Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
OAXACA, Oax. 19 de mayo de 2014 (Quadratín).-La lluvia confirma la elasticidad solidaria del amianto. La mosca espanta a las mujeres con sus alas invisibles. La techumbre tiene dedos y suspiros que no dejan de crecer en la noche de aguacero.
La mosca detiene el vuelo de la belleza. La luz se desnuda pudorosa tras el cristal de una bombilla. Las alas de la mosca son el espejo donde nunca reflejará su rostro la mujer.
En la madrugada el aguacero copula con el asbesto. Los muros arden tras la mosca. La humedad es un ojo atento que mira nuestro sueño. La mosca entra con alas verdes en el sueño de la rosa.
La lluvia amputa los dedos del tejado. El sueño se espanta y vuela en el firmamento de la mosca. La gota de agua se filtra entre las láminas de asbesto y cae en la cama con estrépito de mares envilecidos.
La mosca escribe un recado urgente en el cristal de la ventana. La gota de agua se ofrece en la madrugada como el pezón oscuro de la adolescente. Los muros sueñan con las alas de la mosca.
La lluvia cae inevitable sobre el tejado de asbesto. El sueño se estrella contra el muro de la mosca. El amianto es la hostia con que comulga la noche. El sueño es una mueca pendiente del vuelo de la mosca, del ojo de la luz, del aguacero. La gota de agua desciende de las alturas del tejado y se acurruca en la almohada de la mujer que sueña con la lluvia.