Paloma Sánchez-Garnica, premio Planeta 2024, y Beatriz Serrano, finalista
Oaxaca, Oax. 9 de septiembre de 2013 (Quadratín).- En el pueblo de mi infancia el tiempo creció en lo horizontal. Patios, huertos, la hamaca, el cementerio. La orfandad y el aire en mi cabeza me llevaron a recorrer los caminos.
Una tarde regresé al sabor del mango verde sentado en el butaque. Desde aquí miro pasar la gente, los animales, los caminos.
Estoy cierto, las hormigas avanzan extenuadas por una fecha de caducidad de las hojas y los granos. Ya con mis hijos en el mundo cada que observo en el televisor el crecimiento de la noche a las puertas de cristal de una cafetería, un callejón agrandado por el muro sin revoque, una calle que se bifurca frente a un restaurante iluminado se estremece mi cuerpo por un sentimiento que añora el avance vertical de las ciudades, el ulular de las patrullas, el rumor de un río manso que corre junto al parque donde se besan los enamorados.