La Constitución de 1854 y la crisis de México
OAXACA, Oax. 7 de marzo de 2014 (Quadratín).-La celebración de los 85 años de vida del PRI pasó, como era previsible, sin pena ni gloria, a pesar de que sigue siendo urgente la necesidad de hacer más compatible el proyecto del PRI con el México del presidente Peña Nieto por las reformas.
En la ceremonia del martes en la noche no hubo sorpresas. El discurso del presidente de la república fue formalista, en tanto que el del presidente nacional del partido, César Camacho, pecó de vacío, de demagógico y de subordinado a los intereses presidenciales.
Ciertamente no podría haber sido de otra manera, pero se esperaba cuando menos más contenido en el texto de Camacho.
El evento mostró, eso sí, la coalición dominante en el PRI: la presidencia de Camacho es coyuntural, honoraria, figurada y de transición.
De hecho, la actividad del tricolor en los primeros catorce meses del gobierno del presidente Peña Nieto el PRI no se vio en el partido sino en el Congreso: la aprobación de las reformas estructurales mostró un PRI disciplinado, en tanto que el PRD y el PAN
en el Congreso evidenciaron las fracturas profundas en sus organizaciones.
Los grupos de poder en el PRI ahora están en espacios muy específicos: la presidencia de la república, las bancadas legislativas y los gobernadores, y en menor medida –mucho menor– en las estructuras corporativas del partido.
En las reformas estructurales que tuvieron chicotazos, por ejemplo, en el sindicalismo priísta –el arresto de la maestra Elba Esther Gordillo, la reforma educativa y la reforma energética con repercusiones en el sindicato petrolero–, no necesitaron de trabajo extraordinario en el partido: el sector obrero sigue más sometido que nunca al poder presidencial.
El poder en el PRI se ha trasladado en realidad al poder legislativo, con la funcionalidad de los gobernadores como operadores de sus respectivas bancadas estatales federales. Por tanto, el PRI, como nunca antes, es un partido electoral; se verá con mayor amplitud en las elecciones legislativas federales de 2015 cuando el reparto de candidaturas se convierta en una reorganización de los grupos de poder.
El asunto se ve complicado para el partido. Si bien Camacho en el 85 aniversario mostró que el PRI está bajo control, la situación se puede salir de cauce cuando se confirmen las tendencias de la próxima bancada legislativa: si actualmente son 210 diputados entre distritales y plurinominales, las primeras encuestas revelan que en el 2015 podrían ser menos de 200, con un avance del partido-movimiento de López Obrador aunque sin rebasar el 10 por ciento de las curules.
Aunque sigue siendo el partido más fuerte por la cohesión interna, el efecto negativo de algunas administraciones de gobernadores afectarían la acumulación de curules legislativas.
A ello se debe agregar el saldo bastante magro de la actividad económica, a pesar de las reformas estructurales. El bajo crecimiento económico de 2013 –menos de uno por ciento– disminuirá la tendencia de actividad económica de la primera mitad del año. Para impactar en las expectativas, el país necesita un PIB promedio de 4%-5% para el trienio, hasta ahora difícil de lograr porque se requerirá crecer a seis por ciento en 2014 y 2015.
La estabilidad interna en el PRI logró pasar sin sobresaltos la reforma energética, sobre todo porque algunos sectores preveían separaciones por la apertura a la inversión privada en la exploración petrolera.
Los liderazgos legislativos de Manlio Fabio Beltrones y de Emilio Gamboa mostraron que el poder priísta estuvo y seguirá estando en el legislativo y, por el control de legisladores federales, en los gobernadores.
De todos modos, al PRI le hace falta un discurso político e ideológico compatible con las reformas estructurales. Salinas de Gortari reformó el PRI después de la privatización del ejido, de la venta de paraestatales y de la consolidación del mercado como eje de la producción: su discurso de 1992 preparó el cambio de Luis Donaldo Colosio del PRI a la novísima Secretaría de Desarrollo Social como catapulta hacia la candidatura presidencial.
De ahí que la reforma del PRI pueda venir después del 2015, con el PRI afianzado como primera fuerza política legislativa y terminado el ciclo de reformas constitucionales.
Un nuevo PRI será necesario para que el presidente Peña Nieto prepare su sucesión presidencial para finales de 2017 y principios de 2018.
Como se están viendo las cosas políticas, en los partidos hay una tendencia al abandono de las ideologías y una mayor fuerza en la construcción de liderazgos elitistas.
La competencia electoral en las urnas se dará en función de compromisos de programas sociales contra la pobreza y sobre todo de aparatos electorales, y más aún con las nuevas reglas electorales más estrictas y con mayores posibilidades de anulación de votaciones.
Así, el PRI se olvidará para siempre de la Revolución Mexicana, el PRD dependerá del neopopulismo para clases pobres y el PAN del pragmatismo en los diferentes grupos internos.
Las ideologías cada día son más piezas de museo que propuesta social para los votantes: los votos serán, así, meros intercambios de favores, entradas de demandas y salidas de programas. Y ahí el PRI y el PRD tienen más posibilidades que el PAN.
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@carlosramirezh