Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
MÉXICO, DF. 10 de octubre de 2014.- Detrás de la crisis en Iguala y el surgimiento del grupo criminal Guerreros Unidos se localiza una larga historia de lucha política. Pero no se trata de una zona caliente por el clima y el carácter, sino que la crisis regional tiene que ver con las contradicciones sociales y de clase en un estado marcado por la diferencia entre opulencia y miseria.
La historia política de Guerrero ha sido el fracaso de la izquierda para atender la polarización social. La disputa histórica izquierda-PRI ha llevado a Guerrero a la situación actual: el gobernador Ángel Aguirre se formó en el PRI pero fue cachado por el PRD en el 2011 sólo porque podría ganar la gubernatura.
Pero la violencia social ha tenido un origen político: la lucha por el poder.
El PRD ha mostrado en Guerrero su rostro priísta, no de izquierda. Guerrero tiene una larga historia de lucha social. Pero cuando el Partido Comunista arrió sus velas y le entregó su registro a los priistas Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador, la izquierda pasó a su condición de oportunista: ganar el poder para hacer negocios.
En el 2005 el empresario conservador Zeferino Torreblanca ganó la gubernatura por el PRD, pero en el poder se pasó al PAN. En el 2011 el priísta Ángel Aguirre –interino priísta en 1996 por la matanza de Aguas Blancas– fue desplazado en el PRI y el PRD lo cachó impulsado por el ex priísta-salinista Marcelo Ebrard.
Y la principal tarea de Aguirre se centró en enfilar a su hijo a la alcaldía de Acapulco para después encarrerarlo a la gubernatura.
La historia política en Guerrero ha sido de violencia. El gobernador Caballero Aburto cayó en 1961 cuando reprimió estudiantes que protestaban por la desaparición del Colegio del Estado, En 1967 el gobernador Raymundo Abarca reprimió maestros y estudiantes en Atoyac y más tarde realizó la matanzade copreros en Acapulco.
De la represión de Atoyac emergió Lucio Cabañas con su guerrilla. La matanza de campesinos en Aguas Blancas en 1995 tumbó al gobernador Rubén Figueroa y encumbró a Aguirre.
El investigador Jorge Rendón Alarcón, de la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa y autor del libro Sociedad y conflicto en el estado de Guerrero 1911-1995. Poder político y estructura social en la entidad (editorial Plaza y Valdés), remite a Indicador Político un comentario sobre la crisis actual en Guerrero:
“Ni Zeferino Torreblanca ni Ángel Aguirre son verdaderos activos de lo que podría llamarse una izquierda propiamente dicha. En el primer caso se trata de un empresario que en cierta forma buscó revelarse políticamente frente a la situación local y a partir de allí llevó a cabo su carrera política. En el caso de Aguirre, se trata de un personaje forjado dentro del priísmo, pues es precisamente ello lo que lo llevó a ocupar la gubernatura sucediendo a Figueroa Alcocer, siendo además líder del PRI local.
“Pero en realidad no ha habido en el estado de Guerrero una auténtica confrontación programática de la política local y, conforme a la situación heredada del pasado, más bien las siglas de los partidos se han convertido en franquicias para participar de los beneficios del poder. Quizás esto mismo último está hoy presente en Armando Ríos Piter, como lo demuestra su desbordado pragmatismo que lo ha llevado incluso a un acuerdo que permita al hijo del actual gobernador acceder a la candidatura por la alcaldía de Acapulco y él a la de la gubernatura del estado. La viabilidad de todos estos acuerdos resulta hoy abiertamente cuestionada por la coyuntura que vive el estado, y para la que no queda otra alternativa que una verdadera y legítima institucionalización del poder.
Sin esta reflexión, me parece, tanto las instituciones como los propios partidos quedarán a la deriva.
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@carlosramirezh