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El clan Murat envenena a Morena y lo pinta de PRI
Oaxaca, Oax. 21 de noviembre de 2012 (Quadratín).-El capitán Garibo mandó ciar y la pequeña embarcación quedó de costado junto al rompiente de las olas. Enfrente estaba el mar con su playa de arena dorada hasta donde llegaba la espuma blanca de las olas que una y otra vez reventaban sin descanso. Sobre la playa de Zicatela las mujeres doraban sus tetas al sol mientras unos ancianos conducían a las turistas sobre lomos de enflaquecidos caballos. En vacaciones estas playas hierven de turistas y uno recupera las fuerzas del cuerpo al pasar desapercibido entre tanta mujer que apenas y cubre sus partes pudendas. El sol y la cerveza obran sobre el mortal, y uno siente que puede alcanzar la dicha sobre esta tierra. El capitán Garibo es un viejo marino que me atiende cuando paso unos días en Puerto Escondido. Navegó por todos los mares del mundo, hombre trabajador y honrado que se sabe las rutas del bajo mundo porteño como la palma de su mano. Acompañados de algunas botellas de vodka y cerveza nos hacemos a la mar. Garibo tira la cuerda de pescar para que algo ocurra mientras escanciamos los pomos. El sol navega sobre nuestros cuerpos, sobre las mujeres tendidas en la playa, sobre los caballos flacos que trotan en la arena. El sol se confirma como el gran navegante del planeta mientras la marea nos deja un mareo que acarician las copas de vodka. Esta mañana Garibo permanece serio, sin decir palabra luego de esa noche que pasamos en el adoquín. Marino viejo como es, Garibo me condujo por todos los agujeros del puerto. Encontramos a turistas brasileñas y el viejo conversó con ellas. Garibo es un libro donde está escrita la historia de los puertos del mundo. Encontramos a unas canadienses y Garibo estuvo a sus anchas con estas jóvenes de caderas estrechas y dorados cabellos largos. Ya casi al amanecer topamos con unos japoneses, y el viejo capitán les sacó plática. El capitán Garibo me acompaña en mis estancias junto al mar. Y al capitán Garibo lo acompaña el doctor Petrolowski, su inseparable amigo. Petrowloski es un hombre de tierra, Garibo un hombre de mar. Pero la amistad de ellos ha dado inicio a una personalidad agua tierra. Juntos recorren las cantinas del puerto, atienden a los desesperados, a los afligidos, a los ansiosos y nerviosos. Llegan los aviones muy temprano al puerto y por allá anda la pareja. En la terminal de autobuses también se les puede ver. El doctor atiende su consultorio y el capitán el restorán de su señora, pero ambos se dan tiempo para recorrer los sitios del puerto. Una mañana me encontraron al garete por las calles, y me levantaron para ponerme a buen resguardo en una cantina. Desde entonces los tres somos inseparables. Cuando la oficina me lleva a un límite de mis fuerzas, cuando la casa y mi mujer y mis hijos me dan a entender que lo mejor es hacer un corte de tiempo en nuestro tiempo, parto a verla mis amigos. Navegando con el capitán y el doctor las cosas se componen. Todo ocurre en otra velocidad, como ahora que bogamos frente a la playa, sin la esperanza que un pez pique nuestro anzuelo, se trague nuestra carnada. En horas como está, con el trago en la mano y el tiempo transcurriendo sin tiempo, deseo quedarme entre esta gente, dejar todo en la ciudad y vivir entre ellos. Como uno más de ellos. En una ocasión le propuse a mi mujer venir a vivir frente al mar, pero inmediatamente me arrepentí. El mar es mi descanso, si vivo junto a él con mi familia ya no tendré un sitio en el mundo dónde descansar. Pero luego recuerdo los asuntos pendientes que tengo en la ciudad, mis pendientes profesionales y mis asuntos personales. Como terminar de leer los cuentos de Julio Cortázar, por ejemplo. Desde el inicio de la lectura, hará más de un mes, he ido postergando el final del libro. Si no aparece una cosa aparece otra, en este tiempo tenemos tan poco tiempo para poder concretar nuestra felicidad. Pero el texto de Cortázar lucha por mantenerse en mi vida. Lucha desesperadamente contra este sol que navega, contra las nalgas de las mujeres que se doran en la playa. Lucha el libro de cuentos de Julio Cortázar contra esta botella de vodka y contra la voz del viejo marinero, el capitán Garibo.