Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
+ Cárdenas: sólo marcha, no proyecto
+ Despilfarro de petróleo sin protestas
OAXACA, Oax. 18 de marzo de 2014 (Quadratín).- Antes de encabezar la marcha en defensa del petróleo que habrá hoy en la ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas tuvo otra oportunidad para explicar por qué el cardenismo nunca derivó en un proyecto nacional.
Y quizá la respuesta sea tan poco comprensible que por eso los cardenistas prefieren primero la oposición a reformas que la evaluación de lo que se hizo con el petróleo como propiedad del Estado. Y la parte de la repuesta que hasta ahora los cardenistas han eludido podría provocar rubor: Lázaro Cárdenas fue un activo del PRI, su proyecto de desarrollo –educación, ejido, petróleo– sólo se entiende en el PRI.
A lo largo de su existencia, el PRI convirtió a Cárdenas en un ídolo político, lo mismo con el PRI de Miguel Alemán que el de Díaz Ordaz, Echeverría y hasta De la Madrid. Uno de los ideólogos del nacionalismo petrolero, Jesús Reyes Heroles, fue director de Pemex durante el sexenio de Díaz Ordaz y el tecnócrata Mario Ramón Beteta dirigió la política petrolera en el gobierno de Miguel de la Madrid.
El cardenismo nutrió el proyecto nacional priísta de 1940 a 1990, independientemente de la filiación ideológica de los presidentes de la república y de la orientación coyuntural del modelo de desarrollo. El quiebre del proyecto cardenista ocurrió con el nuevo proyecto nacional de Carlos Salinas de Gortari, a quien Cuauhtémoc Cárdenas enfrentó como candidato presidencial en 1988. Pero si se recuerdan esos años, Cuauhtémoc defendía el proyecto nacional del PRI de Ávila Camacho a De la Madrid.
En las elecciones de 1988 se dio el choque de México con su historia.
Cuauhtémoc contabilizó en las cifras oficiales marcadas por el fraude electoral y la desconfianza un tercio de los votos, meta nunca antes alcanzada por algún candidato opositor. El mensaje de las cifras tuvo una lectura que los cardenistas eludieron: la historia oficial revolucionaria ya no alcanzaba para una mayoría sino sólo para un tercio. Las votaciones para el PRD bajaron en 1994 y 2000 y recuperaron el tercio en el 2006 abajo del panista Felipe Calderón –en otra elección marcada por las irregularidades– y en el 2012 regresaron al tercio pero ya con un PRI recuperado con el apoyo de los votos desencantados del PAN.
El problema fue muy complejo. Las elecciones presidenciales de 1994 y 2000 perfilaron opciones de proyectos de desarrollo, pero los perfiles de los candidatos se colocaron por encima de las ideas. Y las elecciones del 2006 y del 2012 fueron marcadas por la lucha personal de López Obrador por el poder y, como Cárdenas, el regreso al populismo priísta de los sesenta y setenta.
Pero a pesar del perfil neopopulista, Cárdenas y López Obrador consolidaron su caudillismo personal ajeno a un proyecto nacional de desarrollo y ninguno de los dos, hasta ahora, ha definido un proyecto cardenista o neocardenista de desarrollo. La defensa del petróleo quiere sólo retrotraer la situación energética a antes de la reforma del presidente Peña Nieto, con todo y los vicios, deficiencias, corruptelas y carga laboral que ha dañado a la riqueza.
En los setenta y cinco años de expropiación petrolera, de 1938 a la reforma de finales de 2013, el llamado cardenismo priísta nada hizo para defender el petróleo en manos del Estado ni para insertarlo en un proyecto nacional de desarrollo popular. El problema ha sido histórico: la propuesta de Lázaro Cárdenas, en el fondo, no fue la de un desarrollo social real sino que en su origen llevó la carga de sus contradicciones y deficiencias: un capitalismo monopolista
del Estado, sólo que con convivencia entre empresarios y Estados como los beneficiarios de la acumulación de capital.
De 1940 a finales de 2013, las élites priístas y un poco las panistas que gobernaron dos sexenios operaron en una dimensión política e ideológica bizarra: nacionalista y populista en el discurso pero pro empresarial en la realidad. El petróleo se utilizó para aceitar la maquinaria de producción capitalista sin que el Estado haya podido –ni siquiera haya querido– modificar la estructura de distribución de la riqueza a favor de la concentración de capital; en esos años, Pemex quedó en manos de sus beneficiarios directos: la burocracia política y sindical y algunos programas asistencialistas menores.
La iniciativa de reforma en energética del presidente Peña Nieto para permitir la participación privada en labores de exploración mostró los alcances del cardenismo: mantener la propiedad absoluta del petróleo aunque la riqueza siguiera en manos de burocracia, sindicato y empresas privadas, a una reforma para dinamizar el sector y establecer mecanismos de una mejor distribución de la riqueza petrolera.
La marcha que encabezará Cuauhtémoc hoy 18 de marzo estará en el mismo escenario: el simbolismo de la decisión del general Cárdenas pero sin definir un proyecto cardenista de nación, que tendría su espacio lógico en el PRD priízado y ajeno a la izquierda socialista. Por eso, paradójicamente, Cuauhtémoc, el PRD y López Obrador exigirán que el petróleo regrese al status priísta del pasado, pero todavía sin presentar una alternativa viable que cumpla con el sueño del general Cárdenas: el petróleo para el bienestar de los mexicanos.
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@carlosramirezh