
El Parkinson: más allá del temblor
+ PAN: divisiones y reacomodos
+ Primeros efectos de la derrota
Oaxaca, Oax. 28 de abril de 2013 (Quadratín).- La lucha interna en el PAN lo está llevando a una pérdida de oportunidades. Sin haber sido nunca en su historia un verdadero partido de oposición, las radicalizaciones del partido obedecen no tanto a una revaloración de su papel en el sistema de partidos sino a una disputa por el poder interno. Como el PRI en el 2000, el PAN tendrá que pasar uno o dos sexenios en reacomodos para tener posibilidades reales de regreso a la presidencia de la república.
El fondo del conflicto radica en la racionalización de la derrota y la acreditación de la derrota a Felipe Calderón Hinojosa. Pero si se revisan los expedientes públicos, los panistas se sometieron voluntariamente a los manejos erráticos del partido por parte de Calderón, los panistas votaron por la candidatura de Josefina Vázquez Mota y los panistas manejaron la errática campaña de su candidata. Por tanto, el PAN tiene que pasar por una dolorosa etapa de autocrítica si realmente quiere reencontrar los caminos de regreso al poder presidencial.
El PAN ha sido víctima de su propia historia. Nació en 1939 como un partido de oposición moral y de filiación conservadora-religiosa, fue tomado por asalto en los setenta y ochenta por empresarios y radicales y en los noventa fue arrastrado a una candidatura personalista y mediática sin que el partido pudiera definir un proyecto real de alternancia. Una vez en el poder, la estrategia del PAN leyó mal el escenario, se asumió en una debilidad natural y decidió pactar con el PRI. Pero lo peor fue que el PAN desapareció como partido en los dos sexenios presidenciales panistas y nunca supo aprovechar la oportunidad del poder para construirse como un partido político funcional.
El PAN, a su manera, cayó en el vicio del PRI de la fragmentación. Pero la tribalización interna del partido –tanto del PAN como del PRD– ha sido producto de una falta de proyecto cohesionador, de una organización de grupos y corrientes y de un programa coherente. La ausencia de liderazgos sólidos y la resistencia de los militantes a reconocer que el ejercicio del poder exige puntos de acuerdo mínimos llevaron al PAN –como al PRD– en una división interna. Y si bien podría considerarse el divisionismo interno como una fase inevitable de una organización partidista con espacios importantes de poder, la falla del PAN –como la del PRD– fue la imposibilidad de crear una coalición dominante, un modelo estudiado y organizado por el politólogo italiano Angelo Panebianco.
Todos los partidos derivan –estableció Robert Michels en 1919– a una oligarquía dominante; salvo los liderazgos personalistas dominantes como Hitler, Mussolini en Alemania y Calles y Cárdenas en México, los partidos no suelen aceptar liderazgos únicos, autoritarios y verticalistas. El PRI sustituyó el personalismo carismático con una estructura piramidal e institucional de ejercicio del poder a través de la figura dominante del presidente de la república, quien ostentaba también el control verticalista del partido. En la oposición y sin una estructura corporativa, el PAN se movió en función de personalismos carismáticos aunque no dominantes.
El PRI entró en colapso cuando la crisis económica le redujo los márgenes de reparto del poder y de los presupuestos. Sus problemas estructurales comenzaron cuando el tricolor entró en una severa crisis de élites: las existentes no permitieron la circulación de otras élites, el partido perdió su efectividad en el reparto del poder y el presidencialismo disminuyó sus efectos controladores. Luego vino la pérdida de la presidencia de la república, justamente como consecuencia de la debilidad de su cohesión interna.
El PAN tuvo el problema de arribó al poder presidencial sin tiempos suficientes para consolidad procedimientos, ya en la presidencia se abrió torpemente a la sociedad y no hubo reflexión interna sobre alguna propuesta para un partido alternativo al PRI en el poder. Por eso la apertura a los adherentes y simpatizantes fue una explosión interna determinada sólo por el acceso al poder, pero con un liderazgo partidista sin proyecto por parte del presidente Calderón. Los priístas que se pasaron al PAN no tuvieron los espacios para modernizar el partido no para crear reglas ordenadas para el acceso al poder.
Vicente Fox no pasó por el partido, pero Calderón fue presidente de su comité ejecutivo y luego jefe de la bancada en la Cámara de Diputados. Pero a pesar de estas posiciones extremas, los presidentes de la república salidos del PAN no supieron elaborar un modelo teórico para la redefinición del partido: así como se llenaron de simpatizantes con carnet, así el refrendo de la militancia redujo al partido a su mínima expresión. A lo largo de la etapa de 1973-2012 –casi cuarenta años–, el PAN escaló a tropezones posiciones de poder y se abrió a una militancia oportunista, pero no se redefinió como partido. El conflicto entre los valores morales originales y la urgencia de llenar plazas de poder agitó internamente el partido. Ni Fox ni Calderón supieron ejercer la presidencia y dirigir el partido, como ocurre en todas las democracias parlamentarias o presidencialistas.
El PAN quedó atrapado en el cruce de dos coordenadas: la de los grupos internos en el partido y la expresada en los espacios específicos del poder como las gubernaturas, el congreso y las alcaldías. En un escenario similar estableció Panebianco su modelo de coaliciones dominantes: un acuerdo entre los diferentes grupos de poder y de grupos políticos, bajo un acuerdo de definición de la agenda del partido. El PAN ahora parece dominado por la bancada del Senado, con escasa influencia de la bancada de diputados, un CEN sin rumbo ni ideas y ahora con un grupo de exgobernadores que quieren tomar el control.
De ahí que el PAN enfrente dos escenarios: el de una unidad política en torno a un acuerdo programático para negociar con el PRI y con el PRD y un ajuste de cuentas entre las tribus panistas con miras no sólo a reacomodar liderazgos sino a perfilar posiciones con miras a las elecciones legislativas federales de 2015 y sobre todo la candidatura presidencial del 2012.
En este complejo escenario, la presidencia de Gustavo Madero ha sido incapaz de racionalizar el escenario político y no ha sabido ver el corto plazo. Y menos ha entendido la lógica de la coalición dominante como para proponer una agenda interna programática y hasta ideológica. Lo malo es que el PAN, al salirse del Pacto por México, perdió un espacio de movilidad para la reorganización interna. Pero se trata de un tropiezo natural; así le ocurrió al PRI. Lo que se espera es que el PAN pueda algún día redefinirse como partido para recuperar posiciones. El PRI tardó dos sexenios; parece que el PAN necesitará más tiempo.
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