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Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
Cuando la tierra escucha
José Emilio Pacheco, Canción para escribirse en una ola
Uno
José Emilio Pacheco
Oaxaca, Oax. 02 de noviembre de 2012 (Quadratín).-Las sociedades se deben a los poetas, quienes enseñan al género humano la conducta y el camino a seguir en lo individual y lo colectivo.
Así lo demuestra la Historia. La civilización Griega, el imperio Romano. Así lo confirma Persia y los reinos lejanos, Japón y China. Así lo dice nuestro pasado azteca.
Los poetas hacen descender el conocimiento humano desde lo material y lo subjetivo. Quien no haya sentido la desmesura ante una duda existencia o la búsqueda del camino en su vida, que diga lo contrario.
Los poetas son la voz y el conocimiento de la tribu. Pero ya en estos tiempos de tecnologías de la comunicación humana no sigue la sociedad a esa voz de saber sino al grito que sale de las bocas de los políticos y comerciantes.
La noche de ayer se le rindió un homenaje en Oaxaca al poeta José Emilio Pacheco. En el Teatro Macedonio Alcalá asistió nuestra gente a rendirle reconocimiento y tributo a una de las glorias de las letras de este país. Acudimos todos gustosos, académicos universitarios, jóvenes, mujeres, niños. Hombres del campo y de la ciudad. Todos, sólo el gobernador Gabino Cué y el presidente municipal Luis Ugartechea mandaron representantes.
José Emilio Pacheco, enemigo militante de la felicidad; convencido de la grandeza que significa para lo humano beber un vaso de agua o comer un pan, estuvo conmovido y gozó de la compañía de su esposa Cristina Pacheco y de sus lectores. Nada importunó el acto de reconocimiento.
La Historia es cruel. En un tiempo gestó en su seno la violencia y la discordia, mandó a la guillotina a los gobernantes. E hizo bautizar con el nombre de los poetas las calles de las ciudades.
Dos
Lectura de esta noche.
Cotidianidad
La poesía expresa-mediante los hechos personales, sobre todo los hechos personales- la aspiración y la desesperación que nos son comunes en una época determinada. La raíz de la poesía ahonda en la vida personal para ahondar en la historia de un periodo, para iluminarse más allá de la historia.
Guiuseppe Ungaretti, Para Allen Ginsberg
Aquel joven interrumpió sus pasos, se acercó a mi mesa y dijo: Me gusta leer historias cortas. Frente a mi estaba un chico de mediana estatura, cabellos cortados y una bandeja del servicio sostenida en la palma de su mano derecha. Me corto el cabello así desde mis años en el ejército. Luego se marchó no sin antes comentar: Un día de estos le compro un libro; hoy está pobre la propina. Llamaron su atención otras voces que exigían servicio en el café. Me reuní con Gil, el amigo con el que comparto mesa. Invitó un café. Llegó a preguntar qué se ofrecía el mesero con el pelo cortado a rape. Pregunté por su nombre: Eduardo, dijo. En un libro escribí una dedicatoria. Lo llamé. Llegó, diligente: ¿Qué se ofrece?, preguntó. Nada respondí-, te regalo un libro. Comenté a mi amigo Gil: es preferible que lea a que se emborrache. Mi amigo Gil respondió: Es preferible que lea y que se emborrache, así duele menos la existencia.
Aires de Nueva York
Un viento mañoso levanta el vestido de la bella Marilyn. Viento arrecho, barraco, que llega y causa en todos esa ilusión óptica del vestido de la bella que sube hasta el cielo mientras ella se queda por los tiempos de los tiempos detenida en la rejilla del respirador del tren subterráneo de Nueva York. Aire lépero motivo de tanta y tanta envidia. El vestido que se levanta hasta las mejillas encendidas de la rubia y deja ver las piernas blancas y firmes en posición de cebollita. Instante eterno. El vestido que se levanta juguetón por los aires de un columpio fantástico semeja las enormes orejas de un elefante que se inclina ante el atrevimiento de la rubia. Una foto en blanco y negro. Los brazos de Marilyn pegados a su alba cadera en su intento vano de aplacar los aires traviesos que aparentan ser a la distancia una larga y definida trompa de elefante. Los brazos pegados al cuerpo. Viento cabrón que pone mis pensamientos en otra parte. El instante de la fotografía me deja ver otras figuras. La cara de piedra sin tiempo de Juárez, el patricio. Juárez el inmortal vestido de mujer con lentes oscuros para proteger sus ojos del sol, marca Dolce & Gabana y una sonrisa blanca, Colgate. Juárez bella de piernas moldeadas, vestida de gringa loca y ebria. Con tacón y labios rojos de carnoso carmín. Juárez cachondo (a), como se dice ahora en políticamente correcto español. Que espera que llegue el viento del subterráneo y le dé un raite hasta su pedestal de bronce inofensivo y eterno donde lo pusieron los políticos de la patria. O lo conduzca a beber mezcales a cualquier calle de la putería que lleve su nombre, por cierto.
Tres
La lectura que daré esta noche, Proveedora Escolar, frente al jardín San Pablo, estará dedicada al poeta Guillermo Fernández, asesinado este año en Toluca, Estado de México. Me acompañarán los escritores: Marcelo Uribe y Azael Rodríguez, los esperamos.