
Copa Mundial de la FIFA 2026, más que fútbol, un campo para emprender
Oaxaca, Oax., 14 de agosto del 2011(Quadratín).-
+ Crisis: ¿y los responsables?
+ Obama: la incompetencia
Gobernantes y dirigentes políticos no tienen excusa. La crisis económica se veía venir por dos razones: las dificultades para reanimar la reactivación económica luego del colapso del 2008 y la previamente anunciada crisis de la deuda estadunidense. Ahora nadie debe sorprenderse. Ni siquiera debe quejarse el gobierno del presidente Barack Obama por la disminución en la calificación de su deuda por la calificadora Standard & Poor´s porque se veía venir pero el habitante de la Casa Blanca le apostó al pánico para doblegar a los republicanos y aumentar el techo de la deuda antes del plazo fijado por los tiempos económicos.
Ahora Obama aparece con el rostro cansado, sorprendido por la baja en la calificación. Y no es para menos: los bonos estadunidenses son los que marcan los tiempos y valores del capitalismo y ahora pueden convertirse en papeles basura, como algún país quebrado del tercer mundo. Lo que queda no es tanto la certeza de un juego de fuerzas que perdió Washington, sino la falta de previsión estratégica del presidente de los Estados Unidos. En voz baja, en los pasillos del poder de Washington hablan de la impericia de Obama y de su paso fugaz por el Senado sin aprender los juegos de poder.
El problema de la deuda de los EU, que empujó al mundo a otro periodo recesivo, tuvo dos espacios políticos: la negociación de un aumento en el techo de la deuda y la recomposición de los republicanos por el fortalecimiento del grupo conservador Tea Party. Pero lo que los demócratas y seguidores en el mundo no quieren entender, es que la lucha de fuerzas de Obama con el congreso republicano es natural en tiempos políticos preelectorales. Obama quieren pasar hoy como la víctima de la politización de la deuda estadunidense, pero sin reconocer que un aumento a tiempo en el techo de la deuda hubiera sido una victoria política que le hubiera colocado casi en la reelección automática. En los Estados Unidos todo es política y todo es poder.
Lo paradójico es que Obama sabía el problema que crecía por su tozudez en doblegar a los republicanos pero aun así echó el volado a la suerte. Y hoy se quiere convertir en la víctima de los conservadores republicanos que no están de acuerdo con las estrategias progresistas de la Casa Blanca. Sin embargo, en mayo pasado, Obama no vaciló en tomar el teléfono para llamarle al presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y presionarlo para que aplicara un programa de ajuste conservador, neoliberal, de recorte del gasto, para seguir teniendo acceso a los créditos. Y luego Obama siguió aplicando programas populistas y de gasto similares a los españoles, sin hacer caso de las voces que lo conminaban a atender el déficit presupuestal y el monto de la deuda. Nadie se atrevió a llamar por teléfono a la Casa Blanca para exigirle al presidente estadunidense una mesura en la política económica.
El fondo de la crisis en los Estados Unidos está relacionado con los problemas del colapso de 2008 heredado por George W. Bush pero la aplicación por Obama de una estrategia –avalada paradójicamente por el Fondo Monetario Internacional, entonces dirigido por el socialista francés Dominique Strauss– basada en la ampliación del gasto público y rebajas fiscales para reactivar la economía, pero sin atender el problema de los ingresos. Hoy el déficit de los EU llega a dos dígitos, la deuda anda en 14 billones de dólares pero la economía creció a una tasa promedio de 2 por ciento pero sin generar empleos. La falta de actividad económica no detonó la reactivación; hoy se ven en el horizonte un par de años de decrecimiento económico.
Obama cometió el error de tomar decisiones populistas sin racionalidad económica. Sin embargo, el problema no fue en sí el populismo sino la falta de efecto en la actividad económica. El presidente de los EU, por ejemplo, destino miles de millones de dólares para salvar a la industria automotriz –subsidios a la empresa y subsidios a los compradores para cambiar su parque vehicular–, las empresas eludieron la quiebra y ya recuperaron sus tasas de utilidades, pero la economía en general sigue en la lona. Ello quiere decir que Obama salvó a las corporaciones y a sus accionistas –ya los ejecutivos volvieron a subirse los bonos de beneficio personal– pero sin lograr un impacto en la economía.
A los Estados Unidos se le acabaron las recetas. Por ello, el debate comienza a darse, como a finales de los sesenta, en torno a la crisis general del capitalismo luego de la terminación del patrón oro. Pero más que un colapso final, en realidad el mundo asiste a la terminación –por enésima vez– del orden económico y financiero fundado sobre dos decisiones estratégicas: el Pacto de Bretton Woods y el Consenso de Washington. Es decir, el capitalismo y la globalización, el sistema financiero y el mecanismo de producción. El Grupo de los 20 países más ricos del mundo ordenó un mecanismo de supervisión de las corporaciones, pero los Estados Unidos se han opuesto a aplicarlo; hoy se pagan las consecuencias de la complicidad del poder financiero.
Obama llegó al poder con la expectativa de los pobres, de la mayoría silenciosa de los Estados Unidos; pero ha gobernado para la restauración del capitalismo. Sus decisiones progresistas no pudieron doblegar la codicia del capitalismo, pero tampoco hubo iniciativas audaces ni la construcción de una base de consenso social mayoritario: falló la reforma de salud, no pudo impulsar la reforma migratoria, careció de fuerza para utilizar el gasto público a favor de nuevas relaciones sociales. Obama gastó y gastó y ahora las sociedades del mundo pagan los platos rotos de ese falso progresismo o de ese progresismo demagógico.
Las expectativas son inciertas pero no prefiguran el fin del mundo; sólo anuncian una baja en las tendencias del crecimiento económico y por tanto en una tasa alta de desempleo mundial. Eso sí, la recesión ha comenzado a quebrar los frágiles acuerdos sociales de estabilidad, lo mismo en las dictaduras árabes del norte de África que en el propio Medio Oriente y sobre todo en Europa. Las movilizaciones sociales contra la crisis se están orientando contra el sistema de representación política porque los políticos no responden a las exigencias de la sociedad sino a los objetivos de estabilización: España, Grecia, Portugal y ahora Israel.
Lo malo, al final del día, es que el sistema capitalista carece de respuestas, la socialdemocracia no sabe equilibrar finanzas públicas y la derecha neoliberal sólo aplica ajustes de estabilización recesivos.
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