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De la misma manada
Oaxaca, Oax., 11 de enero de 2012 (Quadratín).-En las artes plásticas la búsqueda de una estética puede tener distinto origen: esa búsqueda se basa en la apropiación de técnicas singulares que conforman un estilo para expresar el universo que habita en el interior de cada artista. Y el mundo exterior.
Así hay obras de arte que expresan temores y angustias, miedos de sus creadores. De alguna forma esa expresión conforma el mundo que habita el autor, que es mundo que todos habitamos en este tiempo.
Una sentencia menciona: no hay estética individual sin que se exprese una postura política personal. Y así es; el hombre, el creador, es un ser de su tiempo. Y el tiempo no es más allá que la expresión de una visión política. El tiempo de una colectividad.
Por eso a veces nos sentimos reflejados en la obra de determinado artista plástico. Y salen los nombres de creadores como Tamayo, Morales Toledo o Zárate, en el caso de los y lo oaxaqueño. Posadas, Rivera, Frida o Siqueiros en el caso de los nacionales.
El tiempo que vivimos perfila nuestro gusto, nuestra sensibilidad. Así las corrientes y artistas plásticos tienen que ver con determinados periodos o etapas de la historia de una nación.
No se puede explicar el muralismo mexicano ni a sus grandes creadores sin un movimiento revolucionario previo que vivió el país.
O los movimientos estéticos en Europa del siglo XX, sin las dos grandes guerras. Y así podremos remontarnos en el curso de la historia de pueblos y naciones, periodos de la historia donde influyeron papas, reyes, príncipes, guerras e invasiones.
En el caso de la pintura joven en nuestro país, intuyo, no puede estar ajeno nuestro gusto, nuestra percepción estética del tiempo de guerra y violencia, secuestro y maldad en el que habitamos. Ni los creadores de artes plásticas, ni de ninguna otra disciplina artística, pueden estar alejados de esta realidad política.
Recalco: el art es una manifestación política del tiempo que habita el autor. Porque el hombre es un animal político. Un animal social. Y el artista antes que artista, es hombre.
Ahora bien. La pregunta sería la siguiente: ¿por qué Oaxaca sigue siendo cuna de artistas que expresan en su obra armonía y esperanza? Porque podría afirmarse que algunos creadores expresan en su trabajo cierta dicha y felicidad, armonía, podría decirse.
Este es el caso de Rolando Rojas. En una entrevista que le hiciera en poeta y crítico de arte Macario Matus, señala de este pintor tehuano (1970) que su padre Emiliano Rojas Morales abandonó a su familia, como sucede en miles, millones de casos en esta nación en este tiempo y en todos los tiempos, desde que Rolando era un niño.
Su madre Camila Martínez Flores tuvo que sostener la carga de la familia: Rolando y su hermana. No resulta extraordinario imaginar la vida de carencias y zozobras que padeció en su infancia el futuro pintor.
Y aquí Macario Matus señala algo singular: al igual que Rufino Tamayo y Francisco Toledo, Rodolfo Morales; Rolando Rojas tuvo una infancia donde la figura paterna estuvo ausente. Fueron hijos creados por su madre. Como lo fue Hitler o muchos de los dictadores latinoamericanos.
Con la diferencia que Rolando Rojas, y los artistas oaxaqueños que crecieron sin la mirada del padre, transmite dicha y esperanza, armonía y paz en sus trabajos.
Esta característica de su plástica, trasmitir dicha, se la hicieron notar en una exposición que realizó en París. Al notar el buen recibimiento que tuvo en la capital gala su material, tanto de espectadores como en venta, Rolando le propuso a su galero que de buena gana lo conectaba con otros artistas oaxaqueños. No, le respondió el galero, porque la obra de otros no transmite la dicha que comunica tu trabajo.
Si la vida de los niños en Oaxaca está señalada por un mal fario, una mala estrella, un destino innombrable, donde campea el sufrimiento y la infelicidad, las carencias de lo básico, ¿cómo es posible que tengan la sensibilidad suficiente para remontar lo adverso y desde el mundo de lo sensible definirse por lo artístico y desde ahí transmitir en su trabajo dicha y felicidad, que no es propia de este tiempo, su tiempo?
Rolando o explica así: en todos los pueblos de Oaxaca, aún en el más necesitado, existe un ambiente de armonía y paz, concordia. Y nuestros sueños están basados en tiempos que vendrán donde seremos felices. Inmensamente felices. Así crecimos dese niños. Esas fueron las historias de nuestras bisabuelas y abuelas, nuestra madre: relatos donde conviven animales y seres humanos en un ambiente de festividad y alegría, armonía. Colores que otorgan felicidad, los colores de nuestra infancia.
Tiene razón Rolando Rojas: fuimos amamantados con historias que nos prepararon para la sobrevivencia y que nos prepararon para habitar la felicidad en un futuro no muy lejano. La experiencia del dolor en lugar de hacernos seres débiles nos otorga valor y arrojo. Y desde ahí, desde el valor y la sobrevivencia, podemos aspirar a un mundo feliz, de dicha y esperanza.
Por eso las obras de nuestros pintores se singularizan en el mundo: porque transmiten esperanza y humanismo, un cierto mundo de dicha y felicidad en medio de este tiempo que nos tocó vivir: violento, caótico, amenazador.
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Foto:Archivo/ambientación