Respuesta a la violencia e inseguridad
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MÉXICO, DF. 19 de marzo de 2014 (Quadratín).- Si la esencia de la reforma energética del presidente Peña Nieto fue el espíritu de la reforma constitucional del presidente Lázaro Cárdenas, entonces los cardenistas deben aclarar si también van a revertir la reforma cardenista de noviembre de 1940 para abrir la puerta a la inversión privada después de la expropiación.
El espíritu de la reforma cardenista del 9 de noviembre de 1940, a tres semanas de entregar el poder al conservador Manuel Avila Camacho, no fue otro que la percepción del presidente Cárdenas de que el Estado no sería capaz de desarrollar la industria por los requerimientos de inversiones y la capacidad técnica para mantener funcionando los pozos pero no para otros.
El presidente Cárdenas expropió el petróleo a empresas extranjeras –es decir: expropiación-nacionalización– el 18 de marzo de 1938 pero no la plasmó en la Constitución, por lo que siguió vigente la reforma de Abelardo Rodríguez de enero de 1931; el 9 de noviembre de 1940 el presidente Cárdenas reformó el artículo 27 para agregar el criterio de que “no se expedirán concesiones” aunque dejó abierta la puerta en las leyes reglamentarias. Pero en ambas reformas se dejó clara la propiedad del subsuelo.
La reforma constitucional de Peña Nieto introdujo la posibilidad de contratos a particulares, pero “en cualquier caso, los hidrocarburos en el subsuelo son propiedad de la Nación y así deberá afirmarse en las asignaciones o contratos”.
La expropiación de Cárdenas en 1938 se dio en el contexto de una rebeldía de las compañías extranjeras a las leyes y las autoridades mexicanas; de ahí el escenario hipotético: ¿qué hubiera ocurrido si las empresas extranjeras hubieran aceptado el laudo de las autoridades laborales? Cárdenas no hubiera expropiado el petróleo que de suyo ya era propiedad de la nación como lo había mandatado la Constitución de 1917. En el fondo, ninguna reforma al 27 constitucional ha planteado la privatización del petróleo o la entrega del recurso a la propiedad privada nacional o extranjera.
La expropiación le dio al Estado mexicano el control total del petróleo, desde la propiedad hasta la comercialización. En setenta y cinco años de propiedad total el país sólo tuvo la posibilidad de potenciar el petróleo durante el gobierno de López Portillo con el aumento en la explotación, producción y exportación, pero sin nuevo modelo de desarrollo ni controles anticorrupción.
A lo largo de tres cuartos de siglo, el petróleo fue un botín para funcionarios, burocracia dorada, líderes sindicales y empresarios, pero no para la ciudadanía porque ésta tuvo que pagar altos servicios petroleros. Los casos de La Quina y de Carlos Romero Deschamps ilustran cómo la decisión cardenista benefició a unos pocos.
La lucha de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador contra la reforma energética del presidente Peña Nieto quiere restaurar el viejo orden burocrático que permitió el uso del petróleo para una oligarquía; es decir, retrotraer el manejo petrolero a antes de las reformas. Si acaso, la lucha por el rescate petrolero debería moverse en un doble escenario ajeno al pasado petrolero y al proceso económico:
1.- De cumplirse con las exigencias de Cárdenas y López Obrador, la abrogación de las reformas petroleras beneficiaría al sindicato de Pemex de Romero Deschamps, a su estructura de control de contratos y a la opresión de los trabajadores, además de la estructura de propiedad de las plazas y su tráfico.
Asimismo, a los empresarios que seguirían recibiendo petróleo subsidiado. Y de paso, la oligarquía de empleados de Pemex seguiría succionando la riqueza petrolera para una burocracia dorada. Es decir, restaurar ese pasado que ahora se conoce mejor por sus deficiencias.
2.- La modernización de la economía señala que el gran debate mundial ya no es por la propiedad de las empresas sino por su utilización. Y por el tono de las reformas de diciembre del 2013, el petróleo seguirá siendo propiedad de la nación porque sólo se abre la intervención privada vía contratos, no concesiones.
De ahí que el tema central es saber para qué modelo de desarrollo se va a usar el petróleo; y ahí Cárdenas, López Obrador y el PRD sólo hablan de neopopulismo, de programas asistencialistas de regalo de dinero como la Venezuela de Chávez y no una estructura productiva para potenciar la planta industrial y la calidad del empleo.
Por lo demás, Cuauhtémoc, López Obrador y el PRD deberían aclarar si también van a reformar la reforma de Lázaro Cárdenas de noviembre de 1940 que abrió las puertas a la empresa privada, o si sólo se trata de una lucha de corto plazo para construir en cualquiera de esas tres instancias el centro motor del sector centro-progresismo-neopopulismo-izquierda con miras a las elecciones legislativas de 2015 y desde luego las presidenciales de 2018.
Y en todo caso, Cuauhtémoc, López Obrador y el PRD le deben a la nación una explicación de las razones del general Cárdenas para dejar abiertas las puertas a la inversión privada en petróleo con la reforma de noviembre de 1940.
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@carlosramirezh