
Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Oaxaca, Oax. 15 de junio 2012 (Quadratín).-Las trasnacionales que embotellan dentífricos y cremas rejuvenecedoras miden sus ganancias desde el agujero por donde sale su producto al cliente. A mayor tamaño, mayores ingresos. El mundo de la bolsa de valores es feliz con un hueco grande. Las familias que deciden el destino de la humanidad, las que tienen en su poder la propiedad indiscutible de los productos de limpieza con que aseamos nuestros cuerpos y nuestra vivienda, lanzan hurras al cielo cada que un geniecillo de su compañía descubre, tras años y años de investigación, cómo hacer más grande el agujero del tubo que comercializan. La pasta de dientes es el nuevo cuerno de la abundancia, el objeto que confirma un destino manifiesto.
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Estos son tiempos de paz. Batallones de soldados sitian la colonia. Rompen el orden de nuestra vida. Desde las primeras horas del amanecer filas de soldados esculcan con fruición el cubo donde la anciana recibe la leche vitaminada que le entrega el gobierno, la cubeta con el nixtamal, la bandeja para el tejate. No encontraron nada. Ni los soldados ni los perros amaestrados en la detección de explosivos armas de destrucción masiva o drogas. Su presencia sólo causó el despertar del amor de las adolescentes por los hombres de uniforme. Estos son tiempos de paz, bien lo sabe el gobierno, la colonia está poblada por albañiles, dependientas de mostrador, estudiantes y ancianos. Gente de paz que duerme y despierta con el zaguán abierto por donde entran los vecinos a preguntar por el estado de salud de nuestros mayores.
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El noticiero nocturno de televisión nos adentra al sueño. Antes del sexo de los amantes, el noticiero de la tele. La última imagen que verá en su jornada de existencia el trabajador, el burócrata, la prostituta que se prepara para salir a trabajar, viene del noticiero. El sobreviviente de guerras y catástrofes verá el mundo desde el televisor, está escrito. ¿Dónde? No lo sé, sólo conozco a gente que no concilia el sueño antes de enterarse del acontecer mundial. Personas que sufren cuando se va a luz en el edificio, tanto o más como si se muriera su perro o su madre. Los gobiernos se comunican con su pueblo por la tele, en su emisión nocturna. La economía trata de parecer menos fría en cadena nacional. Los poetas y los delincuentes hacen declaraciones para el noticiero. Esa es la verdad antes de oprimir el botón del control remoto y dormir.
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Mezcal mataperro. Así son las cosas, dijiste mientras tus ojos buscaban en la calle a un cristiano ambulante que dejara su cooperación para comprar el marro de mezcal. La calle permanecía sola. Pero todos sabemos que detrás de las tristes ventanas están los ojos de lagarto que observan cada uno de nuestros movimientos. Desde la hora del Tentador, la madrugada, la gente nos observa, hasta que uno a uno los miembros de esta banda de ebrios consuetudinarios van cayendo en el sueño transparente de la sombra que producen las hojas lanceoladas del pirú junto al arroyo. Mezcal mataperro. La calle del barrio es larga. Todo el barrio es esta calle. La gente mora tras cortinas empolvadas. Sólo los ebrios se atreven a exhibir sin pudor el mal ejemplo. Los siguen una banda de niños y perros que adoran la libertad. Niños y perros, así son las cosas dijiste, mientras tus manos iban al tanque, el marro, cargado con un pegue de a 20.
La mujer activa la lengua del fuego. La madrugada entera trató esta mujer de encender la lumbre. Para cuando golpearon el patio los primeros rayos del sol, junto al canto del gallo, conversaron las llamas. La cal cruda realizó su milagro. Pasaron los primeros camiones, la fila de las tortillas ya era larga. Esta mujer soluciona las necesidades de su vida, comprar frijoles, lavar la ropa, desde la mirada de la lumbre. Todas las madrugadas la despierta esa mirada. Se incorpora del camastro, junta la basura del día anterior y enciende el fuego. Así todos los días, desde la niñez. Así sus hijos conocieron este mundo. Para la tarde esta mujer calienta en los rescoldos el café y sus tortillas.
Foto:Ambientación