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A los que gobiernan la educación…
OAXACA, Oax. 28 de noviembre de 2013 (Quadratín).- Hotelito Cochino atraviesa la ciudad con pasos lentos, como si una vieja canción en la cabeza entorpeciera su existencia. El frío de la ciudad lo hace andar con pasos inseguros.
Lleva las manos metidas en las bolsas dl gabán negro, de lana virgen. Zapatos negros, de fábrica. Atraviesa como una sombra la bruma de la mañana. Por una calle larga siempre en obras de ampliación llega a las tumbas. El panteón se extiende desde una rampa que se levanta desde un zaguán metálico, pintado de rojo. Camina entre los jarrones de las lápidas que a esa hora de la mañana se encuentran esparcidos en el piso de tierra oscura. Con el frío metido en el cuerpo anda entre las cruces. El hombre con la cabeza toda rapada gana la calle mientras sale el sol entre los montes cercanos. Llega a un puente con barandal de acero, pintado de amarillo. La luz de los faroles en la bruma que se levanta del río le recuerda las fotografías de una revista de otro país. Atraviesa el puente. Silencio. El frío aprieta mientras atraviesa el camino sobre las aguas del río. Desemboca sus pasos en un populoso mercado. Entre los locales de madera hombres y mujeres comen insectos, beben un oloroso líquido incoloro que les hace entrecerrar los ojos. Hotelito Cochino enfundado en el gabán atraviesa la calle de las prostitutas que se recargan en los muros de los comercios. Una de ellas con un bolso negro de plástico colgado del hombro izquierdo yergue la punta de la lengua roja a su paso mientras besa el aire. Hotelito Cochino llega al andador para turistas. Camina entre mujeres y hombros que portan cámaras fotográficas colgadas del hombro derecho. La gente lo observa como si fuera un animal de circo o alma en pena o sobreviviente que saliera entre las ruinas de un gran sismo. Entra a una mezcalería que abre sus puertas junto a los muros de la iglesia. Llega a la barra y recibe la paz que emiten los envases de grueso cristal verde donde reposa la bebida. Observa su rostro reflejado en el espejo del mezcal. Aparta la mirada de las botellas y dice, “un mezcal, blanco”. Una mujer le acerca el trago en un pequeño vaso de cristal. El hombre, Hotelito Cochino, sonríe a la mujer que le sirve o a la copa de cristal que lo espera en las tablas de la barra. Empuña su el pequeño vaso con la mano izquierda y sonríe mientras mete la mano derecha a la bolsa interior del gabán y hace el movimiento de sacar el revólver o un libro de poemas.