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Periodistas del New York Times podrán utilizar IA de forma legal
+ Peña: los primeros 50 días
+ Y los 2,140 días que faltan
México, DF. 20 de enero de 2013 (Quadratín).- Los primeros sorprendidos con el bono político favorable a la nueva administración presidencial del PRI fueron los propios priístas. La carga crítica negativa que había acompañado al PAN en sus dos sexenios presidenciales había casi desaparecido. De ahí que no pocos priístas se preguntaran por el ambiente de linchamiento que hubo en el 2000 y que facilitó la victoria del candidato panista Vicente Fox Quesada.
El PRI pareció tener a su favor el estilo político de gestión de los presidentes Fox y Felipe Calderón Hinojosa. Los dos no fueron hombres de poder, no supieron administrar el aparato de poder priísta que siguió vigente, se aislaron en Los Pinos con sus propias agendas y gobernaron con la desconfianza de que tenían todo y a todos en su contra. Pero en realidad no fue así: los aparatos de poder del sistema –desde los grupos priístas hasta la prensa– trataron de entablar acuerdos de funcionalidad con los gobiernos panistas pero no encontraron interlocutores ni senderos.
Al no modificar la estructura de poder del sistema político priísta, los presidentes Fox y Calderón enfrentaron el dilema de pactar con los grupos de presión o marcar distancia para adquirir espacios de gobierno; decidieron por el segundo camino pero mal operado, lo que provocó que al final de todos modos quedaran de rehenes de los grupos fácticos de diferentes nivel de fuerza. El aislamiento llevó a una ausencia de diálogo-negociación y con ello a la falta de espacios mediáticos para los planes panistas de gobierno.
El PRI comenzó su campaña con ciertos temores respecto al estado de ánimo de sectores políticos tradicionales, a pesar de la ventaja que su candidato presidencial Enrique peña Nieto siempre tuvo en las encuestas. Esa preocupación aumentó con la movilidad antisistémica de organizaciones como el movimiento YoSoy132, que comenzó estudiantil y que terminó como apéndice del candidato presidencial perredista Andrés Manuel López Obrador y sus protestas contra el PRI y su candidato.
Sin embargo, el arranque del sexenio del PRI de nuevo en Palacio Nacional encontró un ambiente mediático favorables pero sustancialmente acrítico. Como parte del bono democrático hubo una especie de impasse en la crítica y, más aún, se dio una especie de reanudación de las relaciones de poder. Las primeras decisiones de la nueva administración priísta se abrieron paso sin demasiadas exigencias, aunque muchas de ellas se quedaron al principio en definiciones y sin posibilidades de pasar la prueba de la realidad.
El gobierno de Peña Nieto se enfila hacia el tiempo político de los primeros cien días. Por ahora se hace el corte de la mitad de ese tiempo. Si bien es cierto que cien días son pocos para tener elementos suficientes de rumbos, en realidad se trata de un espacio político tradicional que se ha aplicado a todos los nuevos gobiernos porque son suficientes para perfilar cuando menos indicios de estilos, decisiones y proyectos de largo plazo.
Los primeros cincuenta días de Peña Nieto han transcurrido con decisiones de fondo –la promulgación de la Ley de Víctimas, la reforma educativa, entre las más destacadas– y tienen que ver con temas centrales de los espacios políticos. En esas áreas el gobierno federal como que quiere dejar en claro que buscará decisiones de consenso y en función de una agenda de demandas y denuncias de los últimos tiempos, lo que le ha permitido alejarse de cualquier identificación de continuidad panista.
Si en términos políticos el nuevo gobierno ha ganado un buen margen de maniobra –extraordinario, en realidad–, en expectativas sociales se ha caminado poco. La nueva estrategia de seguridad resolvió algunas de las demandas sociales, se enfocó a modificar las expectativas y quedó a la espera de la reorganización de las fuerzas policiacas federales, aunque en un ambiente de violencia que no ha cambiado y que ha comenzado a contaminar con muertos al Distrito Federal y al Estado de México. En este aspecto, casi nada se ha informado de la gendarmería que está en proceso de organización.
El efecto político del Pacto por México fue, sin duda, el mayor del arranque de la administración de Peña Nieto por la alianza con el PAN y el PRD en agendas legislativas. Los conflictos internos en el PAN y en el PRD han fortalecido los alcances del Pacto porque los grupos disidentes carecieron de fuerza y propuestas y se encontraron con un ambiente social más dispuesto al diálogo y la negociación que a la confrontación. Los acercamientos de operadores políticos de Peña Nieto con, por ejemplo, la senadora Dolores Padierna lograron tranquilizar a los radicales perredistas. Y el efecto negativo de la reafiliación en el PAN y su desmoronamiento de militantes distrajo a los panistas con la urgencia de cohesionar los pocos que quedan antes que fracturar más al partido.
Lo que falta tienen que ver con el espacio económico: crecimiento y empleo y reforma hacendaria-fiscal. El Pacto por México será el espacio de negociación de la reforma que pudiera aumentar los ingresos, pero el proceso pudiera encontrarse con la urgencia de racionalizar el gasto o cuando menos poner orden en los egresos. Por lo pronto el ambiente de aprobación del presupuesto federal para el 2013 fue sacado con tranquilidad en el Congreso y con buenas negociaciones con la oposición.
Al final, lo que falta es el efecto de obra pública. Las decisiones de los primeros cincuenta días han logrado un clima de estabilidad social y política pero con exigencias de empleo y bienestar. La continuidad de los programas sociales de Sedesol no son suficientes y el programa nacional contra el hambre no tendrá un efecto detonador ni multiplicador en la actividad económica. Todos los gobernadores con experiencia priísta arrancan sus gestiones con la colocación de primeras piedras de obras con influencia en la actividad económica.
Pero a pesar de estas expectativas neutras que pudieran transformarse en negativas, el arranque de la administración de Peña Nieto fue tranquilo. Los temas sensibles de seguridad se encarrilaron con la asunción de la agenda de víctimas y desaparecidos, lo político se encauzó en el Pacto por México y lo económico se enfiló con un presupuesto con espacios para inversiones de corto plazo.
Sin embargo, faltan las grandes acciones, entre las cuales destaca la reformulación del modelo de desarrollo como parte de la reorganización del gasto público. Y ahí no se nota interés por convocar a sectores para encontrar los caminos que permitan tasas de crecimiento económico superiores a 5%.
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