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Periodistas del New York Times podrán utilizar IA de forma legal
México, D.F. 7 de agosto de 2011 (Quadratín).- Todas las transiciones a la democracia fueron impulsadas por la fuerzas sociales y políticas de izquierda, aunque no todas las izquierdas llegaron al poder para quedarse. Peso casi como lección calcada, todas las izquierdas revolucionarios que combatieron a las dictaduras terminaron en los regímenes democráticos institucionales como movimientos socialdemócratas lavados. En México, la transición a la democracia la impulsó la izquierda comunista desde la lucha obrera y la semiclandestinidad política. Las movilizaciones obreras, campesinas, estudiantiles y de clase media en el período 1951-1968 obligaron al Estado priista a la represión y de 1968 a 1978 al aflojamiento político. La legalización del Partido Comunista Mexicano en 1878 y su ingreso al parlamento en 1979 fue el principio de una transición democrática en cámara lenta que culminó con la alternancia partidista en la presidencia de la República en el 2000.
La izquierda mexicana ha tenido dos veneros: la Revolución Mexicana y el marxismo, aunque a veces se fusionaron intereses. Por ejemplo, el PCM tuvo como candidatos presidenciales a Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón, Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán y paradójicamente le negaron apoyo a Lázaro Cárdenas. A partir de las luchas obreras de 1958, el PCM logro alianzas estratégicas con el abanico de partidos y organizaciones socialistas, comunistas y revolucionarias. El 1981 se fusionó con agrupaciones socialistas y pasó a ser Partido Socialista Unificado de México; en 1987 se alió con el Partido Mexicano de los Trabajadores para transformarse en Partido Mexicano Socialista en 1989 cedió su registro, el del PCM, para la alianza de la izquierda comunista con el cardenismo priista para dar a luz al Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El nacimiento del PRD liquidó el pasado socialista y marxista de la izquierda y se quedó en el populismo y neopopulismo social de la Revolución Mexicana; su base intelectual e ideológica se nutre justamente de las ideas amorfas del movimiento social de 1910 y la Constitución de 1917, además de enarbolar las banderas agrarias del cardenismo. La tesis central de esta corriente parte de la definición de Enrique González Pedrero en su libro El gran viraje de 1965, que establece que la izquierda en México nació con la Revolución Mexicana; por tanto, se trata de una izquierda articulada al PRI. El combate ideológico entre el socialismo y la Revolución Mexicana nutrió la dinámica de la izquierda socialista que nació desde el tercer cuarto del siglo XIX, como lo estableció el estudio histórico de Gastón García Cantú en El socialismo en México en el siglo XIX.
La lucha ideológica de la izquierda se dirimió en el seno del PRD. El bagaje ideológico del marxismo como instrumento de análisis teórico de la realidad y como mecanismo de lucha social fue apabullado por los expriistas que han dominado al PRD: los candidatos presidenciales del PRD desde 1994 a la fecha han salido del PRI y han carecido de una formación socialista y ya no tanto marxista: Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y ahora Marcelo Ebrard. La propuesta ideológica del PRD nada tiene que ver con la izquierda, apenas se nutre de las propuestas progresistas del PRI y ha tratado de apropiarse del espacio ideológico abandonado por el PRI durante su largo ciclo de ideología neoliberal 1982-2011.
El espacio político conquistado por el PRD se ha debido al significado político del apellido Cárdenas y la movilización del lumpen proletariado de López Obrador. La desaparición del Partido Comunista y luego del apellido socialista terminó con el aliento ideológico del marxismo. En 1962, en su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, una severa crítica al fracaso del PCM como partido de vanguardia de la clase obrera, el ensayista José Revueltas identificó las tres corrientes dominantes de la izquierda que mantenían enajenada a la clase obrera: la corriente democrático-burguesa de la Revolución Mexicana, la corriente democrático-burguesa del socialismo de Lombardo que planteó una alianza con la pequeña burguesía y la corriente sectaria del PCM. Este modelo de análisis de Revueltas sigue vigente en la actualidad.
El problema del PRD se localiza en su ideología amorfa, o más estrictamente, su no-ideología. El pragmatismo populista, basado en el ejercicio asistencialista del presupuesto para subsidiar necesidades de los sectores más pobres, ha impedido que el PRD sea un verdadero partido de izquierda. Cárdenas le dio un sentido populista, López Obrador lo llevó al asistencialismo y ahora Ebrard lo hunde en el pragmatismo. Lo malo para la lucha ideológica es que Ebrard se ofrece como el candidato de las izquierdas y López Obrador como el ayatola refundador de la nación. Pero en el fondo, el PRD no es el partido de la izquierda porque la izquierda fue abandonada por la disolución de izquierda socialista en 1989. Hoy el PRD depende de las alianzas con el PAN, del liderazgo neopulista de López Obrador y del efecto mediático de Ebrad en las clases medias afectadas por las crisis.
El saldo de estos años de confusión ideológica exige la configuración de una nueva izquierda ideológica, socialista, capaz de organizar a las clases sociales explotadas, sin tenerle miedo a las palabras. Lo grave es que el PRD ni siquiera se perfila como un partido socialdemócrata, carece de propuestas de defensa de las clases explotadas y se conforma con programas asistencialistas para limar los efectos nocivos de la crisis y de la apropiación privada de la riqueza social para desmovilizar o quitarle la espoleta a la bomba social de la pobreza.
El concepto de izquierda ha perdido contenido en México. Por eso Ebrard, que viene del neoliberalismo salinista y que sólo ofreció al PRD el carisma para ganar el gobierno del DF, se puede ostentar como el candidato de las izquierdas, refiriéndose no a la ideología de la izquierda que es una sola y en realidad acreditando la izquierda sólo en sus formaciones políticas en busca del poder. Por eso es que el PRD, Cárdenas, López Obrador y Ebrard no han podido conjuntar el voto de una sociedad de izquierda existente pero a la deriva.
El problema del PRD y de las formaciones neopopulistas es que sacrificaron las ideas por el pragmatismo de alcanzar el poder. Por eso también la transición mexicana a la democracia no pudo consolidarse: en el 2000 el PRD perdió la oportunidad de definir una propuesta de izquierda y buscar una coalición con el PAN. De ahí que el sprint decisivo para dar un avance cualitativo a la construcción democrática esté necesitado de una presencia de la izquierda socialista pero el PRD se ha quedado como un partido de posiciones coyunturales de poder.
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