Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
MÉXICO, DF. 19 de enero de 2014 (Quadratín).- Si bien la crisis en el PRD, el lopezobradorismo, el cardenismo y Ebrard se ha enmarcado en el espacio de análisis de la crisis de la izquierda en México, el problema primario podría ayudar a posicionar bien las cosas: en México no existe una izquierda, ni como partido, ni como ideología, ni como cultura política. No es gratuito que el colapso de la Revolución Mexicana como pensamiento político haya contribuido a la crisis ideológica.
A pesar de que el término de izquierda se ha querido interpretar en función del acotamiento de teorías del siglo 19 y de los primeros tres tercios del siglo 20, la izquierda es la posición y pensamiento que representa los intereses del proletariado o clase trabajadora u obreros o factores no propietarios de producción y su objetivo es la conquista del poder para instaurar el socialismo como propiedad estatal de los medios de producción o comunismo como sociedad sin clases.
La teoría política como pensamiento ideológico no debe permitir flojedades, porque no falta mucho para que también haya menos rigor estricto en el análisis de otras corrientes teóricas o de pensamiento, el fascismo por ejemplo. Por tanto, la izquierda es socialista o no es. En todo caso, entre el centro progresista y la izquierda socialista hay un punto intermedio –o limbo– que localizaría la flexibilidad ideológica: la socialdemocracia como posición de preocupación por el bienestar social, las condiciones de pobreza y la conquista de derechos, pero no la aspiración de poseer la propiedad de los medios de comunicación.
En México la izquierda en el siglo 20 estuvo en el Partido Comunista Mexicano (1919-1981, PSUM 1981-1986 y PMS 1887-1989), cuya ideología marxista-leninista fue siempre muy clara y definitoria, a pesar de algunos vaivenes ante el poder institucional del régimen de la Revolución Mexicana. Hasta su desaparición en 1987 para ceder su registro al Partido de la Revolución Democrática formado por expriístas cardenistas de la Corriente Democrática, el PCM fue marxista y socialista.
El principal problema ideológico de la izquierda fue la Revolución Mexicana. Y no era para menos: la izquierda socialista que accedió al poder aprovechó rupturas revolucionarias; pero el socialismo a en el primer decenio del siglo 20 era incipiente, desorganizado, anarquista, utópico. Y la Revolución Mexicana estalló en su centralidad teórica como revolución democrática expresión de lucha en las élites por el poder; por eso Madero consumó la Revolución con las elecciones democráticas de noviembre de 1911.
Lo malo para ese movimiento eminentemente político-electoral fue que la lucha armada despertó a los demonios revolucionarios: Zapata encabezó a los obreros, los trabajadores pugnaron por mejoras en las condiciones de vida y el viejo régimen saltó a la lucha a través de Huerta, Villa se convirtió en un poder revolucionario de los desposeídos y Carranza encauzó la lucha hacia una Constitución que agrupara todas las demandas de todos los grupos. Eso sí, la Revolución eludió asentarse en una ideología. En cambio, la Revolución Rusa fue impulsada por los marxistas de Lenin, buscó la destrucción del Estado zarista e instaló el marxismo como doctrina única.
El Partido Comunista Mexicano tuvo sus peores momentos en el largo periodo de su fundación en 1919 como parte de la estrategia de la Internacional Comunista y careció de una reflexión teórica sobre la Revolución Mexicana, llegando inclusive a momentos que quisiera olvidar en que participó en la coalición que llevó la candidatura presidencial del general Álvaro Obregón en 1920, se negó a apoyar la candidatura de Lázaro Cárdenas y que entusiasta militante de la política del presidente Miguel Alemán.
Así que la izquierda socialista en México no tiene la mejor historia. De hecho, el PCM comenzó su etapa de corrección ideológica en 1956 con un posicionamiento teórico propio, ahora sí marxista leninista, posición que mantuvo hasta su disolución en 1989. El PRD, nacido de las cenizas del PCM, no retomó el marxismo.
La izquierda mexicana ha tenido que vivir con la Revolución Mexicana atada al cuello; en el periodo de lucha 1958-1968, de las grandes rebeliones obreras comandadas por el PCM hasta el movimiento estudiantil que tuvo en la Juventud Comunista del PCM a su principal fuerza teórica, política y de liderazgo, el marxismo permitió una reinterpretación de la Revolución Mexicana; sin embargo, las luchas del PCM condujeron siempre a la derrota y la represión. Al final, el PCM se movió como partido de élites y de liderazgos, no como partido de masas; luego del aplastamiento de los líderes comunistas en grandes sindicatos, el PCM se fue alejando paulatina pero inexorablemente del movimiento proletario.
La izquierda socialista-comunista se movió en el dilema de asumir el PCM como partido en busca del poder político institucional o como fuerte grupo de presión para usar su influencia en la consecución de políticas sociales. Pero el problema central se localizó en su análisis del régimen político de la Revolución Mexicana y por tanto su incapacidad para entender el populismo de Echeverría y López Portillo y para explicar la ola neoliberal, además de que no llevó ese debate a las masas. Al final, el PCM se atrincheró en los espacios universitarios y ahí perdió su relación proletaria.
La izquierda perdió su referente ideológico al concluir que los conceptos marxismo y leninismo y el escudo de la hoz y el martillo impedían su presencia en las masas no proletarias. El PCM con su escudo ganó el 5% de los votos en las legislativas federales de 1979 y bajó a 3.5% en las presidenciales de 1988 pero ya como PSUM y en 1988 se sumó a la candidatura de Cárdenas. A partir de estas experiencias, el PCM-PSUM-PMS decidió disolverse como partido marxista-leninista y aportar su registro para la fundación del PRD, pero sin influir en la definición ideológica del nuevo partido.
La izquierda ha tenido tres etapas: su fundación y subordinación a la Revolución Mexicana, su fase marxista-leninista y su participación en el PRD. Ahora ha entrado en una cuarta que coloca a la izquierda más al centro que a la izquierda, inclusive composiciones más conservadoras que la socialdemocracia europea que se sigue asumiendo socialista aunque no comunista. De ahí que la autodenominada izquierda debe comenzar primero por definir su rumbo ideológico, luego reconsiderar sus bases proletarias y entonces redefinirse como partido. Si no, seguirá como un grupo caudillista.
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