
México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
Oaxaca, Oax. 08 de abril de 2013 (Quadratín).- Entre los gritos y palos de los maestros de la Coordinadora y el humo de los gases lacrimógenos de la policía, cuando menos tres puntos se debaten en la actual fase del conflicto magisterial:
1.- El centro del problema no radica en la evaluación elevada a rango constitucional por la mayoría nacional, sino en la lucha de la Coordinadora de maestros disidentes del SNTE por cambiar la forma de gobierno representativa por una popular de poder directo del pueblo vía la insurrección popular. Es decir, la CNTE se está convirtiendo en el núcleo de los movimientos antisistémicos mexicanos.
2.- Los padres de familia se han convertido en el factor más sensible de la crisis magisterial a partir del dilema de fondo: ¿confiarían la educación de sus hijos a maestros que usan pasamontañas, ejercen la violencia, utilizan palos y tubos para agredir instituciones y funcionarios, incendian autos, se plantan en puertas de empresas privadas para impedir su trabajo, golpean a ciudadanos hasta matarlos –como el empleado de la gasolinera en el conflicto del 12 de diciembre 2011 por la escuela normal de Ayotzinapa– y quieren imponer un gobierno popular de ejercicio directo del poder?
3.- Los maestros disidentes de la CNTE han llevado el conflicto hasta la situación límite: el escenario de la relación obrero-patronal. Los maestros son trabajadores porque tienen firmado un contrato colectivo de trabajo; por tanto, el uso de la violencia y la forma en que quieren imponer sus condiciones de absorción de la función educativa que le corresponde al Estado sería un mensaje hacia otras relaciones laborales. ¿Qué ocurriría si sindicatos de empresas privadas deciden romper el clima laboral, abrogar el contrato, parar labores por razones políticas no consideradas en las leyes laborales y tomar por asalto los centros de trabajo? El objetivo final se localiza en el traslado de la tarea educativa del Estado a maestros disidentes que conforman la minoría del SNTE.
Pero la lucha –hasta ahora– de los maestros de Guerrero están reproduciendo un modelo de lucha político ya conocido: el de Oaxaca en el 2006. Hace siete años, la revisión anual de concesiones con los maestros estatales condujo a una crisis que terminó el año con la intervención de la policía federal, el arresto de dirigentes y de hecho la desarticulación del movimiento que quería derrocar al gobierno estatal.
Guerrero está aplicando el modelo Oaxaca casi como copia al carbón:
1.- Protesta contra una decisión que se encuentra dentro de las facultades constitucionales del Estado y del contrato colectivo de trabajo. Los maestros han abandonado sus puestos de trabajo sin cumplir los requisitos legales para la huelga –el paro es una figura laboral inexistente– y con ello han afectado la célula educacional productiva.
2.- Escalamiento de las protestas afectando empresas privadas, vialidades e instalaciones públicas y empresariales para provocar la intervención policiaca de los gobiernos federal y estatal. La represión buscada sería una bandera de lucha.
3.- Definición de una agenda de protestas contra la represión policiaca y alrededor de ella la conformación –como ya se anunció en Guerrero– de un movimiento popular conformado por organizaciones civiles también antisistémicas, incluyendo algunas células guerrilleras.
4.- La protesta contra un aspecto magisterial se convierte entonces en la propuesta de cambio de forma de gobierno: de la representativa a la de ejercicio directo del poder popular.
5.- Por tanto, el movimiento magisterial pasa del tema de evaluación a una insurrección sistémica contra la forma de gobierno representativo.
La crisis de Oaxaca en el 2006 fue igual: los maestros de la Sección XXII instalaron un plantón en el centro de la ciudad capital para conseguir mayores prebendas económicas, el gobierno estatal organizó un desalojo fallido, la XXII pasó a la lucha social violenta, las organizaciones civiles se aglutinaron en la APPO con la XXII como centro político e ideológico, las marchas exigieron la renuncia del gobernador priísta Ulises Ruiz Ortiz y la instalación de un gobierno comunal, de ejercicio directo del poder a mano alzada y el movimiento involucró a la Secretaría de Gobernación. La salida oficial fue la de centrar el tema en una agenda social, pero la APPO se asentó inflexiblemente en la caída del gobernador y para ello instaló barricadas expropiando espacios territoriales de soberanía del Estado, además de atacar violentamente a las autoridades. Sin ninguna salida negociada por el cambio de gobierno federal, la Policía Federal intervino con fuerza para recuperar el control institucional de la ciudad capital de Oaxaca.
La nueva variable en la crisis magisterial en Guerrero se localiza en el hecho de que el gobernador en funciones, Angel Aguirre Rivero, salió del PRI para ser candidato del PRD y ganó las elecciones, por lo que la administración actual es por tanto perredista. Este dato es importante si se asume el hecho de que el PRD es un partido de oposición que lucha por una agenda de centro-izquierda, hasta ahora la única vía institucional con la que cuentan las formaciones de esa parte del espectro ideológico.
En la medida en que los maestros disidentes hasta ahora de Guerrero y Oaxaca –una evidente mayoría ante el control nacional del SNTE– carezcan de un espacio institucional partidista, sus posibilidades de lucha se van a salir de la legalidad para instalarse en la lucha insurreccional y no a favor de una exigencia concreta –de la evaluación operada por la Secretaría de Educación Pública a una autoevaluación manipulada– y por tanto el campo de batalla estará ajeno a la que señalan las leyes y de hecho dentro de las acciones policiacas para enfrentar acciones de afectación de derechos de terceros.
El paso siguiente de los maestros de Guerrero será el de construir un frente popular de lucha violenta contra el sistema. Pero a la luz de Oaxaca, las posibilidades de victoria de la CNTE en Guerrero son escasas porque su agenda es minoritaria y se encuentra bastante lejos de cualquier aventura populista de poder directo del pueblo. Al final, todos los movimientos de protesta violenta suelen pasar de ¡la revolución ahora! a pre-sos po-lí-ti-cos li-ber-tad!
, como en Oaxaca 2006.
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