Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
MÉXICO, DF. 30 de marzo de 2014 (Quadratín).- El petróleo y el (supuesto) cardenismo II/IV. La decisión de la candidatura de 1988 no se iba a dar en función de grupos o personas sino de proyectos, un hecho político no muy novedoso en el sistema político priísta aunque enmohecido por el juego en las élites. Cuauhtémoc Cárdenas se dio cuenta del hecho –y también el disidente Heberto Castillo, entonces líder del Partido Mexicano de los Trabajadores– de la continuidad del proyecto económico. La crisis devaluatoria de 1976, el colapso devaluatorio de 1982 y la expropiación de la banca privada en 1982 habían asentado en el país un conflicto entre dos proyectos de nación, resumidos por Carlos Tello y Rolando Cordera como el proyecto nacionalista y el proyecto neoliberal, el primero encabezado por los trabajadores y aliados y el segundo por las élites financieras educadas en los Estados Unidos. La disputa por la nación se resolvió en 1981 con la designación de De la Madrid como candidato presidencial, a partir del Plan Global de Desarrollo 1980-1982 y encontraría continuidad con la nominación de Salinas de Gortari como candidato presidencial para el periodo 1988-1994.
El proyecto cardenista, existente pero siempre negado, se reducía a la lista de reformas cardenistas que modificaron la Constitución: el reparto de tierras, el ejido, el petróleo expropiado para el desarrollo, el papel del Estado como garante de los acuerdos productivos entre los factores de la producción, el apoyo a las luchas obreras en sus confrontaciones con los empresarios, el papel activo del derecho de huelga, el apoyo total a la producción agraria, el nacionalismo como ideología, el apoyo a las luchas internacionales por la democracia y contra las dictaduras, entre los puntos más importantes.
Sin proyecto cardenista real o programático, Cuauhtémoc Cárdenas provocó fisuras en el PRI en 1987 y 1988, aunque jugó mal su estrategia y se vio obligado a salirse del PRI esperando que el partido oficial se desfondara; sin embargo, sólo una pequeña élite lo siguió. Del discurso de Cuauhtémoc de 1985 en Michoacán sobre la Revolución Mexicana al discurso de su candidatura presidencial del Frente Democrático Nacional hubo sólo la figura de Cuauhtémoc y no el lanzamiento de un proyecto nacional cardenista; peor aún, Cuauhtémoc redujo su bandera de campaña a la democratización de los procesos electorales y a la propuesta de una oferta populista de gobierno, siguiendo los cánones del estilo personal de hacer política de su padre el general. Así, la primera derrota de Cárdenas fuera del PRI fue doble: un fraude electoral y un proyecto neoliberal de desarrollo que implicaría la privatización del ejido y el fin de la política agrarista de Lázaro Cárdenas.
Ante la derrota electoral, Cuauhtémoc Cárdenas presionó con manifestaciones callejeras pero evitó la ruptura institucional. En el grupo salinista hubo preocupación por las manifestaciones, pero con el dato poco conocido de que sólo una protesta de más de dos millones de personas obligaría a la anulación de elecciones; y en los hechos, las manifestaciones eran de menos de doscientas mil personas. A ello se agregó la decisión estratégica de Cárdenas de evitar la violencia y la provocación y de buscar las vías pacíficas.
La salida política a las elecciones de 1988 fue la fundación de un partido político. El PRD nació de un doble venero: el viejo Partido Comunista Mexicano de la hoz y el martillo y la Corriente Democrática del PRI de Cárdenas con el simbolismo del apellido. Los comunistas le cedieron al PRD el registro y el control ideológico del partido al bajar las banderas del marxismo-leninismo; en la coyuntura estaba ya visto el final del modelo soviético. Así, el PRD buscaría ser otro tipo de partido, más parecido al viejo PRI y menos al modelo de los partidos comunistas apuntalados por la Unión Soviética. El nuevo partido mexicano buscaría enfrentar el modelo neoliberal de De la Madrid-Salinas de Gortari. La idea fue audaz, aunque nunca se llevó a la práctica: Cárdenas creó al PRD y lo dirigió tres años (1989-1993) sin consolidar una propuesta de proyecto de nación, a pesar de que fueron los años clave de entronización del proyecto salinista de nación y de las grandes reformas; y en lugar de las masas, el PRD nació con una estructura corporativa de corrientes, posteriormente calificadas como tribus.
Cárdenas fue un buen líder del PRD hacia su interior, pero un deficiente presidente del partido hacia los sectores progresistas del país. Nacido del ambiente festivo de conquista democrática de 1988 cuando la coalición cardenista tuvo, en la contabilidad oficial, un 30% de los votos –la cifra más alta alcanzada por alguna oposición en la historia electoral del régimen de la Revolución Mexicana–, pero el PRD perdió su capacidad de organización político-electoral: en las elecciones legislativas federales de 1991, con Cárdenas como presidente del partido, el PRD fue aplastado por el PRI y despojado de sus espacios de avance: en elecciones de diputados, el PRD pasó del 20% logrado en la coalición de 1988 a sólo 8% como PRD en 1991 y sólo 16% en 1994. El PRI salinista, en cambio, pasó de 49% en 1988 a 58.6% en 1991. La elección de 1991 se dio después de las primeras reformas salinistas. El dato lleva a un hecho: el PRD no supo convertir en activismo político la oposición a las reformas salinistas. Y lo proe fue que el PRD venía de la herencia ideológica del PCM pero Cárdenas no supo dotar al nuevo partido de un programa ideológico que ganara adeptos y votos.
En marzo de 1992, cuando el PRD estaba bajo la presidencia de Cárdenas, Salinas de Gortari anunció el fin del ciclo histórico de la Revolución Mexicana en el PRI y la incorporación a los documentos priístas del concepto del juarista “liberalismo social” pero nunca logró cohesionarlo como ideología. Ese salto cualitativo en el PRI no causó estragos entre los priístas que ya habían descontado el cambio de ideología y se ajustaron a las nuevas reglas políticas para seguir teniendo espacios en cargos públicos. La ley del 6 de enero de 1992 privatizó el ejido y el PRD se perdió en la ausencia de un discurso ideológico que pudiera movilizar a los campesinos que aún vivían en sus casas con imágenes del general Cárdenas. A la distancia se percibe que Cárdenas desaprovechó la crisis de la ideología revolucionaria del PRI de 1992. En las elecciones de 1994, aún inclusive con el temor al alzamiento del EZLN, Cárdenas y el PRD se desplomaron electoralmente al tercer sitio: 16.6% de los votos, contra el 30% de 1988, en tanto que el PRI que había sido sacudido con una severa crisis política y un alzamiento guerrillero ganó las elecciones con el 48.7% de los votos. La apreciación no sale sobrando: Cárdenas y el PRD no supieron capitalizar la reforma neoliberal de Salinas de Gortari.
En el largo periodo de diez años, de 1989 a 1999, el PRD tuvo su dirección política en las tres figuras dominantes del grupo priísta-cardenista que irrumpió en 1988: Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador y en ese espacio de tiempo político se consolidó la liquidación del proyecto político simbólico de la Revolución Mexicana, no sólo sin que el PRD significara alguna oposición real a esas reformas sino –peor aún– sin que el PRD asumiera el liderazgo político para defender a la Revolución Mexicana.
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