Economía en sentido contrario: Banamex
OAXACA, Oax. 23 de septiembre de 2013 (Quadratín).- La estación del ferrocarril en un campo abierto donde repasa el viento una y otra vez la canción de la infancia.
El tren no pasa nunca, sólo la tarde y el viento contra un alto cielo azul que hace que la gente vea con claridad el reflejo del letrero en cruz que avisa el paso del tren allá arriba, en los aires.
La estación del cielo se mira con claridad desde esta esquina del viento.
Aquí abajo los rieles atraviesan el páramo.
En esta tierra del viento nadie recuerda el último aguacero.
La tierra seca y sola sin un hato en el horizonte ni un rebaño blanco de chivas que trisquen en las ramas del mezquite.
Sólo una casa de adobe con su tejavana y su muro alto pintado de blanco donde el viento fuerte raspa la pintura de una consigna contra el gobierno.
El viento pasa sobre una escritura que nadie recuerda.
El viento se repite como la canción escuchada en la adolescencia.
La tarde es un girón de tela del vestido de una mujer que se atora en la espina del mezquite.
Los hombres no esperan nada.
Ni que pase el tren, ni que aparezcan las reses, ni que lleguen berreando las chivas blancas.
Tampoco que atraviese el horizonte una mujer que llene toda la tierra mientras avanza contra el viento, ciertamente.