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OAXACA, Oax. 14 de octubre de 2014.- La caligrafía del ‘Güero Meño’ es clara en una libreta tostada por más de cinco décadas. La tinta azul transformada en violeta dibuja de manera detallada los pormenores de aquel 10 de octubre de 1964, hace exactamente 50 años, cuando Jerónimo Vásquez Márquez, el Güero, vio el regreso de San Vicente Ferrer a su patria indígena, Juchitán.
Don Jerónimo fue el que encontró al santo empolvado, escondido detrás de una montaña de tiliches en un cuartito de la zona habitacional, obligando a la dueña de la casa a colocar a San Vicente en el altar familiar. San Vicente Goola (San Vicente Grande) fue encontrado por casualidad por el abuelo de aquella anciana en el camino entre San Blas y Juchitán después de que el gobernador de Oaxaca Félix Díaz Mori , el ‘Chato Díaz’, ordenara su quema después de robarlo de la iglesia un 29 de diciembre de 1870.
La historia de este hecho registrado en diversos libros, explica que el hermano del dictador Porfirio Díaz, ese antepenúltimo día del año entró a la iglesia de San Vicente Ferrer y ordenó que lo bajaran del altar mayor, la imagen fue amarrada a su montura de caballo y lo arrastró por toda la ciudad y le prendió fuego en lo que era conocido como Camino Real a Tehuantepec. Esta acción fue para darle un escarmiento a los juchitecos que se levantaron en armas contra él y cuestionaron su poder.
Por casi 100 años San Vicente Ferrer Goola estuvo escondido en San Blas hasta que fue recuperado por los juchitecos, aunque desde el día que el Güero Meño lo encontró hasta su retorno pasaron ocho años durante los cuales fue venerado en una humilde vivienda blaseña. Durante ese lapso el pueblo lo suplió por San Vicente Ferrer Huiini (San Vicente Chico).