
México cambiará para siempre el uno de junio
+ CNTE: acuérdense de Oaxaca
+ Curia: decidir entre poder o fe
México, DF. 07 de abril de 2013 (Quadratín).- La confrontación de varias secciones sindicales magisteriales contra gobiernos estatales es producto de cuando menos tres circunstancias:
1.- La modernización de Salinas que abandonó a los gobernadores y los dejó entre dos fuegos: la negociación directa con el SNTE de Elba Esther Gordillo y la negociación secundaria con las se4cciones radicales alineadas a la CNTE.
2.- La decisión de Estado de permitir el funcionamiento independiente de las secciones cuando el titular del contrato colectivo es el SNTE.
3.- La conformación de las secciones radicales de la CNTE –Estado de México, Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Guerrero– como un poder paralelo del Estado, aunque con recursos del Estado en revisiones contractuales y con un modelo alternativo de nación.
El colapso político de Oaxaca en el 2006 fue un aviso que desdeñaron las fuerzas políticas locales, los partidos nacionales y el gobierno federal panista. La Sección XXII se alió con los grupos radicales antisistémicos para intentar derrocar al gobierno priísta de Ulises Ruiz Ortiz e instaurar un gobierno de poder popular, de ejercicio directo de la administración por las organizaciones y una forma comunal de poder social.
Por tanto, el conflicto que ha enfrentado a secciones sindicales magisteriales con los gobiernos federal y estatales no se localiza en el tema de las evaluaciones de maestros sino en el hecho de que esas organizaciones gremiales operan ya como organizaciones políticas que buscan el acceso al poder por canales de presión social callejera para cambiar la forma representativa republicana de gobierno por una de ejercicio del poder social directo.
La estrategia de la disidencia magisterial no es secreta: se trata de utilizar la movilización social callejera como un factor de presión para disputar el control de la relación obrero-patronal en la educación; sin embargo, la educación representa el poder de la formación de la conciencia de los niños. Y a pesar de que la educación no es un servicio productivo –como el de una fábrica–, las secciones magisteriales disidentes paralizan las clases en función de sus intereses y con ello afectan el proceso educativo de la juventud.
Los interesados en tener indicios sobre el rumbo que buscan las secciones magisteriales disidentes harían bien en revisar con sentido crítico el problema de la insurrección magisterial y popular en Oaxaca en 2006 no sólo para derrocar al gobierno electo sino para cambiar la forma de gobierno. Un buen indicio de lo que buscan los maestros disidentes se encuentra en los ensayos de Pablo González Casanova reunidos en el libro El poder al pueblo:
La democratización de la sociedad y el Estado plantea la necesidad de que el pueblo trabajador participe en el poder del Estado, en la producción y en los frutos del desarrollo, enfrentando una sociedad no sólo dividida en clases sino en sectores de clase.
Lo que se encuentra en el fondo de las confrontaciones es el establecimiento de una nueva hegemonía: una alianza popular de grupos radicales antisistémicos y el Estado nacional en proceso de recuperación de espacios expropiados por poderes fácticos, poderes salvajes y poderes disidentes. Por tanto, la lucha por la educación se debe visualizar en el contexto de la reforma del Estado y de la reorganización, desde el sistema representativo, del proyecto nacional de desarrollo.
CURIA: PODER O FE
a designación del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como papa Francisco abrió una nueva oportunidad para discutir el problema central de la iglesia católica: su papel como cabeza de la fe católica del mundo y sus casi mil 500 millones de creyentes y su estructura de poder terrenal metida en la geopolítica de las grandes potencias.
La renuncia del papa Benedicto XVI puso el espacio para el debate: su alejamiento del cargo por no haber podido poner orden en la problemática de la institución religiosa, lo mismo por los fraudes con fondos del Banco Vaticano que por el pesado fardo de los abusos sexuales protegidos por la propia estructura de la iglesia, pasando por el punto delicado que abrió el propio cardenal Bergoglio con su papel en el periodo de la dictadura militar 1976-1983 guardando silencio ante la represión de los derechos humanos.
La iglesia estaba obligada a abrir un periodo de reflexión sobre sus problemas como para recuperar la autoridad moral para influir en los problemas mundiales. Sobre todo, por el problema de los abusos sexuales en su versión de pederastia que tanto ha sacudido la conciencia moral del mundo. Las interpretaciones a la renuncia de Benedicto XVI han enfatizado su falta de fuerza personal e institucional para poner orden en los sacerdotes acusados de abuso sexual de menores, por lo que se asumió el hecho de que le dejó a los cardenales la pesada tarea de designar a un sucesor con la suficiente energía para darles a los responsables un castigo ejemplar y público.
Sin embargo, el papa Francisco pareció eludir desde el principio el tema central de su gestión y orientó su definición hacia la pobreza, otro tema sin duda central en una iglesia riquísima pero con fieles sumidos en el abandono del desarrollo. Y si bien el tema de la marginación es parte sustancial de las tareas pastorales de la iglesia católica, la verdad es que la opinión pública estaba atenta a algunas señales del nuevo pontífice en el tema de los abusos sexuales. De ahí que los primeros análisis de la votación del colegio cardenalicio a favor del cardenal Jorge Mario Bergoglio hayan mostrado la decepción por la falta de una definición enérgica sobre el problema de, los abusos sexuales que implican, de origen, una falla en la vocación sacerdotal que contiene el principio del celibato como pilar de la fe de quienes se dedican a propagar la fe.
Lo quiera o no el papa Francisco, el tema de debate está abierto: la Curia romana es una institución de poder terrenal o una instancia para renovar la fe religiosa intemporal. El dilema tiene que ver con los principios de existencia misma de la iglesia católica porque no se trata de desviaciones laterales sino de vicios que violentan los principios fundamentales del sacerdocio: el compromiso con los pobres, la condena contra los gobernantes brutales y el celibato como eje de la religiosidad de quienes tienen el poder de influir en la conciencia de los creyentes.
El primer corte de caja de las definiciones del papa Francisco fue decepcionante para quienes esperaban mayores definiciones de la tarea de la iglesia para redimirse a sí misma, lo que podría encarecer las decisiones que de todos modos el papa y la Curia romana tendrán que tomar contra las denuncias cada vez más crecientes de abusos sexuales de sacerdotes. Si el nuevo papa no asume una definición en el corto plazo –no más de seis meses–, el costo de fe será mayor y podría tambalear la autoridad moral de la iglesia católica.
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