Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax. 8 de abril de 2014 (Quadratín).-Lo que viene en el PRD en la elección de dirigente será un conflicto no sólo para los militantes de ese partido sino para la amplia coalición centro-progresismo-izquierda-neopopulismo-ultraizquierda.
Con un PRD debilitado, esas corrientes carecerán de pivote político.
Los perredistas, sus aliados y sus adversarios se han negado a entender la situación de crisis que presenta la izquierda. Inclusive, el propio Cárdenas aceptó la posibilidad de regresar a la presidencia del partido -reforma de estatutos de por medio, una reforma a modo- no para reconstruir el partido y rehacer su proyecto ideológico, sino para posicionar a su grupo político y a sus descendientes de la dinastía Cárdenas.
Paradójicamente, el control del PRD por Los Chuchos sería, de acuerdo con percepciones en las élites perredistas, el menor de los males porque han construido una mayoría.
Lo malo, sin embargo, radicará en el hecho de que ese grupo logró fortaleza por su capacidad para distribuir candidaturas para cargos públicos, algo que los chiquitos PT, Movimiento Ciudadano y ahora Morena no podrán dinamizar.
El PRD nació en 1989 con el germen de su propia destrucción: el priísmo, cardenista o lo que sea pero priísmo al fin.
El núcleo originario del partido fue el Partido Comunista Mexicano, de larga tradición, conflictos internos sucesivos y gran capacidad de resistencia, pero consolidó su espacio en torno a su propuesta ideológica socialista como alternativa al priísmo en sus diferentes modalidades.
Al fundar el PRD con los priístas de la Corriente Democrática, el partido se corrió al cómodo centro y no sólo olvidó el socialismo que nutrió dos generaciones de mexicanos radicales y que fue clave en las movilizaciones obreras de 1958 y en las luchas estudiantiles de los sesenta sino que también el PCM fue motor dinámico en la lucha por la democracia y contra el régimen autoritario.
Peor aún, el PRD decidió inclusive eludir la definición de un proyecto neocardenista, con lo que lo debilitó frente a las masas. Al final, el cardenismo se agotó en la pasividad ideológica del perredismo en su cuarto de siglo de existencia.
Los resultados de la asamblea del fin de semana sobre las elecciones dejaron en claro que sí habrá varios candidatos y que Carlos Navarrete irá por Los Chuchos, en tanto que Cárdenas ya envió el mensaje de que estaría prácticamente fuera de la competencia porque él puso la condición de casi designación o candidatura única. Más aún, Cárdenas abrió ya una agenda colateral a la elección en el PRD.
La consolidación de Los Chuchos en el PRD aumentará la polarización de la amplia coalición centro-ultraizquierda en el propio partido y en el partido-movimiento de López Obrador.
Las elecciones legislativas federales y capitalinas en el 2015 verá la imposibilidad de alianza PRD-Morena, para desgracia de la coalición progresista.
En las dos cámaras federales, el PRD es la tercera fuerza política y en el DF se ha fracturado su hegemonía.
Y justamente la ciudad de México será el catalizador de la grave crisis del PRD y grupos aliados. El problema se ve de fondo: la posibilidad de que el PRD pierda diputados locales y jefaturas delegacionales, sin que pueda capitalizarlas el partido-movimiento de López Obrador.
A pesar de problemas como el de su defenestrado dirigente capitalino Cuauhtémoc Gutiérrez por asuntos sexuales, el PRI ha reconstruido su estructura política y electoral en la capital de la república.
Lo paradójico será el hecho de que el PRD realmente catapultó su poder en 1997 con la victoria de Cuauhtémoc Cárdenas en la elección de jefe de gobierno, pero las pugnas entre tres ex jefes de gobierno –y una cuarta ya en el gobierno priísta de Peña Nieto– han profundizado las divisiones en el PRD: Cárdenas, López Obrador y Marcelo Ebrard.
El problema del PRD no radica sólo en la disputa en las élites, sino la descomposición de la organización social capitalina.
El PRD creó una estructura de movilización social de protesta y la usó al arrancar el ciclo perredista, pero a la vuelta de veinticinco años el perredismo en el poder encara vicios de corrupción, reparto abusivo del poder y desorganización social. Ello ha permitido, por ejemplo, que René Bejarano se haya apoderado de buena parte de los grupos sociales y de poder en el DF pero para su propio beneficio.
Lo que mantendrá al PRD como el eje de la gran coalición centro-ultraizquierda no será la alianza política o ideológica sino el porcentaje de posiciones de elección popular que mantendrá a pesare de su crisis.
En este sentido, Los Chuchos van a usar la lealtad como el instrumento de consolidación de su fuerza, en tanto que el partido-movimiento de López Obrador le apostará a liderazgos sociales desconocidos, sin experiencia para la lucha política y sin grupos de poder.
Hasta ahora en el PRD existe la confianza en que Los Chuchos consoliden el control del partido, dejen a Cárdenas como figura de cohesión ante la posibilidad de debilitamiento por el partido-movimiento de López Obrador y apuesten a una ligera pérdida de posiciones legislativas.
El peligro para el PRD estaría en una alianza López Obrador-Ebrard que no se ve lejana.
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@carlosramirezh