La Constitución de 1854 y la crisis de México
OAXACA, Oax. 20 de diciembre de 2013 (Quadratín).-Consolidada la energética como la última y más importante reforma estructural del proceso iniciado en 1982, ahora sólo queda la urgencia de encauzar las oposiciones con la reorganización del sistema político fundado paradójicamente por Lázaro Cárdenas en 1938 con la estructura corporativa del Partido de la Revolución Mexicana.
Ante la resistencia del PRD y sus varios liderazgos a respetar los procesos institucionales, el sistema político necesita de nuevas bisagras de movilidad y de nuevos resortes de funcionalidad para evitar que decisiones mayoritarias se obstaculicen desde las minorías.
A jalones y estirones, con tensiones crecientes y hasta permanentes y con instancias de autoridad sin ejercer por el pasado represivo, el sistema político priísta se ha abierto paulatinamente con tres reformas: la representación plurinominal en 1964 y 1977, el registro de la izquierda comunista en el sistema de partidos y el parlamento y la separación electoral del gobierno federal.
Por diferentes razones existen segmentos de la población que no han querido participar en las actuales reglas sistémicas de la política y han dado el paso a movilizaciones antisistémicas en las calles o sin respetar las reglas del sistema: López Obrador, la CNTE, los grupos urbanos y ahora Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD en materia energética.
El conflicto entre demandas sociales y reformas institucionales –establece el politólogo Samuel Huntington– conduce a niveles de ingobernabilidad y ésta se hace más aguda cuando las propias instituciones no pueden echar mano a los mecanismos de autoridad, como se ha visto, por ejemplo, con la suspensión de clases por de la CNTE y el cerco lopezobradorista para tratar de impedir el funcionamiento de los poderes legislativos. Si los gobiernos no usan la autoridad y las protestas siguen acumulándose en las calles, el nivel de ingobernabilidad llevará a la disfuncionalidad de la democracia.
De ahí el saldo negativo en la democracia que han mostrado las reformas y la necesidad de una reorganización sistémica para que esas minorías puedan tener espacios dentro de las instituciones. Tres serían los puntos conflictivos: espacios plurinominales en las cámaras para ciudadanos sin partido, espacios plurinominales para partidos con votaciones menores a 15% y formas de participación deliberativa para movimientos sociales sin partido.
Al mismo tiempo, el sistema político debería abrirse a formas de deliberación-participación sobre temas centrales, pero sin demeritar la funcionalidad en la toma de decisiones dentro del sistema parlamentario.
Sin reforma sistémica, las reformas estructurales podrían limitarse, como se ha visto con la reforma educativa para reorganizar la relación laboral pero con secciones sindicales que paralizan clases, chocan violentamente con la policía para provocar la represión y se niegan al padrón magisterial.
Ahora el PRD cardenista y los fascios lopezobradoristas han amenazado con “hacerle la vida de cuadritos” a las empresas que vengan a participar en la reforma energética.
La perestroika peñanietista exige su priisnot en el sistema político. La reforma sistémica tiene que modernizar el modelo cardenista de la representación corporativa en un partido y abrirse a la sociedad y a sus nuevas formas de organización, participación, expresión y necesidades.
Reformado el Estado, abierta la Constitución y disminuido el PRI, ahora falta la reforma del viejo sistema político priísta para el México más plural.
Sin esa reforma, la dialéctica modernización-tradicionalismo seguirá chocando en las calles.
(Como cada año, Indicador Político se toma dos semanas de vacaciones a partir de hoy. Regresa el lunes 6 de enero. Feliz Navidad y un buen año 2014.)
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@carlosramirezh