave del problema internacional radica en el hecho de que no tiene signos de reactivación sino hasta, quizá, el 2014. El presupuesto federal para el 2012, entregado la semana pasada a la Cámara de Diputados, registra ya las primeras decisiones de enfriamiento de la economía en previsión de los brincos especulativos. La demanda de dólares también la semana pasada, producto de la caída de las bolsas internacionales y la mexicana, mostró un corrimiento de los ahorradores de los valores bursátiles al dólar, provocando una devaluación especulativa de 15%.
La inestabilidad económica ofrece un panorama negativo para los próximos dos años y lo que queda del 2011. Paradójicamente, los países más afectados están viendo con pasmo el cruce de dos variables: recesión económica y procesos electorales. En los EU Obama enfrenta con pocas expectativas las posibilidades de su reelección en noviembre del 2012 justamente por la recesión y los candados que le pusieron los republicanos a su gasto; en España el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero encara una derrota electoral el próximo 20 de noviembre por las tendencias del voto que le dan una ventaja de 14 puntos porcentuales al conservador Partido Popular; en Grecia el gobierno socialista de Papandreu ya no puede sostenerse por las protestas sociales contra su programa de ajuste fiscal que implica desempleo, pobreza y aumento de impuestos; y en México habrá elecciones en julio del 2012 aún con el peso de la severa caída del PIB de -6.5% en el 2009.
El dilema gubernamental en el mundo capitalista es muy sencillo de plantear: cómo lograr el voto de los electores si no se puede ofrecer bienestar por la crisis económica. Obama está tratando de reactivar su demagogia discursiva para mantener cuando menos la esperanza. Sin embargo, el problema es más sencillo pero imposible en la política: una reformulación de la política económica para generar ahorros internos y estimular el crecimiento; lo malo, no obstante, radica en el hecho de que los gobernantes no quieren sacrificios ni ajustes y desean solamente más fondos para seguir gastando lo mismo. Ahí es donde se localiza la parte más complicada de la crisis: salir de la crisis manteniendo el populismo económico.
La negativa de los gobiernos a reorganizar sus políticas económicas está llevando justamente a situaciones límite y al mantenimiento de las condiciones de la crisis. El mundo capitalista desarrollado está padeciendo crisis como las de México con los populismos de Echeverría y López Portillo: ajustes económicos para enfriar la economía y comenzar de nuevo en situaciones de bienestar perdido. Es paradójico que en esos años mexicanos los EU y Europa presionaron a México para aplicar los rudos programas de ajuste del FMI y hoy esas mismas naciones se niegan a cumplir con la regla de oro de la economía de que no se puede crecer con desequilibrios.
La crisis económica está mostrando ya el fin del modelo de la globalización y de los sistemas financieros especulativos y con ello está terminando el ciclo de la edad de oro del capitalismo. Pero es la hora en que las mismas naciones en crisis no se atreven a llamar las cosas por su nombre y se niegan a las reformas que deben de liquidar justamente los becerros de oro de la codicia y la especulación. Por ejemplo, apenas se está discutiendo la Tasa Tobin, un impuesto especial a las transacciones bursátiles que hasta ahora los gobiernos con fuertes bolsas de valores se niegan siquiera a considerar.
En medio de los efectos negativos en desempleo y recesión, los gobiernos de los países capitalistas se niegan a discutir las grandes reformas para refundar el capitalismo con menos espacios de especulación. Pero el momento pudo haber llegado: los reclamos sociales, los votos en contra y las grandes marchas en los países desarrollados se están convirtiendo en factores de presión para los gobiernos y en elementos de debate de la reforma económica internacional.
Obama ya cometió el error de trasladar el problema del agotamiento de la política económica a su confrontación electoral con los republicanos, en lugar de encabezar una reunión como la de Bretton Woods después de la segunda guerra mundial para relanzar entonces el capitalismo. Así, los países desarrollados van a aceptar el sacrificio de sus nacionales para no reformar el capitalismo.
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