Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax. 29 de enero de 2014 (Quadratín).-Como se esperaba, el quinto informe del estado de la nación del presidente Barack Obama fue anticlimático: pasó como un trago amargo, en medio de fracasos de su administración.
De ahí el artículo de Rebeca Kaplan, en CBS news: ¿es ya el presidente Obama un pato cojo?, es decir, un presidente sin poder en los últimos meses de segundas administraciones cuando el presidente carece de cualquier poder.
Obama entró en el segundo de cuatro años de su segundo mandato ya sin expectativas, sin el carisma de su discurso y con una agenda de pendientes que no ha cumplido y que todo indican que nunca va a poder cumplir.
Y como espacio importante, la persistencia de la crisis económica, la imposibilidad para un crecimiento alto, el empleo sólo de calidad baja y sin que Washington pueda conducir la recuperación internacional.
En este contexto, el legado de Obama parece centrarse en el tema de la seguridad.
Todas las encuestas que se han publicado en estos días reflejan la frustración y decepción de los estadunidenses hacia Obama en todos los temas sociales y políticos, con la excepción del apoyo a su política antiterrorista que incluye el aumento del espionaje sobre ciudadanos que no tienen ninguna sospecha de tener relaciones con grupos radicales, es decir, el espionaje totalitario.
Pero lo paradójico es que el tema del espionaje dentro de la lucha contra el terrorismo se ha instrumentado con el aval del presidente Obama pero desmentido en público, y es donde los estadunidenses se sienten más tranquilos: seguridad pagando el costo del sacrificio de los derechos constitucionales.
Por eso el periódico The Christian Science Monitor –de tendencias progresistas—se pregunta si Obama es el último presidente imperial.
El dilema al analizarlo es oscilar entre el ejercicio autoritario del poder para lograr sus metas o reconocer que se trata de una presidencia ejecutiva.
Sea una cosa u otra, el caso es que Obama acaba de abrir otro frente de debate sobre el tema de la legalización de la marihuana.
Además de que se mostró muy tibio en enfrentar las decisiones de Colorado y Washington para legalizar el consumo recreativo de la yerba, en una declaración a la revista New Yorker Obama dejó un mensaje en clave: “como ha sido bien documentado, yo fumé yerba cuando era joven y no lo veo como un mal hábito y un vicio, no es muy diferente de los cigarrillos que fumé y no creo que sea más peligrosa que el alcohol”.
La lectura que dieron las élites fue en el sentido de que Obama estaba prácticamente legalizando la marihuana para toda la nación.
La jefa de la DEA, Michel Leonhart, criticó a Obama en una reunión con comisarios por haberse declarado en favor de la marihuana.
Por su parte, el director de política de control de drogas del gobierno de Bush, John P. Walters, escribió un comentario (http://www.weeklystandard.com/articles/presidency-goes-pot_775329.html) para atacar la afirmación de Obama pero también para denunciar un aflojamiento de las leyes contra las drogas desde la Casa Blanca.
Lo grave para Walters es el mensaje oculto del gobierno de Obama que podría estar hablando de legalizar las otras drogas duras.
Por lo pronto, aportó el dato de que durante el gobierno de Obama el consumo de marihuana ha subido “casi un 24 porciento”, de 153 millones a 18.9 millones.
Al equiparar vicios, Obama ignoró que hay 57 millones de fumadores y 135 millones de bebedores.
Los datos estarían revelando que la legalización de la marihuana y otras drogas duras en toda la nación sería impulsado por Obama en los tres años de gobierno que le quedan pero con efectos desastrosos en América Latina, cuyas culturas son diferentes a la de los EU y cargan con la violencia de los cárteles asociados al tráfico de drogas.
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@carlosramirezh