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México, DF. 05 de mayo de 2013 (Quadratín).- Las relaciones México-Estados Unidos no han sido fáciles por un factor que hasta ahora ha sido imposible de erradicar: el conflicto histórico del siglo XIX cuando problemas internos y el expansionismo de la naciente potencia le quitaron a México más de la mitad del territorio. Y a ello se ha agregado la asimetría en la concepción de las relaciones bilaterales: el pragmatismo imperialista de Washington y el nacionalismo tradicional más en la sociedad mexicana que en los gobiernos.
El caso ha sido una vecindad marcada por la incomprensión mutua. En 1988 se creó un equipo bilateral de alto nivel para revisar las relaciones México-EU desde una nueva perspectiva: la interdependencia determinada por los límites territoriales, no tanto por la historia. El Informe de la Comisión no encontró eco, aunque prefiguró y de alguna manera distensionó las posibilidades de la integración vía el Tratado de Comercio Libre que inició sus negociaciones en el primer trimestre de 1990 y fue aprobado en el Congreso estadunidense a finales de 1993.
El reporte de la Comisión bilateral tuvo su valor en los nombres de la parte mexicana: el escritor Héctor Aguilar Camín, el empresario Gilberto Borja, el panista Fernando Canales, la senadora Socorro Díaz, el escritor Carlos Fuentes, el director del Colmex Mario Ojeda y la que sería después canciller Rosario Green. La importancia radicó en la presencia en la Comisión de mentalidades nacionalistas, diríase que en extremo como Fuentes, quien no dejaba pasar oportunidad para escribir artículos contra el imperialismo estadunidense.
Una de las propuestas de la Comisión, cuando menos del lado mexicano, fue bastante audaz: cambiar la perspectiva del vecino con modificaciones en las tradiciones culturales y educativas, en las que enseñaban a los niños mexicanos desde la primaria a ver a los EU como el vecino abusivo que nos robó más de la mitad del territorio. De ahí la importancia de la recomendación para rehacer la conceptualidad nacionalista de los libros de texto gratuito para asimismo ir modificando la perspectiva de los vecinos. La idea central era la de mejorar el conocimiento y la comprensión del público hacia los hechos históricos que no se podían cambiar pero sí interpretar con ojos menos cargados de resentimiento.
La Comisión fue organizada hacia el final del gobierno de Miguel de la Madrid y también en el último año del segundo periodo de Ronald Reagan, con un escenario de agudizamiento de la guerra fría EU-URSS, los problemas en el campo de dominio soviético por la intervención de Washington y un agotamiento del modelo comercial aislacionista. El candidato presidencial priísta Carlos Salinas de Gortari, que había llegado a la candidatura y la campaña forjado en la vieja escuela nacionalista y estatista, aún no modificaba su enfoque nacional, pero había estudiado en los EU y con ello había sido afectado con la maldición Lasing. En 1924, Richard Lasing, el entonces secretario de Estado del presidente Woodrow Wilson, uno de los estrategas más importantes de la geopolítica estadunidense, había escrito en una carta:
México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta controlar a un solo hombre: el Presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita más tiempo: debemos abrir a los jóvenes ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados Unidos.
México necesitará de administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la Presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros.
Educado en Harvard y con un equipo económico y político también formado en las aulas de las universidades estadunidenses, Salinas llegó al gobierno en diciembre de 1988 y en 1989 tuvo tres choques geopolíticos: un viaje para entrevistarse con Gorbachov en plena perestroika y con el socialista Mitterrand ya enrolado en el neoliberalismo, la caída del Muro de Berlín en noviembre y la definición del Consenso de Washington como la base teórica y práctica de la globalización. El nacionalismo y estatismo cerró su ciclo, pero sin lograr la modificación educativa ni conceptual. El surgimiento del EZLN en enero de 1994 abrió cuando menos una fuga conceptual en el discurso globalizador, pero sin desestabilizar los objetivos. La integración comercial llevó a los gobiernos de George Bush padre y Bill Clinton a ver a México con otros ojos.
Bush hijo fue otra cosa. Nacido y formado en la cultura texmex de Texas, tenía una comprensión más abierta de México. Sólo que se le atravesó muy temprano el ataque terrorista del 9/11 y se encontró con un vecino mexicano reacio; ante lo que consideró falta de solidaridad de México, Bush no volvió a mirar hacia el sur. Llegó Obama con otro enfoque menos imperialista, pero con una estructura diplomática, de inteligencia, militar y de seguridad nacional más enfocada a los viejos teoremas y durante cuatro años también Obama no miró al sur.
La visita de Obama se dio en el contexto de la falta de un enfoque propositivo. El estilo geopolítico de Obama ha sido la distancia de los viejos enfoques de dominación porque su agenda prioritaria ha sido la economía estadunidense que no repunta. Asimismo, le ha costado trabajo cerrar algunos expedientes de la agenda antiterrorista de George W. Bush y no ha podido desembarazarse de las doctrinas de dominación imperial. En este contexto, la agenda de la visita a México y Centroamérica careció de prioridades, salvo por la necesidad que vio de salirse del agobiante colima político polarizado de Washington.
Si México hizo un esfuerzo –con pocos resultados pero dio los primeros pasos– para tratar de entender a los EU, el vecino del norte ha seguido igual: un enfoque de México a partir de los intereses estadunidenses. La visita de Obama sólo confirmó los augurios de que la vecindad seguirá siendo conflictiva y arisca en lo político y social, aunque cada vez más interdependiente en lo comercial.
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