
¿Hacia dónde va México?
+ PAN y PRD: retrocesos democráticos
+ Mancera y la impericia en el poder
México, DF. 16 de junio de 2013 (Quadratín).- Tanto trabajo, esfuerzo y sacrificios costaron los avances para construir un sistema electoral un poco distinto al modelo priísta de la Comisión Federal Electoral y tan fuerte fue la presión del PAN para ir avanzando, que cuesta trabajo tratar siquiera de entender que el panismo quiere regresar a los viejos tiempos en los que las elecciones se arreglaban fuera de las urnas.
Y como los hechos políticos están llenos de simbolismos, cuesta esfuerzo intelectual entender que el PAN quiere regresar al pasado justo donde el PAN dio un salto cualitativo: las elecciones de gobernador este año en Baja California. En 1989, el gobierno de Salinas de Gortari había pactado con el PAN su apoyo a la calificación de las elecciones presidenciales de 1988 pero a cambio de la cesión de la gubernatura de BC.
Hoy que el PAN puede perder su bastión por la posibilidad de que el PRI gane las elecciones estatales el próximo julio, la dirigencia panista de Gustavo Madero ya condicionó su presencia al PAN a la derrota arreglada del PRI. Lo malo es que el actual sistema electoral estatal, aun con sus vicios, ya no depende de la voluntad presidencialista y por tanto ya no se puede ordenar la derrota electoral.
Paradójicamente, los avances democráticos en el país se han hecho a contrapelo de los propios partidos políticos de oposición que hicieron de la democracia una bandera sólida. Por ello es que existe la preocupación de que agendas personales o partidistas quieran restaurar los viejos mecanismos de soluciones políticas sacrificando precisamente los avances democráticos.
Las presiones de los presidentes del PAN y del PRD, Gustavo Madero y Jesús Zambrano, para condicionar su presencia en el Pacto por México a la derrota electoral del PRI en las elecciones en trece entidades de la república revelan intentos de arreglos políticos en lo oscurito y no en las urnas. Si al final ese modelo prevalece, el país habrá retrocedido justo al punto en el que arrancó el proceso más serio de democratización.
El problema radica en el hecho de que el PAN y el PRD han fracasado en construir una opción, a pesar de que el primero estuvo dos sexenios en el poder presidencial y el segundo es la segunda fuerza política. Y ahora quieren, como antes, arreglar las elecciones en la mesa de negociaciones y no en las urnas.
LOS PROBLEMAS DE MANCERA
Agobiado por el estallamiento de problemas en la administración del caos urbano, el jefe de gobierno capitalino Miguel Angel Mancera ha comenzado a percatarse que le urge un proyecto de ciudad capital y que no podrá gobernar con los resabios del perredismo que le heredó su antecesor Marcelo Ebrard y menos con un PRD sin forma ni liderazgo social.
El punto central se localiza en el hecho de que el DF no podrá administrarse sólo con carisma pero sin presencia mediática. La falta de formación política de Mancera se ha convertido en un pasivo ante la problemática urbana, los nichos de poder, la falta de colaboración de los partidos y la ausencia de un plan urbano coherente.
Los tres focos de alarma están encendidos y llamando la atención: el medio ambiente, la inseguridad y el subempleo. El gobierno de Ebrard le heredó a Mancera una ciudad parchada, gobernada sólo a base de poder mediático, sin atención a los desarreglos políticos y sociales. De ahí el dilema de Mancera: seguir administrando el caos con decisiones de corto plazo y efectos aún más estrechos o entrarle a la reforma urbana que tendría que romper con el dominio del PRD de los principales sectores de poder.
El principal problema que comenzará a causarle estragos sociales al gobierno de Mancera es la inseguridad. Ebrard se dedicó a mantener el control autoritario de las bandas, pero no a impedir la consolidación del DF como una plaza deseable del crimen organizado y sobre todo del narcotráfico. La falta de decisión de Ebrard para combatir el consumo de drogas llevó a la creación de canales de distribución que no se iban a agotar sólo en las rutas sino que tendrían que derivar –como lo está notando Mancera– en la creación de grupos del crimen organizado protegiendo a los distribuidores de drogas. Hoy esas estructuras aparecen ya interconectadas con los cárteles del narcotráfico.
El PRD arribó al gobierno del DF por la vía de las elecciones en 1997 y con el compromiso de construir un nuevo concepto de sociedad urbana. El principal compromiso de Cuauhtémoc Cárdenas fue arrebatarle la ciudad a los delincuentes. Hoy el crimen organizado es estructural, ha crecido en tres lustros y su violencia llama la atención. En lugar de construir esa nueva ciudad, el PRD se dedicó a controlar las estructuras sociales urbanas para asegurar electoralmente su presencia.
Mancera parece haber quedado inmovilizado por el control del PRD sobre las estructuras políticas, sociales y administrativas y su bono político de las elecciones de julio pasado no le ha alcanzado para una reforma del poder. Si el DF es una ciudad singular, las ofertas de Mancera han sido las tradicionalistas. Pero es la hora en que Mancera no parece haber comprendido la composición del voto que lo llevó a la jefatura de gobierno: el voto de los sin partido, de la sociedad que no aceptó los candidatos del PAN y del PRI y que vio en la definición ciudadana de Mancera una posibilidad de salida de la parálisis política.
Si Mancera es el gobernante ciudadano que aún se niega a afiliarse al PRD, entonces no tiene más camino que construir una mayoría social que le permita realizar la reforma del poder que disminuya la perredización de las estructuras del gobierno capitalino. Si no lo hace, sus posibilidades se verán diluidas en la multiplicación de los problemas cuyo origen se localiza en el dominio perredista en la ciudad.
Sobre todo, Mancera debe olvidarse de la posibilidad de la candidatura presidencial para el 2018 porque antes tendrá que ofrecer resultados en el DF.
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