Y ahora ¿qué hacemos con Trump?
MÉXICO, DF. 24 de noviembre de 2013 (Quadratín).- La puerta de oportunidades que abrió en diciembre del 2012 el Pacto por México ya fue cerrada por lo pronto por el PRD con el mitin de Cuauhtémoc Cárdenas el domingo 17 de noviembre en el zócalo para oponerse a la reforma energética. El grupo de Los Chuchos que tiene el control del partido y uno de los firmantes del Pacto tendrá que replantear su participación en ese acuerdo: así, la reconquista del PRD dañará al PRD en cuanto a su posicionamiento dentro del Pacto por todos los acuerdos de reformas que faltan.
El país se encuentra en una guerra de posiciones políticas entre las principales fuerzas, con un PRI no sólo debilitado electoralmente sino paralizado por la falta de un liderazgo fuerte y propositivo. El PAN y el PRD han atado sus posibilidades de negociación de reformas a la renovación de su liderazgo, con los calderonistas panistas que quieren sacar al PAN del Pacto y con los cardenistas y los lopezobradoristas externos que buscan lo mismo.
Las posibilidades de reformas se localizan hasta ahora sólo en el PAN, donde los calderonistas podrían estar a la baja. En el fondo, el grupo del ex presidente en realidad carece de argumentos de fondo para abandonar el Pacto y sus amenazas sólo responden a las pugnas contra los maderistas. Si el PRD se sale del Pacto como parece ser que será por la decisión de Cárdenas de defender con todo la herencia histórica de su padre, entonces el perredismo podría estar perdiendo lo más por lo menos porque la alianza PRI-PAN conseguiría los votos para la reforma constitucional y la consulta perredistas estaría ya fuera de viabilidad.
Lo malo para el país radica en el hecho de que la reforma energética es apenas una de las muchas reformas pendientes. Hasta ahora, el PRD de Cárdenas ha dejado muy en claro que se opone a cualquier reforma que modifique los artículos 27 y 28, a pesar de que fue el general Lázaro Cárdenas, antes de terminar su sexenio, quien abrió las puertas constitucionales a la inversión privada nacional e internacional. Las razones fueron de juicio: Cárdenas sabía que México no podía aislarse de la economía internacional y que el Estado mexicano, por muy reconfortado que estuviera con el apoyo popular a la expropiación, no podría manejar las inversiones necesarias.
El problema de México es de desarrollo. En 1970 el gobierno de Echeverría se encontró con el hecho de que el famoso milagro mexicano era inexistente y que el bienestar de la clase media se había logrado a base de sacrificar a las clases bajas y al campo. El Estado, en esa coyuntura, necesitaba de reimpulsar el desarrollo vía inversiones; la salida fue populista: crecer el Estado comprando empresas sin una estrategia empresarial y aumentar el gasto sin estabilizar los ingresos; la inflación llevó a la devaluación y ésta condujo a la catástrofe.
López Portillo se encontró con la palanca del petróleo, aumentó las inversiones y la explotación, multiplicó las exportaciones y llevó al país a tasas de PIB anual de hasta 9%, pero sin modificar la estructura productiva y de nuevo la inflación llevó a la devaluación. La crisis de la baja de precios de petróleo de junio de 1981 fue mal analizada y México perdió ingresos; la sustitución de petrodólares por deuda externa distorsionó la estabilidad y 1982 fue el año negro del colapso.
El neoliberalismo supuso que la globalización sería la salida y cometió el mismo pecado de inteligencia que el estatismo: comprar tiempo sin atender las expectativas. El mercado se hizo del control de la dinámica productiva pero no alcanzó a impulsar el desarrollo: la tasa de crecimiento anual promedio del PIB en los años del neoliberalismo fue de apenas 2.5%, con el dato revelador de que en el sexenio de Miguel de la Madrid esa tasa fue de 0%.
El mensaje que dejó claro el Pacto se divide en tres partes:
1.- El agotamiento del modelo de desarrollo.
2.- La urgencia de un nuevo acuerdo de economía mixta.
3.- La reforma urgente de la estructura productiva.
Pero si la necesidad de salir de la mediocridad del crecimiento necesitaba un nuevo modelo de desarrollo, los tres partidos se han quedado atascados en sus propias deficiencias: el PRI le sigue apostando al neoliberalismo y al mercado, el PRD que regresar al populismo del pasado de gasto sin ingresos y el PAN sólo piensa en las utilidades empresariales. Ahí fue donde se debieron de haber definido las reformas urgentes del modelo de desarrollo. El Pacto logró identificar cuando menos los temas urgentes para las reformas pero si se revisa con cuidado el catálogo de acuerdos en realidad hay sólo generalidades y no puntos concretos para reformar.
La guerra de posiciones al interior de los partidos para determinar las nuevas coaliciones internas y las posibilidades de las reformas como consecuencia de esos reacomodos estaría ya replanteando las posibilidades del Pacto y por tanto del escenario para el periodo 2014-2018: reformas acotadas por cuestiones internas de los partidos. La expectativa de PIB en el bienio 2013-2014 había sido planteada oficialmente en 4% –menor a las necesidades pero mayor a los saldos recientes– pero desde ahora se tienen indicios de que sería de menos de 2% promedio anual.
Los partidos están decidiendo en función de sus hegemonías internas y no de las necesidades del país. Por eso la guerra de posiciones podría estar adelantando la falta de acuerdos para lo que resta del sexenio que apenas acaba de comenzar. Si el PAN y el PRI aprueban la reforma energética, el PRD romperá cualquier otra posibilidad de acuerdos; inclusive, hasta ahora el PRD parece ajeno de la reforma electoral que el PAN ha logrado colocar por delante de la energética. Y a cambio del voto por la reforma energética, el PAN podría obtener algunos privilegios electorales pero no lo suficientemente profundos como para suponer una reforma política.
De ahí que los escenarios que deben de hacerse están relacionados con analizar el escenario sexenal del PRI con algunas alianzas con el PAN y ya casi nada con el PRD; por lo pronto, las elecciones legislativas federales del 2015 no se perciben como de golpes de timón ni tan favorables al PAN o al PRD. Sin el Pacto, el PRI tendrá aún bastante margen de maniobra para gobernar, aunque con resultados económicos y sociales más modestos. Administrando la inflación, el PRI podría tener un PIB de 3% y con ello llegar a las elecciones presidenciales del 2018 con cierta ventaja.
El compromiso era otro. Pero el PAN y el PRD perdieron la oportunidad.
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