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Tareas de Claudia sin AMLO: economía y Casa Blanca
+ Nuevos escenarios de la política
+ Pero faltan desarrollo y consenso
México, DF. 10 de marzo de 2013 (Quadratín).- El sorpresivo arresto de la presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo, modificó parte de los escenarios políticos: mientras el PRI alentó el Pacto con México como una forma de meter a la oposición a acuerdos negociados, el gobierno priísta hizo uso de los instrumentos del poder que pocos creyeron que podían ocurrir.
Los mensajes de la acción judicial contra la lideresa de más de un millón y medio de trabajadores de la educación mostró la existencia, luego de gravísimas crisis que tambalearon al sistema político, de la derrota presidencial del PRI en el 2000 y de la recuperación priísta de la presidencia de la república con apenas un tercio de los votos nacionales, la capacidad de movilidad del Estado y de la titularidad del poder ejecutivo federal.
La interpretación del arresto de Gordillo ha querido insistir en que los dos gobiernos presidenciales panistas –Vicente Fox 2000-2006 y Felipe Calderón 2006-2012– carecieron de decisión para ajustar cuentas con el SNTE, pero en realidad las cosas fueron diferentes: el PAN en la presidencia de la república no pudo conformar una estructura sólida del poder ni supo ejercer el poder omnímodo de la presidencia de la república y por ello prefirió utilizar a Gordillo-SNTE como aliado político-electoral.
En este sentido, los escenarios de la política, luego de doce años de alternancia panista pero sin modificación de la estructura de poder, son los mismos que el PRI dejó en el 2000: el Estado, el presidencialismo y los mecanismos de legitimación judicial y mediática. Lo peor que se le puede criticar al PAN en el docenato 2000-2012 fue la incapacidad primero para identificar el poderío de las estructuras institucionales de la política y el gobierno y luego no saber hacer uso de ellas para objetivos de largo plazo.
El PRI regresó a la presidencia de la república y se encontró que la vieja estructura de poder que el PRI fundó en 1929 seguía intacta, algo enmohecida en algunas partes pero eficaz a la hora de tomar decisiones. En enero de 1989 el entonces presidente Salinas de Gortari liquidó políticamente el cacicazgo político-sindical de Joaquín Hernández Galicia La Quina y se apoyó en una movilización sin precedente del ejército; en el arresto de Gordillo no hubo necesidad de movilización militar. Los hilos políticos del sistema priísta fueron suficientes para controlar los daños potenciales.
En este sentido, el nuevo gobierno priísta se reinstaló en el poder en medio de decisiones polares: el uso de la fuerza política para liquidar un cacicazgo político contra el PRI pero con recursos del gobierno priísta vía el contrato colectivo del trabajo del SNTE con la SEP pero al mismo tiempo la capacidad para utilizar acuerdos plurales como base de una nueva gobernabilidad política a través de agendas coincidentes entre las tres principales fuerzas políticas y legislativas.
Con estos dos instrumentos de gobierno, ahora al PRI le corresponderá tomar la iniciativa política para las reformas que permitan romper con el dique de contención de mayores tasas de crecimiento económico. La asamblea nacional del PRI que modificó los candados económicos formó parte de los nuevos espacios de posibilidades de decisiones de fondo que el PRI va a caminar en los próximos meses, pero a condición de que se tengan resultados concretos en cuando menos tres puntos fundamentales: mayor crecimiento económico, mayor empleo en el sector formal y reducción drástica y rápida de la pobreza nacional.
El regreso del poder político al Estado, que se había perdido primero con las decisiones neoliberales de Salinas de Gortari y luego con la incapacidad de dos gobiernos panistas para crear un núcleo de decisiones, podría facilitar la toma de decisiones pero también correría el peligro de regresar a la atrofia de un Estado excesivamente dominante. La única salida a este dilema se encontraría en una reforma democrática del sistema política con un nuevo consenso constitucional.
Las decisiones de reconfiguración del Estado y de su fuerza hasta ahora han dejado ver la posibilidad de crear un centro de toma de decisiones, pero aún no aclara el tipo de decisiones. El presidente Peña Nieto ha definido algunos indicios de la presidencia democrática, pero lo que le hace falta al país es la reingeniería del modelo de desarrollo; porque un fortalecimiento del Estado sin espacios de distensión democrática suele conducir al atrofiamiento de las posibilidades del desarrollo nacional, que fue lo que le ocurrió a México en el gobierno de Salinas de Gortari y antes en los de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.
De ahí también la importancia de que el PRI y el gobierno federal priísta se apresuren a exhibir sus propuestas de democratización y desarrollo para aprovechar la expectativa social que dinamizó el golpe judicial contra Elba Esther Gordillo. Algunos críticos parecen olvidar que la decisión contra Gordillo tuvo el antecedente primero de la reforma laboral que aprobó Felipe Calderón como iniciativa preferente y luego la reforma educativa en materia de mayor calificación de los maestros como primera iniciativa de Peña Nieto pero avalada por el PRD y el PAN.
Como parte de la reconfiguración de las instituciones nacionales, el PRI aprovechó su XXI asamblea nacional para modificar sus documentos básicos en temas económicos, pero sin contextualizarlo en un nuevo proyecto nacional de desarrollo. Ciertamente que el gobierno de Peña Nieto, en el contexto del Pacto por México, presentará una iniciativa de reforma hacendaria, pero el PRI debió de haberse preocupado más en definir parte de la iniciativa para no quedar en un mero instrumento del poder presidencial, y más cuando el PRI será el espacio de consenso de grupos priístas afectados por la nueva política fiscal.
Hasta ahora el país ha ido conociendo a posteriori algunas decisiones que tendrían que ver con la redefinición del modelo de desarrollo, pero sobre hechos consumados de efectos políticos de corto plazo. Al presidente de la república le sigue faltando un discurso central de su objetivo de rediseño de la viabilidad nacional de desarrollo para ir colocando poco a poco las piezas parciales que vayan saliendo.
De todos modos, los indicios señalan una cuarta etapa del modelo de desarrollo, luego de la estatista del largo periodo 1929-1970, del populismo 1970-1982 y del reformismo neoliberal 1982-2012, se encuentra en el fondo de las decisiones del gobierno de Peña Nieto.
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